(c) Asís Ayerbe

PILAR ADÓN: “CUANDO TERMINAS DE LEER UN LIBRO QUE TE HA GUSTADO, ERES OTRA PERSONA”

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Pienso en De bestias y Aves (Galaxia Gutenberg, 2022), la última novela de la escritora, poeta y traductora Pilar Adón (Madrid, 1971) no como un libro, sino como una sala de un museo repleto de vitrinas, repletas de belleza entre las que se cuela, también, la angustia. Pienso en Pilar, en su figura, e imagino una cabeza en la que las letras vuelan como los colibríes libando el néctar de mil flores. Su escritura me sugiere el vuelo circular y repetitivo de los vencejos en Madrid. Poético, bien hilado, consciente de que nunca chocará con un imprevisto. Me recuerda, también, a las esculturas hechas de letras de Jaume Plensa. Pilar ya es toda una veterana de las letras, de su lectura y de su escritura, aunque cuente poco más de cincuenta años y publicase su primera novela a sus 29. No es la primera vez que tengo la oportunidad de charlar con Pilar: ya lo hicimos a propósito de un artículo interesantísimo sobre literatura australiana, de la que Pilar es gran conocedora y divulgadora. Esta vez nuestra charla comienza cruzando impresiones sobre la no maternidad, antes de empezar a hablar sobre su último libro: “Nunca quise tener hijos. Supe, desde siempre, de una manera consciente y desde muy pequeña, que no iba a ser madre. No quería serlo. Recuerdo que algún amigo me dijo, porque yo comentaba esto desde siempre, “ya verás cuando te suene el reloj biológico”. A mí no me sonó nunca. Hablo bastante de esto en mi poemario Las órdenes (La Bella Varsovia, 2018), en el que trato las relaciones familiares, mi responsabilidad como hija. Comenté mucho, durante la promoción de ese poemario, que no soy madre, pero sí soy hija. Llega un momento en el que, como hija, terminas haciendo de madre de tus padres. Llega un momento en la vida de una mujer que ha decidido no tener hijos, sobre todo cuando cumple ya los treinta años, en el que mucha gente, de manera bienintencionada (a veces, no tanto) le dice “te vas a perder lo mejor de la vida”, “vas a renunciar a algo muy importante en la vida de cualquier mujer”. Hubo quien me dijo que, si no tenía hijos, iba a estar sola cuando fuera mayor. Fue algo que me afectó mucho esa condena a la soledad de manera impuesta por no haber querido ser madre, me pareció excesivo. Hubo quien me acusó de egoísta, incluso. Y de ahí surgió este poemario. Ahora, con cincuenta, ya nadie me dice nada. Con treinta años fue complicado, la verdad. Hablando con otras mujeres que no han sido madres, encuentro, encontramos, que la sociedad es, a veces, muy cruel”.

Me provoca mucha curiosidad saber cómo una inicia una historia o cuál es el proceso hasta que llega a ella. ¿Cómo llegó esta historia a tu cabeza y a tus dedos hasta convertirse en un libro?

Este tipo de historia de una mujer que huye, que quiere estar en otra parte, que quiere liberarse. Que, en cierto modo, tiene miedo. El miedo, la huida y el encierro son temas que me interesan desde El hombre de espaldas, la primera novela que publiqué con 29 años. La idea de huir es algo que tengo muy presente siempre, es un tema que me interesa mucho. Al final, los escritores siempre terminamos escribiendo de los mismos temas que subyacen de las historias. Si piensas en otros autores que te interesen, de los que hayas leído vayas obras, verás que los temas “profundos” casi siempre son los mismos. Luego van derivando en distintas historias o argumentos, pero el poso suele ser el mismo. Yo quería hablar de una mujer muy perfeccionista, que está muy obsesionada con su trabajo —ella es artista, creadora—, que quiere rozar la perfección y cómo llega un momento en el que está agotada mentalmente. Además, carga con la culpa de la superviviente porque en un accidente de coche su hermana se ahogó y ella sobrevivió. Llega un momento en el que ya no puede más y decide liberarse. En un acto de rebeldía absoluta y de cierta irresponsabilidad, lo deja todo y se va. Yo quería ese arranque, el de la mujer que se libera de esta manera y, a partir de ahí, todo lo que le pase entra en un terreno de cierta irrealidad. Cuando llega a Betania, entra en otra dimensión.

No solamente las mujeres son protagonistas, sino también la naturaleza. ¿En qué medida lo es y cómo acompaña a las mujeres de tu relato?

La naturaleza es otra constante en mi escritura, tanto en la poesía como en la prosa. Está siempre presente porque, cuando ubico a estas mujeres en comunidad, suelen estar en casas aisladas rodeadas de bosque. El monte viene a ser una especie de elemento envolvente que incrementa su aislamiento. No es una naturaleza de jardín, domesticada. Es una naturaleza real, que escapa al control del ser humano. En el caso de este libro, Coro, la protagonista, que está muy acostumbrada a controlar su trabajo se encuentra, de repente, en una situación en la que no solo no controla la vida de las mujeres en Betania, sino que tampoco controla nada de lo que hay alrededor. La naturaleza, al principio de la novela, viene a ayudar a la inquietud que se genera, al desasosiego que roza el terror para, poco a poco, ir haciendo que Coro se libere. No como ella quería liberarse, pero sí de manera efectiva de la carga que ha estado aplastándola toda su vida.

¿Crees en las comunidades de mujeres? 

Creo profundamente en ellas. De hecho, antes de esta novela publiqué una novela corta, Eterno amor (Páginas de Espuma, 2021) y en ella ya hablaba de una comunidad de mujeres cerrada, a la que también llega un intruso. Es una comunidad que se autorregula: son independientes económicamente, dueñas de sus voluntades. Me interesan mucho las comunidades utópicas. Analizando estos días por qué me pueden interesar, salvando un poco lo que son las comunidades autogestionadas, recuerdo que, cuando era pequeña, en el pueblo de mis padres, cuando yo vivía con mi abuela, éramos cuatro mujeres y dos hombres. Por las noches, en invierno delante del fuego y en verano en el patio, nos reuníamos las mujeres. Venían mis tías, amigas y vecinas de otras casas del pueblo y allí nos juntábamos a hablar. Las niñas escuchábamos muy atentas y las mujeres mayores contaban historias de manera increíble. Eran unas narradoras impresionantes, fabuladoras natas. Elucubraban, contaban lo que pasaba y lo que no, también. Nosotras asistíamos a estas reuniones fascinadas porque, de repente, descubríamos un mundo que no era el de las niñas. Estos círculos de mujeres, cuando aparecían los hombres, se rompían porque ya había que hacer la cena o atenderlos. De alguna manera, esto me marcó. No solo escuchar esas historias increíbles que van evolucionando con el paso del tiempo y terminan convirtiéndose en leyendas sino el hecho de que, de repente, algo que era fascinante y mágico quedaba roto porque llegaban los hombres. No quiero juzgar: no era ni mejor ni peor. Los hombres eran mi padre, mis familiares, a los que yo quería mucho. De hecho, este libro está dedicado a mi padre, que está muy relacionado con la naturaleza en mi imaginario.

Coro, la protagonista, es una mujer muy perfeccionista, entregada a su trabajo. ¿Tú eres un poco Coro?

Coro es mucho más valiente que yo, mucho más. En la situación en la que se encuentra Coro yo, como persona, creo que habría colapsado. Ella es capaz de sobrevivir y no solo eso: al final, resucita de manera simbólica. Sí es cierto que todo lo que te contaba al principio sobre la obsesión, el perfeccionismo, el detalle… todo lo que ella quiere hacer con su trabajo, ahí sí hay un vínculo evidente y que a casi todos los creadores les puede resultar familiar.

Cuando una escribe un libro y lo pone en manos de las lectoras. En ese momento, las lectoras nos apropiamos de esa historia. ¿Qué te está aportando esta historia desde su publicación?

Lo que espero siempre es que los lectores participen, que se sientan implicados, que sientan la angustia de Coro y también su liberación. Que aporten sus propias experiencias a las experiencias de la protagonista. Es algo, además, que yo fomento. Te habrás dado cuenta de que, en un primer momento, quieres sacar a Coro de donde se ha metido. Luego quieres acompañarla y, al final, sientes alivio, ciertamente. Quiero que el lector se involucre. Hay algo que siempre me sorprende con las reacciones de los lectores, en los encuentros y clubes de lectura: cómo los lectores descubren símbolos en el libro que los que yo, en ocasiones, no era muy consciente. Por ejemplo, ciertos símbolos bíblicos que abundan en la novela: Betania, los nombres de los personajes, el agua como símbolo constante… hay otros que me están descubriendo estos días los lectores y con los que yo estoy absolutamente fascinada. Tengo la teoría de que, cuando terminas de leer un libro que te ha gustado, eres otra persona. Conseguir eso sería una maravilla.

 

pilar adón

Termina el verano, cambia la estación, y una mujer conduce durante horas en plena noche sin saber que se aproxima a Betania, una casa aislada, casi un territorio fuera del mundo. Un lugar desconocido y habitado exclusivamente por unas mujeres que, sin embargo, sí parecen conocerla a ella. Lleva a sus espaldas a una hermana ahogada, y no le ha dicho a nadie que se marcha ni adónde porque ni siquiera ella sabe que su viaje va a ser tan largo. Que está a punto de entrar en una casa en la que las mujeres se visten de la misma manera, como adeptas de un culto ancestral, y llevan a cabo extraños ritos y celebraciones. Un espacio en el que las cabras dominan todo lo que no esté vigilado por los innumerables perros que viven allí, y en el que una roca inmensa oculta la luz del sol y domina el paisaje. En el que, al fondo, un lago delimita las fronteras del terreno, sobrevolado de manera perpetua por las aves. Y en el que también viven una mujer ciega a la que todas adoran y una niña que corretea de un lado a otro sin haber salido jamás de ese sitio. Un rincón de tierra, agua y árboles donde la recién llegada no quiere estar a pesar de que tal vez sea, como le dicen sin que llegue a creérselo, el lugar en el que descubra por fin lo que significa formar parte de algo.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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