EL PARTO ROBADO DE NAHIA ALKORTA

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Comienza Nahia Alkorta (Zizurkil, 1986) el relato de su parto confesando que «esta es la historia que nunca hubiera querido relatar, la historia de mi primer parto, que se convirtió, sin duda, en el peor día de mi vida». Mi parto robado (Arpa, 2023) es la historia de ese primer parto de Nahia, un nacimiento atravesado por la violencia obstétrica. Un relato que es el de Nahia y que, por desgracia, es un relato que podrían escribir muchas, demasiadas mujeres, en cualquier paritorio, en cualquier lugar del mundo.

Nahia acudió a un hospital público de Osakidetza para dar a luz a su primer hijo tras haber roto aguas. Corría el año 2012 y, cuando llegó al hospital acompañada de su pareja, llevaba consigo un plan de parto en el que solicitaba un parto lo menos intervenido posible, poder estar acompañada por su pareja y tener cierta libertad de movimientos. Sin embargo, pasó más de 12 horas pegada a los monitores, infantilización y una cesárea calificada de innecesaria. No pudo hacer piel con piel con su bebé, al que apenas pudo ver cuando nació. Aunque había manifestado su deseo de amamantar de manera exclusiva a su bebé, se encontró con que, en su ausencia, le habían dado un biberón que dificultó el inicio exitoso de su lactancia. Nahia sufrió un cuadro de estrés postraumático severo y, durante demasiado tiempo, no fue capaz de mirar la cicatriz de su vientre.

Como muchas víctimas de violencia obstétrica, Nahia comenzó a buscar respuestas para entender lo que había sucedido. Y, como muchas víctimas de violencia obstétrica, Nahia se convirtió en activista por el parto respetado: se asoció a la asociación El Parto Es Nuestro y al grupo Apoyocesáreas. Entonces, contactó con la abogada especialista en negligencias médicas Francisca Fernández, a quien expuso su caso y cuyo trabajo culminó con la condena de la ONU a España por violencia obstétrica —Nahia es la protagonista de la segunda de las tres condenas que acumula España por este hecho—.

Nahia, madre de tres criaturas de 11, 8 y 3 años, no solo luchó por hacer justicia para su caso, sino para nombrar lo que no parece existir porque no quiere nombrarse —cabe recordar que la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia rechaza el término “violencia obstétrica”— e intentar que cada vez haya menos mujeres violentadas en los paritorios.

 

Víctima de violencia obstétrica. No me sentí nada cómoda en esa etiqueta, pero esta etiqueta fue, a su vez, mi salvación, un paso hacia la sanación. Aceptar que se utilizó mi cuerpo sin permiso (ni razón médica) fue probablemente lo más difícil.

 

¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?

Trabajaba ligada a la infancia con clases de teatro infantil y educación emocional y en una academia de clases de apoyo. La maternidad fue una revolución y tras un tiempo compaginando esos trabajos con la necesidad de acompañar a otras mujeres en sus propias maternidades, hoy en día me centro solamente en ello. Creo que toda la experiencia sirvió de trampolín para una nueva vida en todos los sentidos.

¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la maternidad?

Lo mejor son los pequeños momentos. Las risas sin razón, los abrazos y besos que llegan cuando menos lo esperas o las disparatadas ocurrencias. Lo peor, sin duda, la sensación de soledad y la precariedad ligada a la falta de valor social y económico de los cuidados.

¿Cuál es el germen de tu libro?

Mi recuperación comenzó cuando leí otras experiencias similares en la lista de correo Apoyocesáreas de El Parto Es Nuestro. Creo que contarlo ayuda a que otras mujeres puedan recorrer sus caminos y recuperarse de sus heridas. Además, es imprescindible la implicación de toda la sociedad para erradicar la violencia obstétrica y el libro es una herramienta más. No es un libro para mujeres y madres: es un libro que todo adulto con interés social debería leer para entender el impacto de esta violencia normalizada. 

¿Cómo se desencadenaron los acontecimientos durante tu primer parto y cómo te hicieron sentir?

Mi parto es un parto demasiado normal. Normal, porque nos ocurre a muchas. Llegué con la bolsa rota y tras explicarme que tendría 24 horas de manejo expectante y que normalmente en ese tiempo se desencadenaría solo, me quedé ingresada. A las 12 horas se me impuso una inducción “porque no inducían de noche” y porque si no accedía “le iba a pasar algo al bebé por mi culpa”. A partir de ahí: oxitocina sintética, maniobra de Hamilton, muchos tactos. Estuve monitorizada todo el tiempo y el bebé y yo respondíamos bien a la intensidad de las contracciones que apenas daban descanso. De pronto, se me impuso una cesárea, a pesar de estar bien, a pesar de negarme y sin informarme de cómo sería ni los riesgos. La cesárea fue muy difícil emocionalmente, parecía que yo no estuviera allí y a pesar de estar bien, se llevaron al bebé. Estuve casi 4 horas sin saber si estaba bien. Sentí miedo, indefensión, vulnerabilidad, enfado y, sobre todo, me sentí deshumanizada: molestaba en mi propio parto. El posparto fue muy duro y tuve que recuperarme de un trastorno por estrés postraumático.

¿En qué momento decidiste apoyarte en Francisca para denunciar?

Conocí el trabajo de Francisca en Apoyocesáreas y unos seis meses después del parto le escribí un email solicitando un informe preliminar de valoración del caso a nivel médico y legal. El primer peritaje de manos de Ascensión Gómez fue revelador para mí: vi que no estaba loca y que todo lo que ocurrió no tenía justificación médica. En ese momento, iniciamos el proceso que todavía sigue.

Tras todo este proceso, ¿cómo abrazaste y viviste tus siguientes partos?

Fue muy difícil replantearme las siguientes maternidades. Yo siempre había querido tener al menos 3 peques y tras el primer parto ese sueño se volvió en pesadilla. Tras mucho trabajo personal me enfrenté a esa pesadilla y decidí que no iban a robarme, además, mi proyecto de vida. Busqué equipos privados con los que hacer el seguimiento y poder parir de manera segura. El segundo nació en un parto instrumental y respetado, y la tercera en un parto totalmente fisiológico.

¿Consideras satisfactoria la respuesta recibida desde el Estado a la resolución de tu caso?

No, ni en el mío ni en los otros dos dictámenes de la ONU. No se han cumplido dentro del plazo voluntario y nos vemos obligadas a reclamar su cumplimiento en distintas instancias estatales de nuevo. Es un despropósito. Nuestros casos son partos desgraciadamente muy habituales y la CEDAW ha dado indicaciones claras al Estado para acabar con la violencia obstétrica. Es bochornoso que no se hayan cumplido.

 

 

nahia alkorta

Mi parto robado es un impresionante relato en primera persona sobre un parto que salió mal, una disputa legal de película y por qué debemos reivindicar el derecho a un parto digno.

Nahia Alkorta fue víctima de violencia obstétrica. Sufrió trastorno por estrés postraumático. Presentó una demanda que recorrió todas las instancias judiciales sin ser escuchada. Pero el Comité para la Eliminación de la Discriminación Contra la Mujer de la ONU le dio la razón e instó a España a adoptar medidas para erradicar la violencia obstétrica.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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