Cuando vi el título del último libro de Macarena Álvarez (Buenos Aires, 1984), Algo explotó acá adentro (Ediciones en el mar, 2023), sentí que nos unían los hilos invisibles de la maternidad. Macarena, como esta revista, se explica lo materno como un estallido, igual que esta revista se explica en El nuevo baby boom o la ilustradora Amaia Arrazola lo hace en su libro ilustrado El Meteorito. Madre expatriada, escritora y co-creadora de Comadre Podcast (un podcast sobre maternidad feminista, que se ha convertido en plataforma desde donde se imparten charlas y talleres de lectura y escritura), también co-creó Navegar el desarraigo, taller en torno a la migración y las maternidades, para madres viviendo lejos de casa.
En esta nueva propuesta literaria, Macarena reflexiona sobre la maternidad como madre, pero también como hija —«Qué cosa las madres. Las madres vistas desde los ojos de hijas convertidas en madre. A esas me refiero. El cristal empañado con el que las miramos empieza a desempañarse. Hay una figura difusa instaurada en nuestra mente que empieza a esclarecerse. Esto que soy, que no puedo definir, también es ella, hace treinta y dos años, cargando a su primera hija recién nacida, entendiendo nada. La cercanía se palpa en el aire y en las miradas. El primer nieto, de su hija mayor, constituye un triunfo. La existencia de ese bebé es la alianza irrompible»—. Como argentina, pero también como expatriada en Reino Unido —«Es curioso que ni siquiera encarnando un modelo de mujer tradicional me identifico con lo que representa. Siempre me gustó escupirle en la cara a las convenciones. Nunca me excedí, pero me acomodé en un borde y ahí me quedé, porque ahí es donde mejor respiro. Por eso disfruto vivir en el extranjero, porque me distingue. Allá soy la que me fui, y acá la expatriada. En un punto, la inmigración me salva del convencionalismo que encierra la maternidad. Y me da la oportunidad de enriquecerme de lo impropio»—. Sobre la identidad perdida, pero también sobre la ganada. Sobre la pareja, pero también sobre la soledad. Desde las horas que pasan lentas, pero qué pronto pasan los años. Con dos maternidades encima y tres libros publicaciones, charlamos con ella para saber cuál es la influencia de lo materno en su trabajo y sobre su crianza lejos de su país de origen.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?
Trabajaba como freelance en Recursos Humanos para proyectos puntuales. Después de ser madre me urgió conseguir un trabajo permanente y, por suerte, me contrataron de la empresa en la que colaboraba externamente. Creo que el cambio más significativo fue ese: que mi trabajo post maternidad se formalizó. Que logré conquistar la estabilidad de un sueldo a fin de mes y los beneficios de una empresa. Así, cuando me embaracé por segunda vez, me aseguré una licencia de nueve meses pagada. Tener esa seguridad hizo que pudiera animarme a encarar proyectos artísticos sin la presión económica que muchas veces viene con ese salto al vacío que implica emprender en el mundo del arte.
¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?
Lo mejor: el contacto diario con el imaginario y la inocencia de la infancia. Y la suavidad de los abrazos.
Lo peor: El agotamiento físico de los primeros años. Y la sensación de fracaso producto de las ridículas exigencias sociales.
La maternidad ha atravesado tu vida. Desde Comadre podcast hasta este libro, ¿cómo ha sido el proceso?
Ha sido un proceso largo de mucho aprender y desaprender. Fui tomando consciencia del valor social de la maternidad a medida que mi primer bebé crecía y comprendía las limitaciones que su cuidado implicaba. Luego, con mi segundo embarazo, me empecé a informar sobre parto humanizado y con mi segundo puerperio, sobre salud mental perinatal. Cuando vino la pandemia se hizo inevitable valorar el trabajo doméstico y de cuidado y ya con el podcast la concientización se convirtió en lucha. Sigo atravesada por la maternidad pensando y repensando mi rol todos los días, cada vez más convencida del carácter político de esta experiencia que tantas personas viven y han vivido en las sombras.
¿Cómo se vive la maternidad como expatriada?
¡Es otra película! Por supuesto que cada experiencia es diferente, pero, por lo general, a las madres migrantes nos falta red y nos sobra cansancio y soledad. Estamos un poco a la deriva, absorbidas por la crianza y el desarraigo, intentando descifrar el impacto de nuestra elección en nuestra familia de origen y nuestros propios hijes. El cerebro se llena de preguntas y el corazón de culpa por no impregnar nuestra patria en nuestra descendencia y por alejar a nuestros padres de sus nietes y a nuestros hermanes de sus sobrines. Atravesar los primeros años sin la presencia física de nuestros seres queridos se hace muy cuesta arriba. Es vital tejer vínculos con gente afín —sean o no sean del mismo país del que provenimos— y construir una tribu para no caer en el abismo. Yo tuve la suerte de tener esa tribu en Londres con madres hispanoparlantes con las que formábamos un grupo enorme de sostén. Cuando me mudé a Gales me resultó más difícil, pero, eventualmente, me hice muy amiga de dos británicas con intereses similares a los míos e hijes de la misma edad que los míos, con las que hacemos muchos planes y nos acompañamos en la diaria.
¿Cuál es el germen de tu libro?
El quiebre en mi identidad una vez convertida en madre.
«Y es que el día del parto, una vez nacido el hijo, la mujer que fui va a ser expulsada detrás de él, en forma de placenta. Como estaré sobrepasada de hormonas no voy a prestar atención a ese adiós». ¿Cómo has vivido y reflejado tu pérdida de identidad —y la ganancia de una nueva— tras convertirte en madre?
Lo viví con desesperación por la pérdida de lo que era y con deslumbramiento por el poder transformador de la nueva identidad. Lo he reflejado a través de los episodios que producimos con Vicky —la otra voz detrás de Comadre podcast— y el contenido que difundimos a través de redes y talleres. Se me hizo esencial comunicar las penas y las glorias de la maternidad así como su carácter político.
¿Es un doble duelo la maternidad y también la maternidad en un país que no es el tuyo?
Definitivamente. Un duelo que se transforma y se renueva constantemente, en pequeñas escenas cotidianas y en etapas que se van cerrando para dar lugar a otras que, en algún momento, también se cerrarán. Es un círculo vicioso que me angustia y me revitaliza por igual.
¿Qué lecturas te han acompañado en tu maternidad?
Los libros de Rachel Cusk, Jane Lazarre, Deborah Levy, Maggie Nelson, Adrienne Rich, Margarita Garcia Robayo, Silvia Nanclares, Mori Ponsowy, Laura Freixas, Jazmina Barrera, Clover Stroud, Natalia Ginzburg, Leila Sucari, Marina Yuszczuck, Elaine Glaser, Sheila Heti, Nuria Labari, Hollie McNish y Esther Vivas.
La protagonista narra, en primera persona, los cambios a los que se enfrenta con la llegada de su primer hijo y las complicaciones que estos cambios acarrean en su identidad y en su entorno: la conciliación laboral, los vínculos, las emociones, todo magnificado por la soledad que impone su condición de migrante en Londres. Si bien su matrimonio sale a flote, atraviesa la ruptura de una amistad con un exiliado político que desaprueba la maternidad. Este enfrentamiento pone en relieve muchos de los cuestionamientos que empiezan a aflorar en torno a su condición de mujer y madre. Algo explotó acá adentro reivindica los trabajos de cuidado y manifiesta las similitudes que hay entre la experiencia materna y la de migrante: dos duelos que conviven adentro suyo empujándola a irse y a quedarse al mismo tiempo.