SUDAKASA, UN LUGAR DE CREACIÓN EN COMUNIDAD

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Cuando llego al local donde he quedado con la escritora y periodista Gabriela Wiener (Perú, 1975), está cerrado. Le escribo y me dice que, aunque ella llegará un poco tarde, seguro me encontraré pronto a sus compañeras. De la misma, aparecen la editora Marcela Rodríguez (Perú, 1982) y la escritora Claudia Apablaza (Chile, 1978), fundadoras y compañeras de Gabriela en el proyecto Sudakasa. Encontramos una alternativa, nos sentamos, pedimos café. Apenas hemos empezado la entrevista y la naturalidad con la que estas tres mujeres conversan impregna todo y me lleva hasta la orilla que hace comprender el tejido que comparten. Hoy hablamos con ellas sobre  el poder de reivindicar a través de la vivencia, sobre la necesidad —y la belleza— de crear espacios interdependientes y sobre Sudakasa, el proyecto que han fundado de experiencia para la escritura y el arte en comunidad.

¿Qué es Sudakasa?

Gabriela: Sudakasa es un lugar de creación, de construir un discurso político acerca de nuestra condición de migrantes y artistas que es lo que sabemos hacer. Hemos estado construyendo esta idea a partir de un espacio comunitario de acción y de producción artística y literaria colectiva. Somos gente que sabemos qué es la irregularidad, qué es estar precaria, qué es tener que criar, qué es cuidar en esas condiciones. Nos hemos ido aferrando a este lugar de una manera u otra cada vez más politizadas y con una mirada de transformación y de acción política. También de ahí le hemos puesto Sudakasa: por apropiarnos del insulto sudaca y convertirlo en esta otra cosa. Es un proyecto que tiene muy poco tiempo, pero que es un sueño de hace muchos años que también nos permita funcionar de manera autogestionada, sin depender de los espacios institucionales blancos.

¿Os conocéis de antes?

G: Nosotras nos conocemos de varios momentos de la vida. Nos conocemos por ser latinoamericanas, por tener proyectos relacionados con la edición y con la producción literaria. Hemos sido gente muy trashumante,  de aprovechar espacios, redes y alianzas en Madrid para hacer nuestras cosas, y esta vez tenemos la posibilidad de hacerlo en nuestro espacio. No un espacio solo para talleres, o un espacio solo para enseñanza, sino que tuviera mucha carga experiencial. Porque finalmente el arte y la escritura que hacemos las migras, es muy desde el cuerpo, muy visceral, situada y atravesada por nuestras experiencias.

Entonces, Sudakasa no es solo un espacio de trabajo,  sino también un espacio de convivencia.

Marcela: Es una apuesta de entregarnos a proyectos más orgánicos dentro del editorial, no como papel impreso o editorial, sino como puntos de encuentro para gestar vínculos y otro tipo de redes a través de la creación. Ame, mi compañera, y yo, somos quienes habitamos la casa desde junio. Pero sobre todo es un sitio que nos reúne a todas, especialmente nosotras que  vivimos el fin del mundo a diario.

¿A qué te refieres con que vivís el fin del mundo a diario?

G: Nos referimos a nuestras vidas como migrantes, como sudacas, el fin del mundo es todos los días. Gestar y tratar de armar un espacio así hace que, al menos, las dificultades que vivimos las vivimos colectivamente. Lo entendemos así: un espacio que nace primero dentro de nosotras y que se materializa hacia afuera después; que sea un punto de encuentro entre nosotras y con la gente que, de una manera u otra, también esté viviendo su fin del mundo en lo creativo o en lo personal.

Habéis empleado la expresión “gesta el proyecto”. No sé en qué fase de la gestación estaréis, pero una vez acabe esta fase habrá un momento de “maternar” en colectivo, ¿no?

Claudia: Claro. Si seguimos con la metáfora de maternar un proyecto esto será una maternidad colectiva. Si realmente somos capaces de organizarnos para poder hacer que esa criatura crezca fuerte, bella y que abarque todas las maternidades, será una cosa muy potente; un trabajo de negociación constante con la complejidad de lo colectivo de la que hablábamos antes.

¿De qué manera un proyecto así reubica, tanto en lo profesional como en lo creativo, los cuidados en vuestra vida?

G: Para mí la palabra “cuidados” se vació de sentido para las personas migra. Quizá porque fue uno de los temas troncales del feminismo blanco de los últimos años y, aunque estuvo muchísimo en la primera línea de las luchas en los últimos años, lo que vimos nosotras ha sido una práctica de violencia virulenta contra las personas más frágiles de este movimiento. Esto provocó que nosotras dejáramos de usarlo. También por la connotación que tiene una palabra como esta en una sociedad profundamente racista. Lo que se hace normalmente con las personas migrantes y racializadas es básicamente: «bueno, yo te salvo, yo te ayudo, y yo necesito ponerme la medalla de todo lo que estoy haciendo por ti». Ahora queremos articularlo nosotras desde este cuidado mutuo en interrelación con personas que están en nuestra misma situación. “Cuidados” es tratar de seguir haciendo acción política para transformar las estructuras, porque mientras las estructuras siguen siendo blancas y jerárquicas el resto sólo serán apaño.

M: También es interesante mirarlo desde la literalidad del espacio. Desde que apareció Sudakasa tenemos otro tipo de vínculo con el territorio. De pronto este pedazo de tierra empiezas a habitarlo, dejas que te empiece a acoger también. Es algo que creo que sólo la estoy pudiendo empezar a vivir recientemente porque muchas venimos de la vida en las urbes donde los pisos cambian constantemente y no hay sensación de pertenencia.  Creo que hay una emoción distinta cuando el lugar geográfico te cuida tanto como tú estás dispuesta a cuidarlo también.

¿Cómo está siendo esto en la dimensión más humana, más de hacerse responsable de las personas que conforman el proyecto?

M: Hay algo interesante y es que nosotras entendemos cosas de nuestras compañeras sin tener ni siquiera que enunciarlas a veces. Hay un nivel de comprensión y de contención que no se puede explicar necesariamente con “ah, sí, lo que me pasa es esto”. Venimos de contextos similares y nos cuidamos en el día a día estando, haciendo.

¿Y cuáles son las dificultades de habitar un espacio como este de la manera que lo hacéis?

C: A veces es difícil porque todavía muchas compañeras de nuestra generación viven en un mundo muy personal, muy individualista. Es toda una decisión integrar un espacio como Sudakasa en la vida, y a veces cuesta porque realmente necesitas estar en tu rollo y escribir tu libro o el que sea el proyecto en el que estás. Tiene mucha dificultad, mucho compromiso y una responsabilidad muy grande. Lo que pasa es que también las dificultades —cuando alguna persona entra y después sale del colectivo, por ejemplo— también se gestionan  desde el cuidado.

G: Creo que el tema de la salud mental está muy presente en este asunto cuando hablamos de cuidar y cuando hablamos de fin del mundo y cuando hablamos de ser artista, de escribir o cuando hablamos de migración y cuando hablamos de soledad. Todo esto está muy relacionado con la precariedad. La marginalidad deja huella en nuestra psique y constantemente estamos entrando y saliendo de lo colectivo precisamente por estas soledades, por este miedo, por esta desprotección. Aceptar eso también desde ese lado es también es parte del aprendizaje: no forzar lo colectivo cuando hay tantas otras cosas que condicionan procesos como estos.

 

 

¿Y cómo es la crianza en un espacio como Sudakasa?

G: Los niños y las niñas aún no lo habitan en el día a día pero en las vacaciones estamos todo el día metidos ahí lo que hace que realmente sea un espacio de convivencia. O sea, ahora en Navidad, por ejemplo, ¿dónde crees que la pasaremos las migras? De repente tienes un lugar que es un espacio propio. Hasta ahora había ocurrido que en alguna casa española te hacen un lugar en la mesa de Pascua pero lo que nosotras buscamos es cocinar pavo, comer panetón y preparar y disfrutar de las cosas que comemos en Perú o en Chile o de donde seamos.

C: Además veo muy importante una dimensión concreta de la crianza que es esa experiencia que les damos a nuestros hijos e hijas. Al final lo que estamos construyendo nosotras es lo que muchos españoles ven cómo “el pueblo”, el lugar a través del cual pueden salir de la ciudad. Y obviamente es algo que va a marcar su imaginario, su subjetividad. Pensá que nuestro pueblo está a miles de kilómetros.

De alguna manera es como resignifica el hogar…

G: Totalmente. Piensa que hay muchas cosas que a nosotras nos atraviesan de extranjería que son terribles. Como por ejemplo la manera en la que es complicadísimo para nosotras viajar a nuestros países porque cuando son vacaciones los pasajes están impagables. Las multinacionales del transporte de aviación juegan con nuestro dolor, nuestro desamparo. Mucha gente migra es gente pobre y son quienes tienen que pagar esos vuelos -y ahorrar durante años- para poder ir a ver a su familia un rato. La otra opción sino es desconectar de sus países y de sus territorios, despedirse por teléfono. Pensamos que un espacio como este puede ser lugar de  acogida intergeneracional en los que los cuidados puedan extenderse a eso: a nuestras identidades, a nuestras condiciones de migrantes, a nuestro estatus legal aquí. Con nuestros niños, con nuestros mayores y con  nosotras mismas.

Me parece muy interesante todo esto que estáis diciendo y hay una cosa que quería traer: «La teoría la tengo, ¿cómo me la meto en el cuerpo?», una frase tuya y es un poco todo esto que estáis contando, ¿no?

G: Totalmente. Es una frase de Huaco Retrato y desde luego aunque el libro me ha traído muchas cosas, una de las más importantes es Sudakasa. Siento que con este libro han cambiado muchas cosas a través de experiencias comunes. De meterse la teoría en el cuerpo viene esto de “compartimos esta identidad, compartimos este deseo de contar nuestras historias y ahora tener un espacio para hacerlo”. Y cuando las contradicciones nos atraviesan una y otra vez, las abrazamos.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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