octavio salazar
Imagen: Jesús Pérez Pages

OCTAVIO SALAZAR: PATERNIDAD, IGUALDAD, MASCULINIDAD

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Una de las cosas que tenía claras antes de poner en marcha una revista dedicada a la maternidad, en un espectro muy amplio del concepto, es que bajo este paraguas caben muchas cosas, muchas posturas y muchas experiencias, siempre que sean compartidas desde el respeto. Es por eso que MaMagazine es una revista que abraza los valores feministas, femeninos, masculinos también, ecológicos, sostenibles, amables, culturales, críticos y de buen humor.

Hay cosas que no cabrán nunca en ella, por supuesto: rechazamos los sesgos racistas y nos declaramos antirracistas. Nos definimos desde el feminismo y rechazamos frontalmente la cultura machista y supremacista.

Buscamos un mundo más sostenible y creemos y apoyamos marcas comprometidas con estos principios. Y, además, queremos que nuestras quejas, frustraciones, alegrías y placeres no se estanquen en la conversación entre mujeres: queremos que nuestro mensaje llegue y sea compartido y vivido por nuestros compañeros, padres, parejas, amigos y vecinos. Queremos que nuestra lucha no sea solo una lucha femenina: queremos estar acompañadas. Porque pensamos que, sinceramente, un mundo donde imperasen las características que definen a lo femenino sería un mundo más justo, más amable, empático y, sobre todo, muchísimo menos agresivo (durante esta crisis pandémica en la que todavía estamos inmersos han surgido noticias que relacionan una mejor gestión de la crisis en países gobernados por mujeres, entre ellos: Alemania, Finlandia, Taiwan, Islandia o Nueva Zelanda).

Cuando comenzamos a buscar no solo mujeres, sino también hombres a los que entrevistar para contrastar sus experiencias sobre la experiencia paterna, uno de los nombres más sonados fue el del profesor Octavio Salazar (Cabra, 1969). Octavio se define a sí mismo como «feminista, cordobés, egabrense, Sagitario, padre imperfecto y constitucionalista heterodoxo». Es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba y miembro de la Red Feminista de Derecho Constitucional. Implicado personal y profesionalmente en la lucha por la igualdad de género, ha centrado buena parte de su trabajo en el estudio crítico de las masculinidadesMasculinidades y ciudadanía: los hombres también tenemos género (2013), La igualdad en rodaje: masculinidades, género y cine (2015) y El hombre que no deberíamos ser (2017), publicado por Planeta.

Publica su primera novela en 2017, Autorretrato de un macho disidente, y recibe el Premio al Hombre Progresista del Año que concede la Federación de Mujeres Progresistas de España. Su último trabajo de investigación publicado se titula La gestación para otros: una reflexión jurídico-constitucional sobre el conflicto entre deseos y derechos (2018).

Su último libro, #Wetoo, publicado en 2019, se define como una brújula para jóvenes feministas. Este libro invita a los jóvenes, sobre todo a los chicos, a tomar conciencia y posicionarse a favor de la igualdad a través de la definición y ejemplificación de la cultura de la violación, la pornografía o las masculinidades tóxicas. Se necesitan nuevos referentes de masculinidad y urge ponerlos en valor cuanto antes.

En esta entrevista Octavio, padre de Abel (18 años) y siempre generoso en palabras, nos cuenta la influencia de su experiencia paterna en su trabajo, de corresponsabilidad y renuncias en la crianza, de educación y de activismo feminista, entre otras cosas.

 

MI TRABAJO Y MI PATERNIDAD

El nacimiento de mi hijo supuso un cambio sustancial en la organización de mis tiempos y de mis prioridades. Siempre he tenido la suerte de tener un trabajo, la docencia universitaria y la investigación, que me ha permitido tener flexibilidad horaria, trabajar en casa…

Por ejemplo, recuerdo que desde que nació mi hijo yo opté por dar clases en el turno de tarde porque así por las mañanas, que es cuando su madre trabajaba, yo podía estar más pendiente de mi hijo o quedarme con él si estaba enfermo. Durante muchos años, fui yo quien se encargó de darle el desayuno, vestirlo, prepararlo y llevarlo a la escuela en la que estuvo desde que ni siquiera tenía un año; luego a la parada de bus que cogía para ir al colegio que estuvo desde los 4 años. Yo era el que habitualmente, con más facilidad que su madre -que tenía un horario más rígido- podía organizarme para ocuparme de él. Como su madre se ha dedicado siempre, además de a su trabajo como maestra, a la práctica del atletismo, teníamos que hacer auténticos malabarismos para poder organizar sus horarios de entrenamiento y sus competiciones, con mis compromisos. Lo íbamos negociando día a día, sobre la marcha en muchas ocasiones.

Sí era muy habitual, por ejemplo, que ella tuviera que viajar los fines de semana por competiciones y fuera yo el que se quedara con nuestro hijo. Afortunadamente, siempre fue un niño nada problemático, tranquilo, que me permitía trabajar durante largos ratos. Recuerdo que lo ponía justo a mi lado en mi despacho, mientras trabajaba en mi ordenador y podía estar un par de horas sin que él rechistara. 

También recuerdo que hubo momentos en que no tuve más remedio que llevármelo a mi despacho en la Facultad, incluso algún día me lo llevé a mi clase y, desde muy pequeñito, se acostumbró a acompañarme a actividades muy diversas (conferencias, presentaciones de libros…).

  Imagen: Emeterio Suárez

LOS TIEMPOS DE LA FAMILIA

Ahora que ha pasado el tiempo sí que me doy cuenta de que hubo unos años, hasta que él ya fue más independiente -la preadolescencia más o menos- en los que tuve poco tiempo para investigar, escribir o viajar a eventos.

Lo hacía pero de manera muy limitada y siempre con muchas dificultades para organizarme. Su madre y yo teníamos que hacer auténticos encajes de bolillos, porque además no teníamos cerca a familiares que nos pudieran echar una mano. Ha sido justamente en los últimos 5 años, en el momento en el que mi hijo ya no necesitaba tanta atención, cuando yo he empezado a tener mucho más tiempo para mi trabajo y, en general, para mis aficiones o las cosas que siempre me gustó hacer y que durante unos años tuve que reducir muchísimo en dedicación y tiempo.  Lo veo muy claro cuando analizo lo mucho que he publicado o que viajado en estos últimos años, justo cuando al ser mi hijo ya mayor era mucho más fácil organizarse al no ser tan dependiente.

También es cierto que hubo unos años en los que, por ejemplo, durante los fines de semana era imposible tener agenda propia porque era la de él la que mandaba (partidos, cumpleaños, tareas, compromisos sociales varios…) Y, haciendo memoria, también recuerdo que, siendo él todavía pequeño, recibí una propuesta profesional que me obligaba a trasladarme a Madrid. En aquel momento fue decisivo para rechazarla el hecho de que yo no quería distanciarme de mi hijo justo en esos años.

Aunque su madre y yo nos separamos hace ya algunos años, nunca hemos tenido ningún problema en organizarnos con él. Tenemos la custodia compartida y, más allá del acuerdo que se plasmó en la sentencia de divorcio, lo que siempre hemos hecho ha sido hablar y organizarnos en el día a día, tratando de compaginar sus necesidades con las mías, y por supuesto no perdiendo de vista lo importante que también eran los tiempos dedicados a nuestro hijo. No hemos dejado de hacer cosas juntos, o de resolver cualquier entuerto de manera dialogada. Ahora que él incluso estudia en otra ciudad y que ya hace una vida independiente, procuramos seguir siempre esa dinámica para las pequeñas y para las grandes cosas. Siempre la paternidad es una praxis imperfecta, pero yo sí que estoy especialmente satisfecho de cómo su madre y yo hemos procurado siempre hacernos corresponsables y no usarlo nunca a él como una suerte de chantaje frente al otro.

  Imagen: Jesús Pérez Pagés

MODELOS DE CRIANZA

Realmente mi padre y mi madre no dieron consejos de crianza en el sentido más expreso del término, salvo las cosas muy obvias que sobre todo se dicen cuando el niño es un bebé.

Sí que es cierto, y de eso me doy cuenta ahora, cuando ya tengo una cierta perspectiva, de que he tratado de incorporar al ejercicio de mi paternidad determinadas actitudes o claves que yo había visto en mi casa. Y por supuesto, también otras he considerado que no eran acertadas y he tratado de cambiarlas.

Desde el primer momento sí que tuve claro que yo quería ser un padre mucho más presente que lo que lo había sido el mío, y que quería ser partícipe de todos los momentos, que no me quería perder nada de la infancia de mi hijo, y también tenía claro que debía ser un padre con una presencia más emocional, que se implicara más desde el punto de vista afectivo. No sé si esto último lo he conseguido del todo porque es una batalla que yo tengo permanentemente contra la masculinidad que no he conseguido superar del todo. Me refiero a esa dificultad tan masculina de expresar lo emocional, de mostrarte vulnerable, de generar diálogos desde la empatía y no desde la autoridad. Debo confesar que esta sigue siendo una tarea pendiente para mí.

  Imagen: Jesús Pérez Pagés

LA HUELLA DE ABEL EN MI TRABAJO

Yo me dedico a la docencia y la investigación del Derecho Constitucional y trabajo en cuestiones relacionadas con derechos humanos, justicia, igualdad… Tengo clarísimo que mi mirada comprometida con la realidad tiene mucho que ver con el hecho de tener un hijo, en cuanto que él me ha hecho tener un horizonte temporal distinto.

Aunque pueda parece obvio o hasta cursi, tener un hijo te obliga a pensar en el futuro, en las cosas de este mundo que crees necesario cambiar. De alguna manera, te vuelves más militante con determinados valores. Y también creo que tener un hijo me obliga mucho más a hacer un ejercicio de lealtad conmigo mismo, de ser fiel a mis convicciones, de no traicionarme en exceso, porque quiero que justamente él me vea como un ser -por supuesto con contradicciones y debilidades- que, al menos, procura mantener un proyecto ético. En mi vida y en mi trabajo.

Ahora que mi hijo es ya universitario, cuando miro a mis alumnos y a mis alumnas, no puedo evitar situarlos en ese horizonte de tiempo y afectos que ocupa mi hijo. Ahora siento que, cuando llego a clase y hablo a colegas de mi hijo (a los que no conozco personalmente), creo que los conozco por todas las claves que me ofrece tener un hijo de esa edad. Eso me ayuda, por ejemplo a situarme en un contexto, en un lenguaje, en una realidad que poco tienen que ver con la que yo viví cuando era estudiante.

LO MEJOR Y LO PEOR DE SER PADRE

Lo mejor de ser padre es, sin duda, el ejercicio de generosidad que representa, la permanente llamada que te hace a estar inquieto y alerta; cómo relativizas determinadas cosas y cómo cambias tu orden de prioridades. La paternidad me ha ayudado a asumir que soy un ser imperfecto y vulnerable, lo cual no es un punto negativo, al contrario: es la esencia de cualquier ser humano.

Lo peor, quizás, sea la ausencia de manuales, de lecciones que puedas aprender para ser un buen padre. Lo poco aprovechable de los consejos que te dan. La sensación de vértigo que a veces sientes cuando te enfrentas a determinadas decisiones o problemas. Pero, insisto, creo que al mismo tiempo esta incertidumbre es también una oportunidad para estar siempre en movimiento. De alguna forma la paternidad me ha ayudado a lanzarme a hacer cosas que yo creía imposibles, me ha enseñado que no hay mejor manera de aprender que equivocarse.

En todo caso, también he aprendido que, aun siendo consciente de lo maravilloso que es mi hijo y de lo mucho que me aporta, vivimos en una sociedad que, con frecuencia, es muy cínica, porque por un lado alimenta una permanente exaltación de la paternidad/la maternidad, como si fuera imposible ser feliz no teniendo hijos, o como si estos fueran los que dan sentido definitivo a la existencia, pero al mismo tiempo no ofrece las condiciones mínimas para un ejercicio responsable y saludable de toda una experiencia, gozosa sí, pero que también implica muchos trabajos, esfuerzos y renuncias. Creo que, con frecuencia, caemos en una cierta mística de la paternidad que acaba ofreciendo una imagen parcial y engañosa. Edulcorada, de portada de revista. Todo cambia para que siga igual, me temo.

Imagen: Jesús Pérez Pagés

FEMINISMO HOY

En definitiva, de lo que siempre ha hablado el feminismo es de lucha contra unas estructuras de poder -el patriarcado- y de una cultura -el machismo- que hacen que el mundo continúe dividido en dos mitades. Una privilegiada, la nuestra,  y otra subordinada, la de las mujeres.  Lo único que han ido variando son los escenarios y las herramientas, pero la esencia de la lucha es la misma y el objetivo sigue siendo un mundo en el que al fin los géneros no sean determinantes de las oportunidades, recursos y derechos de los que podemos disfrutar los seres humanos. Y, en este sentido, el feminismo es una propuesta emancipatoria, una lucha política y una ética que debería impregnar nuestras acciones cotidianas.

ROMPER CON EL MACHISMO

Cuando empecé a estudiar y a investigar el Derecho Constitucional me di cuenta de cómo todo el edificio jurídico había sido construido según nuestra imagen y semejanza, y a costa de la autonomía de las mujeres.

Fue entonces cuando empecé a leer y a estudiar teoría feminista, y a descubrir a todas esas voces que nunca me habían explicado antes. Si a eso le sumo que siempre en mi vida ha habido mujeres muy feministas, no tanto de teoría sino de praxis, creo que no me quedaba otra que cuestionarme lo que buena parte de mi vida fue mi mirada sobre la realidad.  Y, sin duda, también la paternidad y todo el reajuste al que me obligó, fue también, y sigue siendo hoy día, una experiencia clave para empezar a romper con el machista que llevo dentro.

ABOLIR LA MASCULINIDAD

No estoy de acuerdo con el concepto “nueva masculinidad”. Me parece que se ha acabado convirtiendo en una etiqueta vacía y en un pretexto más de los hombres para acaparar privilegios y protagonismo.

Los hombres, empezando por mí mismo, tenemos que hacer mucha autocrítica de esa voz omnipotente y omnipresente que seguimos teniendo. Lo que yo sí que creo es que los hombres tenemos que iniciar un proceso de revisión profunda de nuestras subjetividades, de nuestro lugar en el mundo y de la manera de relacionarnos con las mujeres y con otros hombres. Hay que hacer una “revolución personal” pero que al mismo tiempo tiene que ir acompañada de apuestas sociales y políticas. No basta con la buena voluntad de algunos hombres, o con los compromisos individuales. Hay que cambiar radicalmente el pacto social que reparte de manera asimétrica poderes y derechos, recursos y responsabilidades, entre hombres y mujeres. Es una cuestión de justicia social, de democracia. El feminismo no es más que la democracia llevada a la expresión auténtica de la igualdad.

Hay que hacer mucha pedagogía con los hombres (y debemos hacerla nosotros) y hay que dejarles muy claro que apostar por el feminismo supone perder privilegios, colocarnos en una posición de incomodidad. No creo que haya que engañarlos ni que tratar de convencerlos ofreciéndoles una recompensa. Es un proceso duro y complejo, y las ganancias no son para vosotras o para nosotros, que también, sino que son para la democracia en general, para el mundo que vivimos, para el futuro de nuestros hijos y nuestras hijas.

Y si el objetivo del feminismo es abolir los géneros, no creo que necesitemos nuevas masculinidades. Yo creo que lo que necesitamos es abolir la masculinidad.

EDUCAR A LOS JÓVENES EN LA IGUALDAD, ¿POR QUÉ CUESTA TANTO?

La coeducación sigue siendo deficitaria en las escuelas porque tenemos unos competidores brutales (redes sociales, Internet, publicidad) que lanzan mensajes facilones y seductores en muchos casos contrarios a la lógica de la igualdad.

También, en muchas ocasiones, los padres y las madres, con frecuencia estresados y agobiados, desertamos de nuestra responsabilidad educadora.

Y, en general, los discursos y los planteamientos vitales que tienen que ver con la igualdad, con lo que persigue el feminismo, son necesariamente complejos, necesitan una cierta articulación, interpelan a lo más profundo, y es complicado hacerlos llegar a quienes están en un momento vital en el que tienen otras urgencias. Cuando necesitan respuestas rápidas y que no les compliquen mucho la vida. Cuestionar lo que siempre has asumido como “natural” es complicado y a veces doloroso, y más si eso contradice el imaginario que te ofrecen las redes, la música o las series de televisión.

Pero, insisto, creo que seguimos necesitando una mayor y mejor educación en valores democráticos, en igualdad; educación feminista, diría yo.

LUCHA DE MUJERES, LUCHA DE HOMBRES

Yo creo que vosotras bastante tarea tenéis ya con vuestra lucha cotidiana frente a un machismo que no deja de reinventarse cada día y frente a un mundo en el que todavía os cuesta mucho más demostrar vuestro poder, vuestra sabiduría o vuestras capacidades.

Deberíamos ser los hombres quienes empezáramos a construir una agenda política, una activismo dirigido a nuestros colegas, dirigido a hacerlos participes de la transformación personal y política que este mundo necesita. Tendríamos que hacer mucha pedagogía, sosegada, fundamentada, sobre lo que es y ha sido el feminismo, reconocer la voz y autoridad de tantas mujeres que llevan siglos peleando, dar en muchos casos un paso atrás para que vuestra voz se escuche y se reconozca. 

Y creo que necesitamos referentes, otros imaginarios, otros sujetos masculinos que nos permitan entender con ejemplos que cabe otra manera de ser hombre, otros métodos de ejercicio del poder, otra forma de entender el amor y la sexualidad, otra vivencia de lo emocional y de los cuidados.

EL HOMBRE QUE NO DEBERÍAMOS SER

Este libro no es un memorial de todos los agravios que los hombres, como sujetos privilegiados, hemos cometido a lo largo de la historia. Este libro no pretende hacer un ajuste de cuentas con el hombre, sino con el patriarcado. Este libro mira al presente y sobre todo al futuro. Porque lo que pretende es colocarnos a los hombres delante del espejo para que reflexionemos sobre todo aquello que no deberíamos ser y para indicarnos el itinerario a seguir para construirnos de otra manera. Unos nuevos hombres que hagamos posible al fin una sociedad en la que nosotros dejemos de ser los poderosos y ellas las subordinadas

#WETOO

El #MeToo, el 8 de marzo, el 25 de noviembre, «Hermana, nosotras somos tu manada», #Cuéntalo, «Ni una menos». La cuarta ola feminista ha irrumpido con fuerza arrolladora en la vida cotidiana y está aquí para quedarse. Mientras las redes lanzan con frecuencia mensajes contradictorios, la solidaridad fe – minista —la sororidad— derriba fronteras y trata de frenar al machismo más tóxico y violento. ¿Cómo están viviendo todo esto los más jóvenes? Mientras las chicas van sabiendo quiénes son y lo que valen, los chicos andan desconcertados entre modelos viejos de masculinidad y la falta de nuevos referentes. Todo ello en un mundo en el que todas y todos seguimos condicionados por un machismo que se resiste a desaparecer y que incluso se ha reforzado en los últimos años. Unas páginas comprometidas y apasionadas para ayudar a los y las más jóvenes a convertirse en personas igualitarias. Sin mordazas y de una forma directa y sencilla, #WeToo sacude los cimientos de la sociedad patriarcal para ofrecer una guía y abrir espacios de reflexión en las aulas, en las calles y en la vida. Capítulos como «Lo contrario al feminismo es la ignorancia», «Follar con empatía» o «Si no es sí, es no» son llamadas a la acción feminista en la que todas y todos, chicas y chicos, deberíamos participar. Porque solo así podremos construir unas sociedades plenamente democráticas y un mundo más justo.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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