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NATHALIE LÉGER: “LA SOLEDAD DE WANDA ES CASI CONTRAPOLÍTICA”

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Corría el mes de septiembre de 1959 cuando una mujer llamada Alma Malone acompañó a su amante en el robo de un banco. El amante murió de un disparo y ella fue atrapada por la policía algunas semanas después y llevada ante un juez. Condenada a 20 años de prisión, agradeció al juez su condena, que le permitía descansar de su vida. Esta noticia aparecida en un diario conmovió profundamente a la actriz Barbaba Loden, que decidió filmar e interpretar una película basada en sus propias reflexiones sobre este hecho: ¿qué clase de mujer consideraría estar encarcelada como un premio y una descarga de su rutina diaria? Alma Malone entró en prisión en 1960 y salió diez años más tarde. ¿Supo, alguna vez, que se había convertido —en parte— en Wanda?

Wanda, con Barbara Loden como directora y actriz, ganó el premio a la Mejor Película Extranjera en el Festival de Venecia de 1970 y terminó pasando bastante desapercibida en el circuito comercial. Ahora es una película de culto feminista que, sin duda, deja huella en quienes la hemos visto. Loden rueda la desolación de una mujer desempleada a la que la vida se le derrumba como un castillo de naipes, que no intenta ni pelear la custodia de sus hijos en su proceso de separación. Que vaga buscando algo que echarse a la boca o a alguien a quien echarse al cuerpo para dormir bajo techo. Que anda por la vida como sin querer vivirla, como una zombie, carente de ambición, cruzada en la vía del tren de su existencia, esperando dulcemente a ser atropellada. Wanda es desamparo, es soledad y dudas. Es una figura de silencio recorriendo un pentagrama entero. Rodada en 1970, es una película para el futuro y es la única película que pudo firmar Loden, que falleció de cáncer a los 48 años, en 1978 .

La periodista Nathalie Léger (París, 1960) es una del puñado de mujeres intelectuales que han impedido la evaporación de Wanda y de su directora, Barbara Loden. Y lo ha hecho a través de Vida de Barbara Loden (Sexto Piso, 2022), un librito breve e hipnótico que tiene como punto de partida el encargo que recibe la escritora de redactar una entrada sobre Loden para un diccionario de cine. Pero la memoria de Loden, cuando no es difusa, está oculta y Nathalie construye un relato proyectado en el que ella misma se refleja en la figura de Wanda —figura, a su vez, en la que se refleja Loden—: “Nada más ver Wanda, la primera y única película de Barbara Loden, quedé prendada de esa figura de mujer perdida y a la vez luminosa que recorre un paisaje de carbón. Mi primera impresión sobre Wanda fue la misma que tuvo mi madre cuando me preguntó de qué iba la película: su soledad, su confusión. La película fue una revelación secreta. Así, se puede mostrar la deriva y la derrota y, al mismo tiempo, mostrar cómo huir, escapar o esquivar son procesos de aprendizaje”, contesta Léger a mi pregunta sobre cómo surgió su flechazo con Loden.

Léger, en algún momento del año 2010, comenzó a tirar de la manta y a interesarse con cada vez más fuerza por la figura de Loden, incluso a verse reflejada en ella: “Me permitió decir algo sobre la historia de mi madre, y a través de ella, sobre mi propia historia, sobre la historia de todas las mujeres. Me permitió comprender mi propia dificultad frente al mundo, frente a los hombres, me permitió reconocer mi propia impotencia. Era una guía, y los mejores guías no son conscientes de la valiosa ayuda que te prestan: comparten sus conocimientos, su experiencia, abriendo amablemente el camino”.

Y sí, coincido totalmente en que, una vez ves Wanda, es difícil olvidarse de ella. Yo no la había visto y aproveché la lectura de este libro para ponerme al día. Y tengo que decir que pocos días deja de pasarme por delante la figura leve de Wanda. Pocos días dejo de pensar en esa desolación. Pocos días aparto de mi cabeza la reflexión pertinente: que todas podríamos ser Wanda en algún momento. Que quizá lo hemos sido, de hecho, aunque solo un rato corto de nuestras vidas. Es muy fácil ser mujer y desaparecer. También comencé a interesarme por la figura de Barbara Loden, que había pasado, hasta ese momento, inadvertida para mí. Pregunté a Léger qué era lo que más había llamado su atención sobre Barbara: “Todo en ella me fascina, pero lo que más admiro es su determinación. En los años 70, las mujeres en el cine se podían contar con los dedos de una mano. Era un mundo de hombres en el que las mujeres estaban delante de la cámara, no detrás. Barbara Loden es una antigua bailarina del Copacabana, una actriz de increíble talento paradójicamente desconocida, probablemente por ser la esposa de un gigante del cine de Hollywood (Elia Kazan)… Para crear su propio espacio, para hacer valer su proyecto, necesitó una determinación inquebrantable. Ella también tuvo que confiar en su intuición. Pero lo que es muy hermoso es el personaje que ha creado para expresar mejor su propia dificultad para existir. Lo que hace Wanda cuando se va, ese gesto de ruptura sin deseo, sin reivindicación, sin triunfo, es desgarrador. La sombría soledad de Wanda es desgarradora. No lleva ningún mensaje, no encarna ningún proyecto, es casi contrapolítica, por eso las feministas criticaron tanto a Barbara Loden cuando se estrenó la película. Pero el arte no es militante, por eso puede ser poderosamente político. Wanda es una gran película política porque elude el discurso, elude la teoría. Y es porque se escapa que es llamativo y clarividente”.

Barbara Loden interpretando a Wanda.

Una de las impresiones que tuve cuando vi Wanda es que su protagonista, ciertamente, estaba en un tránsito físico y psicólógico, del cuerpo y del alma. Escapaba de una familia, de un vecindario conocido, incluso de sus hijos. De lo que normalmente conocemos como “un lugar seguro”. Ni siquiera era una huída, sino más bien un auto-destierro. Wanda deja ese lugar seguro y Nathálie cuenta al respecto que nunca supo si huía o lo buscaba: “Lo fascinante es que este lugar, si existe, no es la cómoda y acogedora sala de estar donde se desarrolla una vida tranquila, burguesa y preservada, no, este lugar, que se inventa desde cero, es ante todo el lugar de una verdad íntima, y esta verdad no es ni heroica ni triunfal. Esto es lo que Barbara Loden muestra y busca al crear el personaje de Wanda. Es un viaje de iniciación. Wanda lo deja todo, brutalmente, sin casi decidirse, se pone a la deriva, pero dentro de esta deriva crea algo, inventa su historia. Lo que plantea Wanda es sencillo: ¿cómo alejar su ansiedad, su impotencia? ¿Cómo encontrar, quizás, la libertad?”

Aparte de con las palabras de Léger y con las imágenes de Wanda, me quedo con esta afirmación de otra seguidora de Loden, la escritora Marguerite Duras que descubre en la explosiva mezcla de agresión, indiferencia y sumisión de Wanda “una sacralización de lo que quería mostrar, una forma de decadencia en la que yo veo una gloria muy intensa, muy violenta, muy profunda”.

VIDA DE BARBARA LODEN, NATHALIE LÉGER

Este libro breve, bello y sobrio tiene su punto de partida en el encargo que recibe Nathalie Léger de redactar para un diccionario de cine la entrada sobre la actriz y directora Barbara Loden. Muy pronto, la autora se descubre incapaz de escribir un artículo desapasionado y objetivo sobre Loden, y sus propias experiencias y las vidas de su madre y la atracadora Alma Malone comienzan a entreverarse con la biografía de la cineasta. Todas ellas convergen en la figura de Wanda, personaje principal de la película homónima, el único film que Loden dirigió y protagonizó una década antes de su prematura muerte. En su intento de desentrañar el enigma de la vida y obra de Barbara Loden, rastreando sus esquivas huellas, la narradora –y con ella, el lector– iniciará una pesquisa que la llevará desde la Costa Azul francesa hasta Nueva York y la región minera del estado de Pensilvania; un viaje que atraviesa varias generaciones de mujeres cuyo único propósito es el de emanciparse y crecer al margen del mundo de los hombres, recuperar un espacio que desde siempre les ha sido usurpado. En estas páginas, Nathalie Léger combina de manera sugerente la biografía con la novela y el ensayo, y lo hace con una prosa reflexiva e irónica, contenida y emotiva al mismo tiempo. En busca del fantasma de Barbara Loden, Léger consigue diluir las fronteras entre realidad y ficción y nos ofrece una obra memorable sobre la acuciante necesidad de la mujer de hallar el medio y la forma para expresarse.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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