Hacer fotografías bonitas es algo que, con los súper camarones dobles, triples o cuádruples de los móviles que llevamos encima parece bastante asequible. No lo parece: lo es. Al alcance de nuestra mano está conseguir una imagen con una resolución más que grande, paisajes difuminados, perspectivas originales y correcta saturación de los colores.
Lo que caracteriza a muchas de las fotógrafas (y madres) que conozco es que ellas no se limitan a hacer, simplemente, fotografías. No se limitan a captar un momento, no: ellas captan miradas, emociones, contextos y relatos. Hay quien escribe poesía con los dedos de las manos y también hay quien la retrata. Por eso, Manuela Franjou no es solamente fotógrafa: es poeta visual.
Manuela se ha especializado en fotografía de familia y embarazo, pero también podrás ver su obra en producciones de moda con bastante asiduidad. Sea cual sea el motivo que lleve a Manuela a empuñar la cámara, el modus operandi será siempre el mismo: «Trato mis imágenes de la misma manera, me gusta que cuenten una historia, que la luz y el color entren en armonía con ello. El amor es mi fuente, es por lo que me muevo y me inspiro, lo que me hace buscar, profundizar, la luz mi inspiración, lo que me permite disfrutar de la belleza que me rodea, de lo que creamos, de lo que amamos».
Desde luego, Manuela tiene sus mejores modelos: sus hijos Zoe (14 años), Dante (11 años), Kala (5 años) y Cyan (20 meses). Hemos hablado con ella para saber cuál es su forma de trabajar, cuál es la influencia de sus hijos en su trabajo y de qué manera se relacionan su maternidad y su actividad como creadora. Todas las fotografías que ilustran esta entrevista, por supuesto, son suyas. No podemos sino recomendarte que sigas su trabajo a través de sus redes y su web. No es, ni más ni menos, que poesía pura.