La botánica de los sentimientos, en España, nació como Faremo Foresta en Italia. Esta novela está escrita por la prolífica autora Ilaria Bernardini (Milán, 1977) y su traducción, aunque preciosa, pues siempre es bello unir plantas y emociones, hace que nos perdamos la percepción de la grandeza de su título: Faremo Foresta (“haremos bosque”) se ha convertido, en el país italiano, en un lema de superación social, de canto a la vida tras la devastación provocada por el coronavirus. Cuenta Ilaria que “lo utilizan mucho en Instagram y en otras redes sociales. El gobierno también lo aprovechó. Se ha trasformado en una revolución humana y para mí es perfecto, es justo la idea que quiero trasmitir, de superar lo individual para trabajar en comunidad”.
Esta novela comienza con una declaración de intenciones, a tener muy presente: “Esta es una historia real, como yo la recuerdo”. La historia que relata Ilaria es una historia de sororidad, de la habilidad de dos mujeres para meter las manos en la tierra y sacar vida de lo que parece destinado a morir, el reflejo de que la unión hace la fuerza. Es su libro más autobiográfico: ella estaba separándose y había alquilado una casa para su nueva vida en solitario. La mujer que trabajaba en casa de su madre sufrió un ictus. Es a esa casa donde se muda Anna (el nombre tras el que se esconde Ilaria) y donde María, la mujer que asistía a su madre, acudió para hacer que las plantas de su terraza cobrasen vida. A raíz de ese encuentro, Ilaria teje un relato amable en el que no renuncia al miedo o al dolor, pero con un fondo de optimismo y revolución vital en el que se intuye la formación académica en Filosofía de la autora.
“Sus plantas medio muertas se convirtieron en mis plantas medio muertas y la casa en que se había separado de su marido se convirtió en la casa en que me instalé después de separarme de mi marido. Ella era ahora más feliz que yo, al menos en la parte inferior de la cara”
Ilaria ha dejado a un lado el pudor para hablar de sus propias experiencias vitales y sus emociones. Además de ser una sensación en Italia y con ocho novelas en su haber, Ilaria, además, fue una de las escritoras elegidas por Bernardo Bertolucci para su proyecto The Echo Chamber, en el que estaba trabajando cuando falleció. Además de prolífica y reconocida autora, Ilaria es madre de un niño: “antes de ser madre, mi hogar coincidía con mi cerebro y el tiempo estaba todo a mi disposición. Por tanto, mi casa me pareció un lugar inmenso. Con la llegada de Elía, la casa se lleno, el tiempo se me escapaba. Al principio, fue difícil poder concentrarme. Pero luego la creatividad volvió más fuerte que antes. Y trabajar con mi hijo en casa se convirtió en algo natural. Su sonido es ahora mi sonido”.
Para Ilaria, lo mejor de su experiencia como madre es “la inmensa revolución, pasando de mí al otro. Que el significado de la vida sea más amplio que nosotros mismos. Lo peor es el miedo que trae aparejado amar tanto”. La huella de su hijo en su trabajo es evidente, pues le hace interrogarse continuamente: “Mi hijo llegó para hacerme preguntas sobre todo. Para cuestionarse la vida, el universo, todo”.
Una novela autobiográfica puede ser un importante desahogo para una autora, pero también puede ser un dolor de cabeza para las personas de las que se habla en ella y que forman (o formaron) parte de la vida que, en un momento dado, se escribe negro sobre blanco en un papel para que otros lo lean: “a casi nadie le gusta que le digan algunas cosas. Nadie se reconoce a sí mismo en las historias de otras personas. Algunos se enfadaron mucho. Mi hijo, por otro lado, está orgulloso y feliz de aparecer en este libro”.
Confiesa Ilaria que la literatura ha sido terapéutica para ella: “Absolutamente. Escribir es mi forma de estar en el mundo, de existir”.