Vivir pensando que te vas a morir es insoportable. Le quita toda la gracia a la vida, todo el sentido. Será por eso que vivimos de espaldas a la muerte y al paso del tiempo, pero, claro, esta inconsciencia sobre el inevitable fin nos deja desvalidos ante el fenómeno más importante de la vida. Muchos duelos son difíciles de hacer porque no sabemos cómo. Si lo pensamos bien es bastante incomprensible que esta sea otra de esas cosas en las que cada uno hace lo que puede cuando le llega el momento. Improvisas. Te apañas. Nadie te explica nunca cómo se hace un duelo. Sin embargo, las secuelas psicológicas aparecen cuando los duelos no se llevan bien, cuando te persiguen los fantasmas de los muertos y las heridas de las pérdidas parece que no cicatrizan. La depresión, el insomnio, el estrés postraumático, los ataques de ansiedad. En algunos casos las secuelas están presentes desde el primer momento, en otros tardan años en aparecer. Muchas veces ni siquiera sabemos que no hemos afrontado el duelo porque miramos hacia otro lado y seguimos viviendo sin pensar en ello. Estos son los llamados duelos “pendientes”. El problema es que, aunque descubras que tienes un duelo pendiente, no puedes solucionarlo porque ni sabías lo que era un duelo, ni lo que es tenerlo pendiente, ni qué hacer para que deje de estarlo. El problema es que los muertos no se marchan solos porque sus duelos nos persiguen hasta que firmamos con ellos la paz.
Dentro de todo este mundo del duelo, algunos especialmente difíciles son los que están ocultos, los tapados, los vergonzosos, los no reconocidos, los que no tienen importancia a ojos de los demás. Esta serie de circunstancias dificultan el proceso desconocido del duelo porque la persona no es que no sepa afrontarlo, es que no tiene ni derecho a sentirse en duelo. En este caso se encuentran aproximadamente un tercio de las mujeres y los hombres alguna vez en su vida, cuando se enfrentan a una pérdida perinatal. Estas pérdidas pueden ser durante el embarazo o como parte de un tratamiento de fertilidad. Hay tantas personas implicadas en los procesos de natalidad que la proporción de afectados por duelo de pequeños seres es realmente alta. La principal dificultad a la que se enfrentan estas madres y estos padres es que se considera una pérdida sin importancia. «Lo volverás a intentar». «Aún eres joven». «Es muy habitual». «A mi madre también le pasó». «Mi hermana llevaba cinco intentos y al sexto se quedó». «Lo que tienes que hacer es recuperarte pronto para volverlo a intentar». Y, precisamente, lo que la mujer y el hombre que deseaban ser padres necesitan no es recuperarse pronto y hacer como si nada hubiera pasado. Es, más bien, que se les reconozca en su tristeza y en su pérdida.
Como ya hemos dicho, los duelos son complicados o quizás los seres humanos somos especialmente inútiles para enfrentarnos a ellos. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a pérdidas de personas queridas a nadie se le ocurre negar la importancia del momento, la necesidad de transitar la pena. Esta obviedad no se cumple en el caso del duelo perinatal. La soledad y la falta de apoyo emocional por parte del entorno y de los propios profesionales de la salud reproductiva son las principales dificultades que se experimentan en el duelo perinatal. En casi ningún país del mundo, ni en los más avanzados, se recibe un adecuado tratamiento o seguimiento psicológico después de una pérdida perinatal. No obstante, las secuelas psicológicas y la posible afectación de cara al siguiente embarazo, con las consecuencias que ya sabemos que puede tener para el feto, están de sobra documentadas. El impacto puede ser devastador y mantenerse durante años. Muchísimos investigadores y profesionales reclaman algún tipo de atención psicológica, pero no hay manera de que se organice un seguimiento, que se haga una llamada, que se pase un cuestionario.
Decía al principio que muchos duelos son complicados. Mientras esperamos a que la familia, la escuela o la sanidad nos instruya en algún momento de nuestra vida a enfrentarnos a las pérdidas, me parece que El mensaje de las lágrimas de Alba Payàs, es una propuesta esclarecedora para entender una de las experiencias más universales y desconocidas que se aplica a todos por igual, a los grandes y a los pequeños seres.
Un comentario
Y muchas veces la familia, los amigos o incluso los profesionales no sabemos cómo actuar. Puedo verme a mí mismo utilizando frases como “Lo volverás a intentar. Aún eres joven. Es muy habitual. A mi madre también le pasó. Mi hermana llevaba cinco intentos y al sexto se quedó…” con la mejor de las intenciones, sin pensar que probablemente lo que esas personas necesitan es un apoyo emocional para elaborar el duelo de una forma que les permita seguir adelante con sus vidas.
Sí, es necesario hablar de esto.
Gracias Marta, de corazón.