Teta y Teto son dos tetas amigables y encantadoras que, desde un precioso libro ilustrado, abordan el momento del destete con sencillez y sin complejos. Sus creadoras son la escritora Ianire Doistua y la ilustradora Patricia González —Mofletes Colorados—, dos mujeres que ya habían unido talentos y ganas con anterioridad en su libro Pan con aceite y miel. Si en su anterior libro abordaban el duelo con ternura y un punto de humor, ahora son estas dos tetas las que ayudan a explicar el fin de la lactancia. Teta y Teto son, en palabras de Patricia, «dos personajes muy diferentes entre sí, que tienen una conversación en la que explican que, aunque un día la lactancia termine, mamá va a seguir estando siempre allí, con sus besos, sus canciones, sus cosquillas…». Para Ianire «son dos tetas muy simpáticas con diferentes personalidades. Teta es más grande que Teto y también más reflexiva, más madura. Teto representa una parte más límbica, se deja llevar más por las emociones, es más impulsivo y lúdico. Entre los dos, muestran un amplio abanico de pensamientos y emociones que pueden despertarse en el niño o la niña en el momento del destete». Cuenta Patricia que fue su hija pequeña quien les puso nombre: durante su lactancia pedía primero Teta y luego Teto, así que les pareció un bonito nombre para ellas.
Pude acompañar a Ianire y Patricia en la presentación de este precioso álbum ilustrado en Madrid, que se celebró el pasado mes de mayo en el patio de magnolios de la céntrica Biblioteca Iván de Vargas. Fue una presentación preciosa, repleta de criaturas entusiasmadas que no dejaron de colorear ilustraciones de Teta y Teto. Después, quise saber más sobre sus maternidades y cómo influyen en todas sus facetas.
¿Cuántos hijos tenéis y de qué edades?
Pachu: Tengo dos, un niño de diez años y una niña de cuatro.
Ianire: Tengo una hija de ocho y un hijo de cuatro.
¿Qué es, para vosotras, lo mejor y lo peor de la maternidad?
P: Para mí lo mejor es tener la suerte de ser testigo de su crecimiento, acompañarlos, conocerlos y sorprenderme con ellos cada día. Y dormir acurrucados de vez en cuando, los despertares de los domingos cuando aparecen en nuestra cama a remolonear… Eso también es maravilloso. Lo peor es, sin ninguna duda, el miedo. A que sufran, a no poder ayudarles, a faltar yo, a que alguien les haga daño. Nunca había sentido ni un amor tan grande, ni un miedo tan gigante.
I: Para mí, lo peor es la certeza de que habrá momentos en los que no pueda ayudar a mis hijos, la impotencia de no poderles evitar el sufrimiento, y de que eso será precisamente lo más sano para su crecimiento. En el plano cotidiano, diría que la dificultad para conciliar y el sueño perenne. En cuanto a lo mejor, es difícil decantarme por una sola cosa. Desde que soy madre, tengo la sensación de estar en un aprendizaje intensivo y sin pausa. Cada vez que creo que he controlado una situación, aparece algo nuevo que lo desbarata todo. Es una aventura continua. También es apasionante ver cómo mis hijos se van convirtiendo cada vez en seres más independientes, con criterio y sueños propios. Por otro lado, formar parte de su infancia revive también la mía, me ayuda a reconectar con alegrías que tenía olvidadas.
¿Cómo era vuestro trabajo antes de ser madres? ¿Y después? ¿Sufrió cambios significativos?
P: En mi caso, antes de ser madre trabajaba en una multinacional de publicidad. Mucho estrés, muchas horas, muchos fines de semana y muy poco tiempo libre. La situación de mi pareja era prácticamente la misma. Me di cuenta de que así no podía tener una familia como yo quería tenerla, así que cogí una excedencia para plantearme cómo hacer las cosas de otra forma. Durante ese año, me quedé embarazada, tuve a mi primer hijo y decidí no volver. Me convertí en autónoma para intentar gestionar mi tiempo y poder estar con mi hijo.
Pero en mi caso el cambio más grande sucedió un poco más adelante cuando, a base de pasar las tardes con el peque jugando, dibujando, haciendo manualidades, contando cuentos… Recuperé algo que siempre había estado ahí, que siempre me había gustado, pero a lo que nunca le había dedicado tiempo ni importancia: la ilustración. La maternidad te conecta con tu propia infancia y eso fue lo que pasó conmigo. Empecé a explorar ese camino, a formarme, a robarle horas de donde podía y muy poquito a poco he ido creciendo como ilustradora. Reconectar con Ianire, con quien ya había trabajado años atrás y que estaba viviendo una situación personal y laboral muy parecida a la mía, fue fundamental. Siempre nos hemos entendido, pero ahora además teníamos algo en común maravilloso. Nunca imaginé llegar a publicar un álbum ilustrado y ¡ya vamos por el segundo!
I: Yo trabajaba como creativa en una agencia de publicidad, donde sabía a qué hora entraba, pero nunca a la que salía. Al volver de la excedencia maternal y pedir la reducción de jornada, no les hizo ninguna gracia y me animaron a que volviera a mi casa apelando a que cada minuto que pasara trabajando iba a ser un minuto que no estaría con mi hija. Me negué y me dijeron que, entonces, no me quejara, que las empresas son como el parchís, donde a veces comes y, otras, en cambio, te comen.
Lo bueno de aquello es que perdí el miedo a marcharme a mi hora, a negarme a trabajar los fines de semana sin remuneración y a no implicarme tanto emocionalmente con un trabajo que no lo merecía. Aquella experiencia también reforzó mi pasión por la escritura, donde sí sentía que desarrollaba mi creatividad con libertad y gozo. Al final, ocurrió lo inevitable y acabé reconvirtiéndome en profesora de escritura creativa, una profesión que disfruto como nunca lo hice en el mundo de la publicidad y que, además, me resulta más fácil de compaginar con la escritura y la maternidad.
¿Qué os ha llevado a escribir y dibujar Teta y Teto?
P: Tanto Ianire como yo hemos hecho lactancias prolongadas, casi hasta los 4 años y, como cualquier madre trabajadora que también lo haya hecho, nos hemos visto muchas noches trabajando pegadas al ordenador con la teta fuera, agotadas, pero convencidas de que eso era lo que queríamos hacer. Hemos disfrutado muchísimo de nuestras lactancias, hasta que llegó el momento de plantearnos su fin. Una de esas tardes, trabajando en el lanzamiento de nuestro primer álbum ilustrado Pan con aceite y miel (Libros.com, 2020) con nuestros retoños enganchados a la teta, empezamos a hablar del destete, del cansancio, de recuperar nuestro cuerpo, de que igual queríamos empezar a dejarlo, pero que queríamos hacerlo bien. Queríamos ponérselo lo más fácil posible a nuestros peques, que fuera una transición lo más respetuosa posible. Y, en mi caso personal, reconozco que también quería dejar de sentirme culpable porque era yo, y no mi hija, quien quería terminar con la lactancia.
Empezamos a pensar cómo nos gustaría explicárselo a nuestros peques y como siempre nos pasa a Ianire y a mí… Terminamos escribiéndolo y dibujándolo.
I: Durante la promoción de Pan con aceite y miel, tanto Patricia como yo estábamos dando el pecho, por lo que nuestras conversaciones de trabajo pronto derivaban en confesiones sobre nuestras preocupaciones o dificultades en torno a la lactancia, en especial, la nocturna. De ahí, surgió la idea de escribir un cuento que ayudara a naturalizar el destete como una parte más de la lactancia, a interiorizar con calma la llegada de ese momento. Y, de paso, echar una mano a otras madres para que lo lleven también lo mejor posible, pues, en ocasiones, nosotras también tenemos que pasar por nuestro duelo aderezado de culpas e inseguridades.
¿Cómo acogéis la diversidad en este libro?
P: Ese ha sido un tema muy importante para nosotras y en el que hemos trabajado mucho. Hemos querido reflejar la diversidad desde varios puntos de vista: comenzando por todos los tipos de tetas que existen, muy lejos de los estereotipos que nos han enseñado: en Teta y Teto no hay dos tetas iguales, de hecho, no siempre hay dos tetas. Teta es más grande que Teto, hay tetas más grandes, más pequeñas, pezones que miran en direcciones opuestas, mastectomías… Las mujeres como nosotras estamos más acostumbradas a ver esta diversidad en literatura, ilustraciones, etc., pero los niños no son tan conscientes de ella.
Otro enfoque sobre diversidad muy importante para nosotras ha sido hablar de la tribu. De la que tiene cada madre, que a veces puede tener un papá, a veces otra mamá, o una abuela… pero es que a veces son los educadores, los vecinos que se convierten en familia o los amigos quienes dan ese soporte tan importante. Cada tribu es única e importantísima tanto para el niño o la niña como para la madre.
I: A pesar del poco texto que tiene, teníamos claro que queríamos incluir distintas realidades. Pero no queríamos resaltarlas como algo extraordinario, sino hacerlo de una forma natural, pues para nosotras, como para mucha gente, lo es. De ahí que incluyéramos distintos modelos familiares, la mastectomía o pechos de diferentes formas.
¿Hay algo que os hubiera gustado saber antes de enfrentaros a las lactancias de vuestras criaturas?
P: Me hubiera gustado saber que no hay una sola opción válida y universal que todas las madres debamos seguir, que cada lactancia es diferente, que cada crianza es diferente y que no eres peor madre por darle un biberón a tu hijo o darle el pecho hasta los tres años. En mi caso fue difícil porque tuve que recurrir a la lactancia mixta durante un tiempo, lo que en mi entorno se tradujo en un popurrí de “No te has esforzado lo suficiente en tu lactancia” o “Es que te has empeñado en esto de la teta y tu hijo está pasando hambre” o incluso “Estás creando una dependencia psicológica con tu hijo que no es sana”. Llegaron incluso a decirme que estaba consiguiendo que, a mi hijo, de mayor, le encanten las tetas. Todo eso se tradujo en inseguridad y culpa. Afortunadamente, aprendí mucho también y apliqué todos esos aprendizajes a la lactancia de mi segunda hija.
I: Que es más fácil de lo que parece. Que la mayoría de las complicaciones se solucionan consultando a buenas asesoras de lactancia. Que la lactancia prolongada es una gran aliada, sobre todo, en época de gastroenteritis. Que dar el pecho es dar el más intenso de los abrazos. Que el destete no tiene por qué ser traumático, que puede incluso ser divertido. Aunque, pensándolo bien, quizás haya sido mejor no saberlo e ir descubriéndolo sobre la marcha. Así es más emocionante.
¿Cómo han acogido vuestras criaturas a esta nueva compañía?
P: ¡Pues la verdad es que no es tan nueva! Ellos llevan ya un par de años viendo stories y bocetos de tetas por toda la casa. Hemos hablado de la dedicatoria a “nuestra cáscara de nuez” y su significado, de sus lactancias y del porqué de este cuento y nos hemos reído juntos con las pedorretas. Han vivido todo el proceso conmigo y han formado parte de él, dándome su opinión en algunos casos, o animándome incluso en los momentos más duros de la fase de publicación, que los ha habido, hasta que encontramos a Somos Libros y su maravilloso equipo. Así que espero que sientan que Teta y Teto es suyo también.
I: Con ilusión. Son nuestros mayores fans. La mayor me ha dado unos consejos de escritura realmente valiosos y, para el pequeño, Teta y Teto son dos colegas más.