En lo que llevamos de año, los freelances ya han pasado por varios grandes hitos: la presentación de los impuestos y el confinamiento. Otra dificultad más añadida a la carga extra de trabajo de los autónomos, uno de los colectivos más perjudicados por el parón económico provocado por la irrupción de la Covid-19. El encierro en casa, en una situación de pura incertidumbre, se agrava cuando, además de tratar de ganarse las habichuelas, se tiene que ejercer de cuidador, profesor y cuidador. Y todavía es peor la situación de las mujeres, sobre las que recaen habitualmente los cuidados.
Esta complicada situación ha hecho reaccionar a muchos padres. Y la reflexión no ha sido todo lo productiva que se podría desear. Antes de ser padres, supongo que todos pensamos que nuestra vida va a cambiar con la llegada de una criatura indefensa. Intuimos que comienza el sacrificio: quizá veamos menos a nuestros amigos, las mujeres -en el 99.9% de los casos- perderemos muchas horas de sueño, entraremos en una nueva pantalla del videojuego: la del cambio de pañales, preparación de comidas, vigilancia contra accidentes infantiles… Pero, seguramente, no habíamos pensado lo suficiente en cómo trabajar y criar a un hijo en el mismo espacio podría presentar tal cuota de problemas e inconvenientes.
Porque muchas veces no estamos preparados para la bofetada de realidad que es la crianza. Pero todavía lo estamos menos para compaginarla con una capacidad de trabajo relativamente eficiente. Antes podías concentrarte en el trabajo: ahora hemos perdido, en gran medida, esa capacidad. Muchas veces lamentarás priorizar los deadlines, comida por la culpa, porque mientras estás trabajando te estás perdiendo, quizá, un gesto graciosísimo de tu hijo. Privada de sueño, quizá te cueste escribir un solo párrafo en un mail o estés atendiendo una llamada de trabajo mientras te pasas la cuchilla en el baño.
Tener hijos cambia nuestra actitud ante la vida, no solo ante el trabajo. Es, a la vez, lo más fascinante y lo peor que te puede pasar. Como tocada por una varita mágica, la maternidad te otorga cualidades que desconocías en ti: la paciencia, el ser menos egoísta, el poner al otro -a tu criatura- en el primer lugar en la toma de tus decisiones… Muchas veces, tus hijos ayudarán a que tu día sea mejor: si tienes un día de mierda, su sonrisa te alegrará el día. Pero también puede hacerte sentir extremadamente culpable, hacerte sentir tan buena profesional o tan implicada como antes de ser madre, porque el trabajo seguramente dejará de ser tu prioridad vital y te será más complicado ser vista, en algunos casos, como la persona ambiciosa y entusiasta que eras -erróneamente, porque seguimos viviendo en un país que aplaude el estar atado a la pata de la mesa de trabajo en vez de poner en valor que los trabajadores somos personas y tenemos una vida que disfrutar-.
Tengas el trabajo que tengas, tener un hijo te obliga a volver a ordenar tus prioridades. Pero cuando eres independiente y trabajas desde casa, tus prioridades pueden cambiar varias veces a lo largo de un mismo día. Por eso, no deberías sentirte sorprendida si tus motivaciones cambian.
Porque no hay nada de malo, ni de poco profesional, en valorar y ordenar tu tiempo de otra manera, porque seguramente sentirás que tu tiempo, tras la experiencia maternal, es más valioso que nunca. Porque seguramente renuncies a proyectos que no te son rentables en la medida tiempo-salario y eso tampoco significa que seas vaga, sino que tu tiempo vale más.
Porque no hay nada de malo en intentar condensar tus horas de trabajo y no hay nada vergonzoso en intentar pasar el mayor tiempo de calidad posible con tus seres queridos. Tengas hijos o no.
Porque no hay nada vergonzoso en proponer tus propios plazos a tus clientes, máxime cuando seguramente no te estén pagando para que estés a su plena disposición 24/7. Sé honesta con esto: seguramente tus clientes también entiendan que tus limitaciones son vitales, como lo serán para ellos si tienen hijos también.
No hay nada irresponsable en querer tener hijos. No debería decir de ti nada malo, todo lo contrario. No eres menos profesional. De hecho, desde mi experiencia, la experiencia de la crianza te da superpoderes: te hace capaz de desarrollar multitareas con una calidad y una rapidez nunca vistas.
No eres peor ni dejas de estar entregada a la causa si buscas tus momentos. TUS MOMENTOS. Encontrar tiempo para ti misma puede hacerte sentir culpable la primera vez que lo hagas, pero también salvará tu salud mental a largo plazo. Dirigir tu trabajo y tu vida personal desde el mismo espacio significa que el trabajo a menudo se convierte en tiempo de familia y viceversa. Es difícil establecer límites. Esto se hace más difícil con una pequeña persona corriendo por la casa exigiendo tu tiempo.
No hay que ser demasiado lista para darse cuenta, para suponer, que las mujeres tenemos todas las papeletas para ser las grandes perjudicadas de esta situación de confinamiento, pues seguimos ganando menos que los hombres y seguimos siendo abrumadoramente mayoría en el tema de cuidados (no solo de niños, también de dependientes y personas mayores). Las soluciones que queremos quizá no sean demasiado populares ahora, pero que no lo sean, que no se hayan dado nunca, no significa que no sean las correctas para dejar de ser, de una vez por todas, las esclavas de la conciliación.
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