El motivo principal por el que esperé más años de los que me hubiera gustado para quedarme embarazada es que no tenía pareja estable, no había encontrado al padre ideal o a la persona perfecta para compartir crianza. El tiempo y la experiencia me han enseñado que, aunque para mí siempre fue inimaginable, no es necesario tener pareja para criar a un niñ@ de forma placentera: lo que es necesario es una red. Es más, una pareja es completamente insuficiente para criar a un hij@ sin una sociedad que valore los cuidados y fomente las relaciones horizontales y plurales. Es muy difícil que dos sean un hogar.
El hogar debe ser, previo a la pareja, un lugar rico en diversidad de relaciones, mujeres y hombres de todas las edades, que cuidamos y nos cuidan. Y si en ese campo abonado surge alguien con el que compartir un lazo más estrecho durante un tiempo, esa será una relación que tenga raíz y por tanto pueda sujetar y crecer siendo parte de ese entramado relacional mucho más rico en el que hemos decidido instalarnos.
El cuento que nos han contado comienza al revés: Incompletas hasta ahora, urge conseguir una pareja que sujete el mundo, que nos proteja de todos los peligros y cierre un círculo que nadie puede atravesar; cada vez más lejos, más dentro, acurrucadas en el sofá mirando Netflix, colmamos la nevera que antes siempre estaba triste, encerradas en nuestro muro de hormigón. Al fin somos una pareja que trabaja, produce, que tiene sexo de forma regular y, si la cosa se tambalea, hace un esfuerzo, va una terapia, comienza a viajar… llena los fines de semana de planes, sale a cenar con otras parejas y comprueba satisfecha que, en efecto, no les va tan mal. Beben, celebran, se casan o se hacen pareja de hecho, van a comer a casa de los padres del otro, deciden comprarse el nido de hormigón, lo reforman, le dan su toque personal, comentan las noticias y comprueban que tal y como está el mundo no les va mal en absoluto y que en definitiva allí están protegidas de los desastres, los terremotos, las violaciones, los suicidios, la destrucción del planeta y el calentamiento global. Esa pareja limpia, inmaculada pero sin hambre y sin sed, poco a poco se instala en algo parecido al aburrimiento, algo similar al tedio que comienza a molestar. Durante un largo paseo por la periferia convienen que llegó el momento de traer un hij@ al mundo, sin duda es una buena solución. Y estalla la bomba.
Que hay una profunda crisis en los cimientos de la pareja tras el nacimiento de un hij@ es un secreto a voces, aunque no es lo primero que te advierten otras madres si preguntas, quizá porque piensan que solo les ha pasado a ellas, porque no han sabido gestionarlo, porque estaban demasiado sensibles, demasiado pendientes de sus criaturas, demasiado alteradas por las hormonas y para colmo no les apetecía tener sexo ( aunque muchas veces cedían, para que su pareja no se sintiera rechazad@), que tenían ansiedad y miedo de no saber hacerse cargo de esa criatura diminuta y muchas veces soñaba con salir corriendo lejos de casa.
Y tampoco es lo primero que te advierte ningún amigo que hay sido padre (o ninguna mujer que fuera la pareja no gestante) porque pensaba que solo le pasaba a ella o a él, que trabajaba demasiado, no sentía ese apego por su hij@ recién nacido que se suponía que tenía que sentir, no dormía bien y eso le hacía estar de mal humor y tenía ganas de tener sexo pero no se atrevía a decírselo a su pareja para que ella no se sintiera demasiado presionada, que tenía ansiedad y miedo de no saber hacerse cargo de esa criatura diminuta, que aunque quería, no sabía cómo participar y muchas veces soñaba con salir corriendo lejos de casa.
Resulta que una pareja no es suficiente para criar a un hijo, que una persona no es suficiente para llenar tu vida, que los cuidados han de ser plurales, equitativos y no jerárquicos. Que si no cultivas otro tipo de relaciones, además de las que tienes con tu pareja (sean sexo-afectivas o no) y creas una red amplia donde sostienes y eres sostenida, cualquier relación de pareja está destinada al fracaso.
A la sociedad de consumo heteropatriarcal en la que vivimos le interesa afianzar la estructura del matrimonio, de hecho es la base del estado-nación. El matrimonio cada vez más aislado en su reducto, cada vez más torpe, más seco, menos poroso.
La crianza debe ser en esencia, algo placentero, pero para ello es necesario compartir y tejer una red de cuidados ya desde el inicio. No estoy hablando de que necesariamente tengamos que tener una pareja abierta o algo por el estilo, me refiero a revisar desde la raíz el concepto y darnos cuenta de cómo poco a poco cortamos los lazos con el resto del mundo cuando encontramos a alguien, no porque nos lo pida nuestro instinto, sino porque así lo quiere esta sociedad. El aislamiento y el cansancio eliminan el deseo y llevan a la carencia, desde la carencia la única medicina es consumir y así solucionamos la ansiedad a golpe de tarjeta de crédito.
Estamos solas en la crianza, como están sol@s nuestr@s mayores, como está sola la vecina de enfrente a quien ni siquiera conozco y no debería ser necesario un incendio, un nacimiento, ni una pandemia para darnos cuenta de la necesidad de generar red.
Por supuesto, la precariedad laboral, la falta de flexibilidad de las jornadas, la inexistencia de ayudas para la crianza, el no valorarla socialmente y considerarla un trabajo en sí que debería ser remunerado, no hacen más que empeorar las cosas. Pero el hecho de abrirse a dar y recibir, a compartir, a observar otros modelos relacionales, a aprender de cómo otr@s hacen con sus criaturas, a cuidar l@s hij@s de otr@s y ell@s los nuestros, nos darán la llave para abrir la puerta de casa de para en par y comenzar a tirar los cimientos del odioso nido de hormigón.
3 respuestas
Un articulo estupendo, gracias. Visibiliza muchas cosas que parecen un poco tabú. En las ciudades sobre todo estamos cada vez más aislados aunque estén abarrotadas de personas, solos entre la multitud. Tengo que decir que el Covid nos ha hecho buscar a las familias otras formas de relacionarnos, buscar lugares, plazas, por ejemplo, donde llevar a nuestr@s hij@s a corretear un rato con l@s amig@s sin aglomeraciones ni peligros, en mi caso, algunos lugares se han convertido en una plaza de pueblo donde esos grupos burbuja de l@s amig@s de clase y sus hermanos y hermanas juegan juntos en un lugar más amplio, sin columpios ni directrices, dando rienda suelta a la imaginación para crear diversiones perdidas. Deseando todos poder ver de nuevo a las familias y amigos lejanos, viajar y conocer nuevos sitios, visitar el pueblo… buscando nuevas salidas a lo difícil que es un día a día en la situación actual. Deseando que haga buen tiempo para poder salir y no quedarse encerrado en casa, ya que es entonces cuando la situación se complica de verdad, sin poder quedar con nadie, sin apoyo.