Meryem Alaoui (Rabat, 1977) tiene tres hijos de 24, 14 y 7 años. Su marido aporta a la familia una hija de una relación anterior. Hija del poeta, académico y político marroquí Driss Alaoui Mdaghri, siempre consideró la escritura una cuestión identitaria. Su primera novela, De la boca del caballo sale la verdad (Cabaret Voltaire, 2022) es un debut extraordinario: la creación de Yemía, su protagonista, es explosiva y tremendamente rica en matices. Esta novela se publicó en la prestigiosa colección Blanche de Gallimard y formó parte de la selección de títulos que optaron en 2018 al Prix Goncourt y al Prix de Flore. Yemía es una prostituta en Casablanca, madre de una hija. Su valentía y optimismo, su honestidad y sentido del humor, dotan de una inesperada luz a lo que, a priori, podría ser un sórdido relato. Un día, Chadlía, alias Bocacaballo, aparece con la intención de hacerle una entrevista. Lo que le propone después cambiará su vida…
El estilo de Meryem es fresco y tiene el ritmo de una canción pop. Los personajes de este relato están maravillosamente construidos y cabe destacar, también, la magnífica labor de Malika Embarek, la traductora, que ha sabido encontrar la manera de trasladar el habla coloquial —el dariya— al español, sin perder un ápice de atrevimiento ni significado. Es curioso también, el enlace del título con una expresión habitual del inglés: “La protagonista conoce a Chadlía. Es alguien que sonríe mucho y «a la que solo se le ven dientes». Yemía le atribuirá el apodo de Bocacaballo. En la versión inglesa, el título de la novela se tradujo por Straight from the horse’s mouth (Directamente de la boca del caballo), expresión habitual para afirmar que la información obtenida procede de fuentes originales y fiables. Esta frase hecha vendría del ámbito de las carreras de caballos, donde para estar seguros en las apuestas conviene acercarse a los que mejor conocen los pronósticos, siendo el propio caballo, irónicamente, el mejor situado para saberlos. Consultada la autora, respondió que el título de su novela en inglés fue una feliz coincidencia, pues ella en ningún momento pensó en esa expresión cuando adjudicó el suyo. Traducir el título al español ha sido, pues, una opción para la que solo cabía la literalidad”, explica Embarek. Con ella y con Meryem tengo la oportunidad de charlar sobre literatura y maternidad, en el agradable salón de la editorial Cabaret Voltaire.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?
Sí… ¡Tengo menos tiempo! Era muy joven cuando tuve a mi primer hijo, todavía estaba en la universidad. Si hago un recuento de mi vida, he pasado mucho más tiempo siendo madre que sin serlo. Hace tanto tiempo que mi vida está relacionada con ser madre, que me cuesta mucho acordarme de cómo era antes. Mi primer hijo era un hijo deseado, pero su llegada provocó un enorme cambio en mi vida. Supuso mucha presión, porque era joven y quería seguir estudiando, salir, divertirme… A la vez, era algo que me motivaba mucho.
Entre mi primer hijo y mi segunda hija pasaron diez años. Eso supuso que tuve tiempo para trabajar, para hacer lo que quería hacer en ese momento. Mi situación profesional era estable: era empresaria y decidí tomarme un tiempo para dedicarlo a mi hija. Organicé mi programa para llegar temprano al trabajo y salir pronto para atender a mis hijos. Lo conseguí.
¿Qué es lo mejor y lo peor de la maternidad para ti?
Cuando pienso en lo absurda que es a veces la vida, dejo de pensarlo al mirar a mis hijos. Técnicamente, lo peor es la gestión del tiempo y no poder ser libre. La dificultad de estar atenta, presente y poder sentir dónde están en mi vida para poder acompañarlos en el camino es, quizá, lo más difícil para mí. ¡Incluso es difícil para mí centrarme y saber dónde estoy! (risas). El planteamiento es distinto entre los mayores y los pequeños, que necesitan más atención.
Esta es tu primera novela. En tu casa, la escritura ya era una labor, pues tu padre era poeta. ¿Cómo ha sido tu relación con la escritura hasta llegar a escribir esta novela?
Siempre ha sido muy natural. En mi casa había muchas paredes cubiertas de libros. No decidí un buen día escribir, siempre supe dentro de mí que lo haría.
Has vivido diez años en Estados Unidos, ahora vives en Casablanca. Me da la impresión de que, estando tan cerca de Marruecos, sabemos muy poco sobre nuestro país vecino. Sobre todo, acerca de la vida y el papel de la mujer en la sociedad. ¿Es difícil crear para la mujer?
Creo que no. El acto de creación es solitario y personal. Ahí nadie puede interferir. Opino que las artistas marroquíes —fotógrafas, escritoras, cineastas, actrices, ilustradoras…— sí tienen libertad. Me viene a la cabeza una ilustradora de tiras cómicas, Zainab Fasiki que, en su cómic Hshouma se dibuja desnuda. Hubo mucho revuelo en redes sociales, pero no le impidió seguir creando. Depende del medio social e intelectual de donde vengas; también de los recursos financieros.
La protagonista de esta historia es una prostituta. Aquí, como en Marruecos, la prostitución no es legal.
Es ilegal, pero está en todos sitios y todo el mundo lo sabe.
En tu novela, Yemía, la protagonista, es la proveedora de su familia.
Las mujeres de medios populares son, cada vez más, las figuras proveedoras de las familias.
El hombre proveedor siempre ha tenido el respeto social y la visibilidad como proveedor. En el caso de las mujeres, esa visibilidad se reduce drásticamente.
En Marruecos es así: el hombre es el visible aunque la mujer sea la proveedora. Ellas llevan el dinero a casa mientras sus maridos se pasan el día fumando.
Las mujeres, en muchas ocasiones, ponen el cuerpo porque es lo único que tienen para sacar adelante a sus familias. Así lo hace Yemía.
Yemía es una mujer valiente. No todas son como ella. En Marruecos dirían «de lo valiente que es, es un hombre» (risas).
«El que, por último, redime en tu vientre su inútil sudor. Es un maldito y nunca saciará su hambre. Por eso muerde tu carne. Para que sus dientes —hoy al menos— le sirvan para algo. Y en el estertor de su aliente de azufre derrame su amargura en tu mejilla y en tus cabellos enredados». El lenguaje es realmente poético tratando un tema como el de las relaciones sexuales en el contexto de la prostitución. Dentro de algo tan sórdido, como es el abuso del cuerpo de una mujer por parte de un hombre, con derecho porque lo paga, cabe la poesía.
Justo ese fragmento lo escribí aparte y me obsesionó durante un tiempo. Me complace que hayas sentido la poesía de ese fragmento.
Vuelvo a los prejuicios y al desconocimiento sobre nuestros vecinos marroquíes. ¿Cómo es la figura de la madre?
Es una figura de mucha fuerza, como en todo el Mediterráneo. La persona que une y reúne a la familia es la madre. La que vela por el bienestar de todos, la que alimenta. Para las hijas, su madre es un modelo y una relación en la que hay mucha amistad. En algunos medios sociales es normal llamar a tu madre «hermana» cuando ya eres adulta.
Leí que, en una entrevista, habían definido tu libro como «un cuento de hadas feminista». ¿Lo sientes así?
No, la verdad. Supongo que Yemía ha conseguido crear su propio personaje… para ella, el feminismo es una noción incongruente.
Meryem Alaoui nos ofrece una colorida panorámica de la vida cotidiana en un Marruecos popular donde cada uno se enfrenta a las dificultades y las supera a fuerza de vitalidad e ingenio.
Yemía, a la que el destino guiado por decisiones desafortunadas llevó a ejercer la prostitución, vive sola en Casablanca con su hija. Mujer valiente y optimista, de carácter fuerte, describe sin tapujos y con humor el mundo que le ha tocado en suerte: al bruto de su amante, Chaiba; a Halima, la compañera depresiva que lee el Corán entre cliente y cliente; a Immui, su madre, de estricta moral que parece desconocer la actividad a la que se dedica su hija… Pero la llegada al barrio de una joven llamada Chadlía, apodada Bocacaballo, cambiará por completo su futuro.