Cuenta en su libro Desde el principio nuestra psicóloga de cabecera en MaMagazine, Marta Giménez-Dasí, que “la crianza de los hijos ha sido y sigue siendo una de las tareas más complicadas de la vida del ser humano. No hay certezas para llevarla a cabo, nos basamos en la intuición y en el sentido común. Podríamos decir que no nos ha ido tan mal hasta ahora, pero a medida que la sociedad se vuelve cada vez más complicada parece que las dificultades en la crianza se incrementan”.
Marta es profesora de Psicología del Desarrollo en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y madre de dos chicos de 13 y 15 años. Está casada con François, profesor también pero de Filosofía. Completa la familia Kira, una perrita a la que adoptaron en verano. De ella, Marta dice que, salvando las distancias, le despierta sentimientos maternales muy similares a los de sus hijos cuando eran bebés: “a veces parece que tengo un tercer hijo en casa”, nos cuenta.
Marta, además de investigar y enseñar, ofrece una labor divulgativa que no pasa inadvertida, desde luego. Te aconsejo fervientemente que visites los artículos que ha escrito para esta revista, pues Marta es una de las personas con mejor pluma que he conocido. Marta explica las cosas como se tienen que explicar: con un lenguaje sencillo pero conciso, con ejemplos, con preguntas que hacen que sigamos preguntándonos cosas —que son las preguntas buenas—. Cuando en Navidades comencé a leer la maravillosa obra de Irene Vallejo El infinito en un junco, enseguida me vino a la cabeza la escritura de Marta. Y es que estas dos mujeres tienen algo en común muy importante: el amor por lo que hacen, la meticulosidad en el estudio y la pasión por la divulgación.
Desde el principio es una guía cuyo objetivo es que conozcamos cuáles son las actuales claves de la ciencia del desarrollo para promover una crianza sana y cómo nosotros, como padres y educadores, podemos participar activamente en ello. El libro comienza con una puesta en contexto que refleja los cambios de paradigma y la evolución de los roles de madres y padres, dotando de importancia a una etapa que quizá ha pasado desapercibida hasta hace poco tiempo: el embarazo. Tras esta contextualización, Marta explica qué pasa en el cerebro del bebé y por qué es tan importante hacer hincapié en estas etapas tan tempranas para que el futuro desarrollo psicológico de los niños sea lo más equilibrado posible. Esto, explicado grosso modo, porque el libro contiene no solo evidencias científicas, sino ejemplos y ejercicios que hacen que su lectura no sea una simple adquisición de conocimientos, sino un aprendizaje continuo y fácilmente aplicable al día a día.
Quizá te llame la atención la preciosa foto que hemos elegido de Marta para ilustrar esta entrevista. ¿Una profesora, divulgadora, disfrutando de una copa de vino? ¿Y dónde están las imágenes típicas de la web de un importante Congreso? Sin dudas, esta imagen no tiene nada que ver con la imagen preconcebida que tenemos asignada a una persona en el ámbito profesional. Pero es que estamos aquí para romper, justamente, con dichos estereotipos. Y es que Marta es una mujer con todas las letras y, cuando me la hizo llegar, no dudé que ese momento que magistralmente supo captar la fotógrafa Lupe de la Vallina era el perfecto para ilustrar esta pieza que ahora te ofrecemos.
Entrevistamos a Marta para saber cómo se retroalimentan su faceta materna y su faceta profesional. Sabemos que cada respuesta es un rayo de luz en esta ardua tarea de la crianza, un rayo sin interferencias, sin juicios. Y con mucho valor.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Cómo es ahora? ¿En qué ha cambiado?
Mi trabajo antes de ser madre era como el de todos los profesores universitarios a los que les encanta su trabajo: no había límites. Trabajaba los fines de semana y las vacaciones. Siempre estaba pensando que durante las vacaciones aprovecharía para leer tal cosa o para terminar de escribir tal artículo o para preparar una clase. Es un trabajo muy absorbente e infinito. Siempre hay cosas pendientes y siempre quedan cosas por hacer, por leer, por escribir, por aprender. Recuerdo tener mala conciencia si no trabajaba los fines de semana o las vacaciones. Esto lo he hablado mil veces con mis colegas porque todos tenemos mala conciencia si no trabajamos todo el rato. Puede llegar a ser un trabajo enfermizo porque hay mucha presión para conseguir publicar, conseguir proyectos, producir o conseguir estabilizarse con las acreditaciones y es todo muy incontrolable. Siempre son otros, comisiones y expertos, los que evalúan todo lo que haces. Es muy estimulante y a la vez estresante y agotador en algunos momentos porque te evalúan permanentemente.
Y después llegan los hijos y lo cambian todo. Mis hijos se llevan dos años así que el período en el que fueron recién nacidos fue bastante próximo. Recuerdo un momento en el que decidí no investigar más mientras fueran pequeños porque toda esa presión no es compatible con uno ni con dos bebés. Hice un parón en seco. Solo cumplía con mis obligaciones docentes y aunque sabía que después se vería un hueco en mi currículum decidí dedicarles mi tiempo. ¡Menos mal! Ahora veo los efectos en ellos y en mí. Cambiar las prioridades cambió la forma de relacionarme con el trabajo y aunque sigue siendo estimulante, absorbente e infinito ya no es tan estresante. Ha perdido esa connotación estresante porque sé que hay cosas mucho más importantes en la vida que publicar. Además, con el tiempo me he dado cuenta de que sería también muy feliz trabajando en otras cosas.
¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?
Lo mejor de la maternidad para mí es la ternura, el sentimiento de ternura que provocan los hijos, da igual la edad que tengan. Creo que no es comparable a ninguna otra ternura. Lo peor creo que es la renuncia que hay que hacer de uno mismo, con todas sus implicaciones. A veces sale solo, pero otras es difícil.
¿Cuál es la huella de tus hijos en tu trabajo?
No lo tengo muy claro. A veces lo veo totalmente ligado y otras totalmente separado. En realidad, me imagino que debe haber una relación bidireccional de la que no soy muy consciente. Cuando eran más pequeños veía en su desarrollo todas las cosas que estudio y sé sobre el desarrollo infantil. Ahora veo más otras ligadas a la identidad, la personalidad o las relaciones sociales, que son las tareas a las que se están enfrentando. Pero hay momentos en los que siento una separación total entre mi vida personal y los libros, los artículos y los proyectos. Donde sí encuentro una huella profunda es en el deseo de divulgar lo que vamos sabiendo sobre cómo funciona el desarrollo en los niños y el papel que tenemos las madres y los padres. De alguna manera querría sacar lo más aprovechable de mi propia experiencia con ellos y unirlo a lo que dice la ciencia para acercarlo a cualquier persona.
¿Cuáles son los principales hitos del desarrollo del cerebro en los niños, en los primeros años?
Esta pregunta es muy difícil de responder con precisión, al menos para mí. Todavía no sabemos muy bien. Parece que los dos primeros meses de vida es el momento de mayor crecimiento cerebral en la vida. Esto indica que el cerebro registra todo lo que ve, siente, huele o toca aunque la parte más activa es la corteza occipital, donde se registra la información visual. Después parece que a los 9 meses se produce otro momento de mucho cambio relacionado con la comunicación con los demás. Otros momentos de grandes cambios son los 2 y los 4 años, pero ya te digo que esto puede cambiar en cualquier momento. Lo que sí sabemos es que la etapa prenatal y los 3 primeros años de vida postnatal son fundamentales para el desarrollo posterior de cada persona. Son los años en los que se construyen los fundamentos, los pilares de nuestro cerebro y eso determina muchas cosas después.
¿Cuáles son las principales debilidades en la salud mental de nuestros hijos en la actualidad?
Creo que lo que domina es la ansiedad y los problemas de autorregulación. Los niveles de ansiedad en niños no paran de subir y los problemas en la adolescencia, derivados de la ansiedad y la depresión, están tomando una dimensión muy preocupante. El 30% de los adolescentes en el mundo tienen sentimientos persistentes de tristeza y el 17% de los niños ha considerado seriamente la posibilidad del suicidio. Estos porcentajes están creciendo mucho, cada pocos años, alrededor del 2%. Estoy convencida de que la mayor parte de estos problemas son de naturaleza emocional y hasta que no entendamos cómo cuidarnos emocionalmente seguiremos viendo subidas en las prevalencias. Los problemas de atención creo que son de otra naturaleza, tienen más que ver con la capacidad de regularse, controlarse, esforzarse, organizarse, tolerar la frustración y aguantarse. En esto creo que los niños de hoy tienen bastantes carencias, pero la culpa no es suya. Para algunos padres y madres es difícil encontrar el equilibrio entre dedicarse a los niños y ayudarles a desarrollarse lo mejor posible.
¿Qué podemos hacer los padres para ayudar a nuestros hijos a tener una mejor salud mental?
Lo más importante de todo es establecer un apego seguro. A partir de ahí se puede organizar todo lo demás, pero sin eso es muy difícil que el desarrollo pueda ser óptimo. Una vez que tengamos eso, podemos pensar en dos ejes principales: la autorregulación cognitiva y la emocional. Algunos estudios muestran que el factor que mejor predice el éxito en la vida es la capacidad para resistir una tentación a los 3 o 4 años. Los niños que son capaces de resistir son más felices y les va mejor muchos años más tarde que los que no lo consiguen. Es más importante esto que el CI o la clase social. Es una variable muy importante que madura en los primeros años y se consolida al final de la adolescencia. Trabajar esa autorregulación cognitiva y emocional es, para mí, la base del desarrollo sano.
¿De qué hablamos cuando hablamos de apego?
El apego es la calidad de la relación afectiva que se establece entre el bebé y sus cuidadores principales, su padre y su madre o quienes ejerzan ese papel. Cuando el bebé siente que está atendido y sabe que puede contar con el adulto cuando lo necesite desarrolla un apego seguro. Esta es la primera condición de salud psicológica en la vida y aquí suele estar el 60% de la población. El otro 40% oscila entre sentirse ignorado o no atendido por sus cuidadores, la incertidumbre de no saber si será atendido cuando lo necesite o, en la peor condición, tener miedo o pánico de sus padres. Estas tres condiciones generan pautas emocionales desajustadas que corresponden a niños y adultos desconectados, desconfiados o incapaces de tener relaciones afectivas sanas. La mayor parte de los psicópatas han tenido relaciones de apego muy desajustadas en la infancia y eso provoca un gran desequilibrio emocional que puede llevar, en los casos más graves, a la psicopatía. Muchos otros trastornos parece que también tienen mucho que ver con esta primera relación afectiva tan importante, que nos marca tanto para el resto de la vida.
¿Qué tipos de crianza existen y cómo saber si estamos asumiendo el mejor estilo de crianza acorde a nuestras posibilidades?
Hay crianzas más flexibles o más rígidas, otras más tranquilas o más estresantes, otras más respetuosas con el niño o más intrusivas y otras más cálidas o más frías. Creo que una de las principales cosas que deben hacer los futuros padres y madres es pensar acerca de cómo fueron criados para saber si quieren reproducir ese estilo o no. Esto te permite criar sabiendo lo que haces. Si no pasas por ese proceso lo normal es que hagas lo mismo que hicieron contigo porque son modelos inconscientes a los que tendemos de forma natural. Lo normal es que en la crianza aparezcan muchas dudas. ¿Estaré siendo demasiado estricto? ¿Quizás consiento demasiado? Las situaciones de la vida cotidiana desafían todo el rato nuestras habilidades de crianza, nos hacen cuestionarnos. Es un proceso muy positivo precisamente por eso. Saber si estamos asumiendo el mejor estilo posible me parece difícil de saber, pero quizás la mejor pista sea el propio niño. Los niños son por naturaleza alegres, desinhibidos, curiosos, se relacionan con naturalidad con el mundo y con los demás, no se plantean problemas. Esta manera de ser y de estar debe perdurar, con matices, a lo largo de la infancia. Es síntoma de bienestar y de salud mental. Por otra parte, creo que los padres y madres identificamos claramente lo que no queremos hacer con nuestros hijos y esto es también una guía importante. Lo vemos en las pautas de crianza de otras familias, de nuestros amigos o conocidos y muchas veces en lo que hace nuestra pareja y no nos gusta.
¿Y si entre progenitores no estamos de acuerdo en el estilo de crianza?
Esto es un problema. Depende del grado de desacuerdo, claro, pero si es considerable habrá que resolverlo porque si no, el niño basculará entre dos mundos sin tener claro dónde apoyarse. O se apoyará solo en uno y se alejará del otro. Hay que buscar acuerdos, negociar, buscar reglas comunes y mantenerlas. Algunas parejas terminan separándose porque estas diferencias acaban marcando toda su vida común, es como la materialización de las características del otro que no nos gustan y cuando encima eso repercute en los niños es muy difícil de resistir. Creo que aquí, de forma general, las madres somos más exigentes que los padres. Nos cuesta mucho aceptar algo si creemos que puede dañar a nuestros cachorros.
¿Cómo pueden nuestros hijos manejar mejor sus emociones y desarrollar su autonomía?
Para manejas las emociones hay que tener en cuenta que los niños en gran medida imitan las estrategias que observan. Por ejemplo, los padres y madres que explotan suelen tener hijos e hijas que explotan. Los miedos también suelen transmitirse dentro de las familias, entre adultos y niños. Así que la primera condición es que los padres tengan buenas estrategias de regulación. Esto significa estrategias que permitan vivir las emociones pero sin que sean perjudiciales. Cuando pasa algo que nos provoca tristeza es normal estar tristes, es bueno sentir la tristeza. Pero también es bueno salir de ella cuando sentimos que ya ha cumplido su función. La tristeza sirve para parar y hacernos pensar. Después hay que pasar a otra cosa porque si te quedas en la tristeza tu mecanismo de regulación falla y te vas hacia la depresión. También es bueno que los niños se vean acompañados en sus esfuerzos por regular. Esto lo hacemos los adultos de forma natural. Distraemos a los niños cuando lo necesitan, les preguntamos qué sienten para que verbalicen, les consolamos cuando lloran, etc. A medida que el adulto acompaña, el niño va integrando la estrategia y va aprendiendo a usarla él solo. Cuanto más claro tenga el niño las estrategias de regulación que existen y las que mejor le funcionan en cada situación o para cada emoción, más eficaz será. Y esto solo se puede hacer si hablamos con ellos. Dedicar un tiempo cuando ocurra algo a reflexionar con el niño sobre qué ha sentido y qué ha hecho para regular la emoción es muy útil. No hay que hacer nada, solo preguntar, dejar que cuente, ayudarle a comparar y sacar alguna conclusión que permita tener la información clara en la cabeza. Dialogar sobre las emociones es la intervención más eficaz que conozco para que los niños aprendan a manejar sus emociones y a construir relaciones sanas y satisfactorias con los demás. Y de esto depende en gran medida nuestra felicidad.
5 comentarios
Que bonito es leerte siempre Marta, es difícil encontrar un adjetivo para expresar lo que transmites…. Maravilloso ser queda muy pequeño. Mil besos, ansiosa de segur leyéndote.