¿Son las emociones universales o el contexto cultural influye en ellas? ¿Es la cara el espejo del alma o hay un entramado detrás de nuestras emociones? ¿Tienen las emociones un pasado? ¿E influencia en los sistemas políticos? Estas son las cuestiones que se plantea el investigador británico Richard Firth-Godbehere. Doctorado en la Queen Mary University of London, es miembro asociado de The Centre for the History of Emotions y está considerado uno de los principales especialistas mundiales en el ámbito de las emociones, su campo de investigación interdisciplinar. Fue a raíz de que a su mujer le diagnosticasen metofobia —pánico a vomitar— cuando se adentró en el estudio de
Esta pregunta es la que lleva en la cabeza del investigador británico Richard Firth-Godbehere desde que empezó a estudiar las emociones justo cuando le descubrieron a su esposa emetofobia, que es el miedo a vomitar. Este hecho es el hilo conductor de Homo emoticus. La historia de la Humanidad contada a través de las emociones (Salamandra, 2022), un ensayo en el que da cuenta de la relación entre la Historia y cómo nuestros sentimientos han sido definitivos en su transcurso. Desde Platón hasta la actualidad, pasando por San Pablo o San Agustín. De Descartes a la computación, Firth-Godbehere nos ayuda a entender cómo funcionan nuestras emociones.
El libro comienza diciendo que los humanos no sienten emociones. Es impactante. ¿Qué sentimos?
Sentimos sentimientos. «Emoción» es una categoría en la que ponemos ciertos sentimientos, pero en realidad es solo una caja. Lo que ponemos en la caja cambia de una persona a otra y hay casi tantas definiciones de esa caja como personas estudian las emociones. Por ejemplo, la mayoría de la gente no piensa en el hambre como una emoción, pero sí en el asco. Al mismo tiempo, científicos como el difunto profesor Jaak Panskepp argumentaron que el asco no era una emoción porque era solo un opuesto al hambre —el deseo de evitar la comida— y tendríamos que incluir el hambre como una emoción si incluyéramos el asco. Así que no es que las emociones no existan exactamente, sino que las emociones son solo una categoría que utilizamos para algunos sentimientos. Y hay muchos más sentimientos.
¿Cuándo empezó a imaginar este libro? ¿Cómo se interesó por el estudio de las emociones?
Me interesé por las emociones porque mi mujer sufre emetofobia, es decir, miedo a vomitar y a estar cerca de personas que vomitan. Quería entender mejor su problema así que, como historiador, empecé a investigar los vómitos —y, por tanto, el asco— en la Historia. Eso me llevó a interesarme por todas las emociones en la historia. Hace unos dos años y medio me di cuenta de que no había ningún libro que presentara este tema al público en general, así que me puse a escribir uno.
¿Existe la Historia sin tener en cuenta las emociones?
No. Casi nada ocurre en la Historia sin un elemento emocional. Las guerras se inician con tablas de lógica; los líderes no gobiernan sin utilizar los sentimientos para controlar a su pueblo; las religiones tienen que ver con el control y el uso de las emociones, ya sea un mandato de amar a Dios por encima de uno mismo, o de controlar tu deseo para que tu reencarnación sea mejor (o no suceda, en el caso del budismo). La Historia es un conjunto de personas razonables que usan la razón todo el tiempo porque los humanos no somos lo que algunos filósofos y economistas llaman «actores racionales». Somos actores emocionales.
¿Cuáles fueron sus motivaciones para elegir los momentos históricos destacados en el libro?
Quería abarcar un amplio espacio de tiempo y viajar por todo el mundo tanto como pudiera y, al mismo tiempo, emplear ejemplos que pusieran de manifiesto lo diferentes que pueden ser algunas emociones en distintos momentos y lugares.
En esta sociedad hiperconectada en la que vivimos, ¿qué papel juegan las emociones? ¿Qué papel sería deseable que desempeñaran?
Las emociones están por todas partes en el mundo moderno. La más fuerte podría ser un tipo de amor conocido como pertenencia. Provocada por la oxitocina y otros factores, la pertenencia es lo que une a los grupos, lo que nos hace a nosotros y a ellos. Internet ha permitido que estos «nosotros» en grupos se extiendan por todo el mundo. Ha permitido que personas que antes pensaban que estaban solas encuentren personas afines, y esa es una forma maravillosa de usar las emociones en el mundo hiperconectado. El problema es que por cada enfermo que encuentra una comunidad, hay un teórico de la conspiración que cree que el mundo es plano o está gobernado por lagartos que también adquiere más confianza al encontrar a quienes piensan lo mismo.
¿Cuál es su emoción favorita?
El asco: es el que estudio todos los días y es profundamente fascinante. Puede hacer de todo, desde impedir que comamos veneno hasta controlar nuestra moral. Puede ser una fuerza para el bien y para un mal terrible.
La historia de la Humanidad no puede ser explicada únicamente a través de los acontecimientos políticos, los cambios económicos y los movimientos migratorios sucedidos a lo largo de los siglos, sino que necesita un hilo conductor mucho más profundo. Un camino que Richard Firth-Godbehere sigue en Homo emoticus, donde defiende que lo que realmente da sentido y coherencia a esa línea temporal que llamamos historia de la Humanidad son las emociones que han dominado a los seres humanos desde el inicio de los tiempos.
Firth-Godbehere condensa en este libro los saberes adquiridos a lo largo de toda una vida investigando las emociones. Sin ir más lejos, su tesis doctoral versaba sobre la repugnancia, algo a lo que hay que sumar su licenciatura en Historia de las Ideas y sus vastos conocimientos sobre psicología, neurociencia, arte, filosofía y religión. Y ahora, echando mano a semejante bagaje cultural, presenta Homo emoticus, una obra que nos hace comprender cómo dichas emociones no tan solo afectan a nuestra vida cotidiana, sino que configuran lo que llamamos Historia Universal de la Humanidad.