Necesitamos optimismo a raudales. Más que nunca en estos momentos en los que avanzamos hacia un nuevo confinamiento encubierto que nos pone frente al espejo de nuestros miedos, de nuestra falta de tiempo, de las pérdidas que acarreamos, de las libertades que se han congelado.
Dificultades hay, y muchas. Por eso, necesitamos testimonios de superación, de esos que parten de la oscuridad, del fondo que tocamos para volver a salir a flote en las mejores condiciones posibles. Necesitamos honestidad, necesitamos dar valor a ser nosotros mismos y no el calco de lo que anhelamos o queremos proyectar. Necesitamos, vaya, lo que se necesita para que las cosas funcionen: no escondernos, defender la alegría cuando nos invada, descargar nuestros problemas y mirar hacia adelante en vez de mantener la cabeza ocupada en la nostalgia de los periódicos de ayer.
Clare Pooley lo sabe bien: ha superado una adicción al alcohol y un cáncer de pecho. En vez de guardarse la experiencia, que en muchos casos resultaría aterradora para otras madres como ella que muestran sus debilidades, decidió compartirla a través de su blog Mummy was a secret drinker. También habló de ello en la famosa charla Ted Making sober less shameful. Porque ella no es la única mujer y madre superada por las arrolladoras circunstancias de la vida, que nos pasa por encima hasta a la más pintada. Pero sí es una de las valientes que se atreven a compartir su experiencia porque saben que así pueden ayudar a otras personas a superar sus problemas. Partiendo de su experiencia personal, Clare ha publicado dos libros, The sober diaries y el último que ha llegado a nuestras librerías, Si dijéramos la verdad (en inglés, The Authenticity Project).
¿Podéis imaginaros -seguro que sí- el linchamiento al que sería sometida una madre que confesase su adicción al alcohol? Estoy completamente segura que ese linchamiento no sería el mismo si fuera el hombre quien lo afrontase. Porque la historia de Clare es la de una ejecutiva publicitaria con mucha vida social, una maternidad en ciernes y una forma de lidiar con el estrés: beber. La única diferencia entre esta situación que se repite día tras día desde hace décadas es que la protagonista es una mujer y no un hombre.
¿Os imagináis lo que podría pasar si fuera imperativo que comenzásemos a decir la verdad? Pues este es el germen de la última obra de Clare, una maravillosa novela que enlaza el destino de seis desconocidos a través de un cuaderno que les invita a contar su historia y la verdad que hay detrás de cada una de ellas.
Entrevistamos a Clare para conocer su historia de superación, su vida de madre a tiempo completo de tres hijos de 17, 14 y 12 años y cuál es el germen de su última novela. Bienvenidas a una historia de valentía, honestidad y buen humor, pese a todo.
¿Cómo era tu trabajo -y tu vida- antes de ser madre?
Era una auténtica profesional. Era socia directora de una agencia de publicidad global y me pasaba la vida volando por todo el mundo creando, vendiendo y produciendo campañas publicitarias. Cuando no trabajaba, me iba de fiesta. A veces, salía directamente del club nocturno para ir a la oficina.
Cuando nació mi primer hijo, empecé a trabajar sólo cuatro días a la semana… en teoría. La realidad es que, en los cuatro días que me pagaban, metía por lo menos cinco días completos. Mi forma de lidiar con el estrés era beber grandes cantidades de vino. Me resultaba muy difícil compaginar todo y sentía que no hacía nada bien así que, cuando nació mi tercer hijo, dejé mi trabajo para ser madre a tiempo completo durante un tiempo.
¿Qué es para ti lo mejor y lo peor de la maternidad?
Lo mejor para mí es la aventura en la que te embarcan tus hijos. Desde el momento en que nacen, son individuos únicos. Mis hijos son muy diferentes de mí y de los demás. Nunca sé qué alegrías y qué retos hay a la vuelta de la esquina. Me enseñan mucho cada día.
Lo peor para mí es el hecho de que no puedo darles siempre todas las soluciones. Como madre, a veces tienes que ver a tus hijos cometer errores, los ves luchar y fracasar, pero no puedes hacer todo por ellos. Eso es muy duro. Con tres hijos, siempre hay uno que te preocupa y te quita el sueño.
Dicen que una vez que te conviertes en madre, sólo eres tan feliz como tu hijo menos feliz, y creo que eso es muy cierto.
Enhorabuena por tu valentía y por compartir tu experiencia con el alcoholismo y el cáncer. ¿La literatura ha sido terapéutica para ti?
Totalmente. Escribir ha sido mi terapia, y leer ha sido mi vía de escape. Para mí, escribir es una forma de mindfulness. Me mantiene centrada en el presente y me permite escapar del estrés y las tensiones de la vida cotidiana. También me permite explorar temas que me preocupan a través de los ojos de mis personajes.
Creo que necesitamos la literatura ahora, más que nunca. Cuando me sometí al tratamiento contra el cáncer, y ahora durante esta pandemia, si me siento incapaz de afrontar lo que tengo delante, doy un largo paseo mientras escucho un audiolibro. Es la forma perfecta de desconectar.
¿Cuál es el germen de esta novela?
Si dijéramos la verdad está inspirada, en gran medida, en mi propia experiencia. Me volví muy adicta al alcohol y cuando lo dejé, hace casi seis años, me daba demasiada vergüenza contárselo a alguien o pedir ayuda.
En lugar de eso, abrí un blog llamado Mamá era una bebedora secreta, y en él conté la verdad sobre mi vida. Contar mi verdad transformó mi vida y la de miles de personas de todo el mundo que leyeron mi historia. Eso me hizo pensar: ¿qué pasaría si otras personas contaran la verdad sobre sus vidas? No en Internet, sino en un cuaderno verde a la antigua usanza. Y de ahí surgió la idea. Tuve mucha suerte y encontré editores en treinta países diferentes que querían publicar mi historia, así que fue un sueño hecho realidad.
¿Cuánto hay de ti en este libro?
Hay seis personajes principales en el libro y, cuando mi hija mayor lo leyó, me dijo: “Mamá, ¿te das cuenta de que todos estos personajes reflejan diferentes aspectos tuyos?” No me había dado cuenta, pero tenía razón. Por ejemplo, Hazard es, como yo, un adicto y Alice es una joven madre que lucha por estar en casa con un bebé pequeño, igual que yo cuando nació mi hijo mayor. Mónica es, como yo, feminista, y un poco maniática del control. El único personaje que no comparte nada conmigo es Riley, porque es algo perfecto. Escribir esta historia también me ha permitido crear el tipo de mundo en el que quiero vivir: uno en el que un grupo de desconocidos puede, contando sus propias verdades, crear una comunidad y cambiar la vida de los demás.