(c) Manuela Franjou Art

NUESTRO PECHO BAJO EL MURO

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A estas alturas prácticamente todas sabemos que estamos en la Semana Mundial de la Lactancia Materna  y estoy segura que a muchas de nosotras, pese a que agradecemos la visibilidad, el hecho de compartir información, experiencias, lives en Instagram y artículos como este, nos produce esa misma sensación dual (esa dualidad en la que se basa lo materno) que tuvimos el Día de la Madre y el de la Mujer Trabajadora. Dedicar una semana a algo que se instala en el más puro de los cotidianos, a una vivencia tan física (sea lactancia artificial o no, spoiler: la lactancia artificial también es lactancia materna porque atraviesa igualmente la vivencia de las madres) tan ordinaria en el mejor de los sentidos. Entonces, si es algo que todas las madres del mundo hacemos durante meses y en el caso de la lactancia materna, en ocasiones años; a lo que dedicamos sonrisas, lágrimas, infinitos pensamientos y palabras, horas de sueño de brazos, de tetas, de manos, de piel, ¿por qué sigue siendo necesario visibilizarlo y poner un altavoz? Porque la lactancia (insisto, artificial o no), al igual que todos los procesos sexuales de la mujer como son menstruación, embarazo, parto y postparto y todo aquello que tiene que ver en definitiva con los cuidados, sigue oculto tras el muro del higienismo, la infantilización, los intereses del consumo y la voracidad de la sociedad capitalista y patriarcal en la que vivimos.

Por ese mismo motivo, vengo de una generación de mujeres sin leche. Mujeres cuyos pechos no eran adecuados, cuyos hijxs no sabían agarrarse al pezón, cuya leche no alimentaba (o eso les hizo creer la escasa o nula información a la que tuvieron acceso). También vengo de una generación de mujeres que amamantaron a su pesar, a pesar del agotamiento, de sentir que su cuerpo era invadido por aquella criatura, de pensar que era su obligación dar sin recibir nada a cambio, de sentir que tenían que ceder el cuerpo, la palabra, en definitiva el resumen de este cuento:  el sacrificio borrando el placer.

Esa es la misma razón por la que tuve que hacer poco menos que un máster cuando decidí que quería amamantar a mi bebé. Fue una decisión que tomé en el embarazo (una decisión uterina, no mental). Por aquel entonces, me di cuenta de algo tan sencillo como que jamás había tenido una mujer amamantando a su hijx a mi lado ¿Como es posible que si un bebé de meses necesita mamar cada veinte minutos apenas veamos mujeres amamantando en las calles, plazas y bancos? Por la misma razón que una mujer habla en bajito del proceso de destete, de las grietas que sufre, del placer que le supone, de que no quiere continuar, de que no se cansa de hacerlo, de que a veces le da un biberón de fórmula, de que usa pezoneras, de que sus pechos gotean y manchan la ropa y eso le gusta, o no le gusta, de que le pone, de que ya se hartó. 

También esa es la causa de que no nos hablen de lactancia en la escuela, a las niñas y a los niños, alto y claro. Contarnos que la leche es un tejido vivo proveniente de la sangre, que comienza a producirse  ya desde el embarazo, del reflejo de eyección, de cómo lo activa la expulsión de la placenta, cómo lo favorece el piel con piel, de la oxitocina, la prolactina, las mastitis, las grietas, la ingurgitación.

Todo esto se relega al ámbito de lo privado y por eso una embarazada tiene que andar leyendo y viendo vídeos de Youtube sobre madres lactantes, buscar grupos que parecen poco menos que clandestinos y por eso es tan importante la labor de asociaciones como La Liga de La leche ( increíble esta organización de madres voluntarias que desde hace 65 años ayudan de forma gratuita y sin descanso a mujeres con problemas o que desean tomar una decisión informada sobre sus lactancias, además de formar a profesionales y apoyar con su sabiduría en diferentes hospitales de todo el mundo), de las matronas y pediatras que se mantienen en formación continua, actualizándose año tras año sobre el tema y de las IBCLC que son fuente de apoyo y herramientas para miles de mujeres (aunque es una opción que económicamente no está al alcance de todas) 

Lactancias hay tantas como mujeres: las hay fluidas y placenteras, en las que el cuerpo se transforma en canal y resultan un viaje de sabiduría y expansión; algunas se luchan pese a las dificultades y otras se gozan desde el biberón. Pero también hay lactancias frustradas, vividas con culpa, con sacrificio y desgana, sufridas a oscuras, sin apoyo, sin sostén.

Para que amamantar o no sea una decisión libre pasa por una sociedad que sea red, que coloque los cuidados en el centro y sustente el poder de lo femenino, ya que todxs sin excepción estamos aquí porque hemos sido alimentadxs por nuestras madres.

Vivimos en la sociedad que vimos, no todas tenemos los mismos privilegios, es mucho más difícil mantener una lactancia si tienes que sacarte leche a escondidas en el baño de la oficina, es mucho más sufrido destetar si se supone que todas debemos priorizar a lxs demás por encima de nuestras necesidades, si se nos ha borrado el cuerpo, si se nos niega el placer, es complicado salir a la plaza a amamantar a tu criatura si no hay espacios adecuados para ello, si la mirada es crítica, incisiva y brutal, es complicado darle fórmula a un niño recién nacido, respetando mi deseo y la soberanía de mi cuerpo que así lo desea, si los demás lo enjuician y ponen en duda.

La crianza debe ser placentera y es imposible gozar en la soledad y el gueto. Urge que lxs profesionales se actualicen, que la información esté al alcance de todxs, que cada decisión sea respetada, que nuestros cuerpos caminen libres fuera del machismo, el consumismo y la hipersexualización, que nos adueñemos de nuestras tetas y hagamos lo que queramos con ellas, pero esto es responsabilidad de todxs: nada que tenga que ver con la maternidad, la crianza y los cuerpos libres nos es ajeno.

 

SARA MARTÍN
Es escritora, actriz y madre atravesada por el feminismo. Forma parte del grupo de arte sonoro OVERture junto al músico y compositor José Pablo Polo. Ha sido recientemente galardonada con el XXI Premio Nicolás del Hierro de Poesía y sus poemas aparecen en diversas publicaciones con frecuencia. Esperamos su primer poemario en 2021.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Sara es poeta, creadora escénica y madre de Mün. En todas sus facetas, atravesada por el feminismo. Forma parte del grupo de arte sonoro OVERture junto al músico y compositor José Pablo Polo. Ha sido recientemente galardonada con el XXI Premio Nicolás del Hierro de Poesía por el libro "Escalera de incendios" y sus poemas aparecen en diversas publicaciones con frecuencia. Acaba de publicar el poemario "La nimiedad".

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