Arrancarse las espinas clavadas. Buscar las voces silenciadas. Poner en valor el testimonio vital, cultural, social, político, literario y sentimental de ese 50% de la población definido por su condición de mujer. Estas son algunas de las premisas, estos son algunos de los motivos que llevaron a la filóloga Alicia de la Fuente (Madrid, 1990) a crear la editorial Espinas, una editorial que se define como feminista, independiente y residente en Madrid. Espinas es uno de esos proyectos que queremos ver nacer, que queremos conocer y que necesitamos. En una conversación con Alicia, que suma a su título de filóloga el de editora valiente, hablamos sobre violencia cultura —el silencio y la falta de referentes—, sobre la apropiación de las identidades de las mujeres —los casos de los apellidos de las autoras que ha publicado son ciertamente reveladores—, de la necesidad de ser altavoz y de restituir la parte de la historia que nos falta: la contada por nosotras.
¿Quién es Alicia de la Fuente y cómo ha llegado a convertirse en editora?
Estudié Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid y, más adelante, el curso de edición que me haría lanzarme a esta aventura. Sin embargo, si me preguntas quién soy, creo que soy, principalmente, una lectora. Supe desde siempre que mi trayectoria vital tenía que estar vinculada a los libros. Como otra de las cosas que soy es feminista, supongo que Espinas es la consecuencia de esas dos partes de mí misma: la lectora y la mujer feminista unidas para darle voz a las que no la tuvieron.
¿Qué espacio ocupa la perspectiva de género en tu iniciativa por crear una editorial como Espinas?
Ocupa un espacio fundamental. Venimos a decir que la historia de la Literatura —esa en mayúsculas que nos enseñaron— estaba incompleta. Faltaban las mujeres, las escritoras, una mitad que nos han arrebatado. Es imposible reparar el daño que se ha hecho a las autoras, también es irreparable la falta de referentes para tantas lectoras. Las mujeres han sufrido violencias en todos los ámbitos, Espinas lucha para que se reconozca su labor en el campo de la literatura. Que la mayoría de voces de mujeres hayan sido silenciadas no es fortuito. Todo el engranaje patriarcal ha estado al servicio de este ocultamiento. Nosotras teníamos que ser esposas, hijas y madres. Pero no artistas, ni científicas, ni políticas
¿Qué te llevó a elegir a las primeras autoras que has publicado?
Quería ilustrar que este sistema patriarcal se ha ejercido en todas partes. Desde una biografía rusa —con Ana G. Dostoievskaia— hasta una autora peruana —Mercedes Cabello—. Es una especie de mapa mental en el que podemos viajar a dos partes absolutamente opuestas, dos mujeres en las antípodas y, no obstante, el hilo que las une es ese que parece irrompible: la violencia cultural contra las mujeres. El machismo. El patriarcado.
Entre tantas voces olvidadas, ¿cuáles te gustaría que se escuchasen bien fuerte?
Todas, todas las autoras que nos han arrebatado. No nos vale con escuchar la misma música siempre. Hay que buscar en el pasado y recuperar todas las voces que podamos, porque es lo justo. Porque a ellos no les han olvidado. Porque un hombre siempre tiene un referente, porque ellos no tienen que plantearse si van a ser los primeros, no viven con ese miedo. La falta de referentes es una fuente inagotable de inseguridades. Y es lo que se busca. Enterrar los nombres de las pioneras para que las que vinieran después no se atrevieran. Por eso es tan importante decir que existieron.
¿Cuáles son tus primeras impresiones en esta incursión tuya tan valiente en el sector editorial?
El sector editorial es tremendamente hostil. Creo que si se dieran más incentivos, no de tipo económico si no, tal vez, facilidades a la hora de hacernos visibles a los nuevos proyectos, sería de gran ayuda. Por ejemplo, si la Feria del Libro de Madrid —de donde soy— fuera más accesible o si hubiera algún espacio de promoción a las pequeñas editoriales, nos ayudaría muchísimo. La inmensa mayoría de lectoras no conocen todavía el proyecto. Y es una lástima.
Hablábamos sobre los apellidos de las autoras. ¿Qué te sugiere el hecho de que sus identidades estén tan íntimamente relacionadas con las de sus maridos?
Esta pregunta la relaciono con la de por qué había elegido a esas autoras. Como digo, el nexo que une sus diversos mundos, es el patriarcado. Lo podemos ver en sus apellidos, “Dostoievskaia” (por Fiódor Dostoievski) y “de Carbonera”. Es una forma de acabar con su individualidad, con su persona, su identidad. Son propiedad de los padres y, cuando se casan, pasan a ser propiedad de los maridos. Es una violencia que hemos asumido y que tenemos que replantearnos. Creo que hay una parte en la película ‘Martín (Hache)’ que me recuerda a todo esto. Además, es una mujer —encarnada por la actriz Cecilia Roth y que, casualmente, se llama Alicia— la encargada de decirlo: “Es una tradición pelotuda, pero vos la respetás porque en el fondo te gusta, te hace sentir un patriarca, un macho bárbaro… ¿Le tenías bronca? Le podías haber puesto un segundo nombre en lugar de cagarlo de esa forma… ¡No tiene nombre! ¡Martín sos vos, él no es Martín! Y además lo llamás Hache… No sólo lo dejaste sin nombre, sino que lo llamás Hache. La Hache no existe, es una letra muda, ¡y encima va encerrada, entre paréntesis! Lo borraste… Si borraste lo que más querés, ¿qué podemos esperar los demás?”
¿Es la literatura otro de los campos en los que se ejerce la violencia?
Sin duda. Por todo lo que hemos estado comentando. La violencia se ejerce de muchas maneras. Borrar el legado cultural, los nombres, los pensamientos y los avances de las mujeres es un acto de barbarie. Dejarnos a todas sumidas en este silencio también lo es. Desde Espinas queremos recuperar cuantos nombres nos sea posible.
Un comentario
Maravillosa tarea y una mujer “ cojonuda” jaja, vale el adjetivo para hacernos conscientes de tanta sumisión tan violenta que carece de plataforma y nos brinda , por el contrário, un medio apasionante de expandir tanta historia y tanta vida de mujer que nos libera y nos hace partícipes de una manera íntegra! Felicitaciones Alicia por tu atrevimiento tan catártico y necesario.