YOLANDA DOMÍNGUEZ Y LOS MALDITOS ESTEREOTIPOS

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Yolanda Domínguez (Madrid, 1977) se ha convertido en uno de los nombres de referencia cuando hablamos de feminismo y activismo a través de las expresiones artísticas. Sin ir más lejos, estos días ha protagonizado, junto a la asociación Herstóricas, una performance en el Metro de Madrid, concretamente en la llamada Estación del Arte (antigua estación de Atocha), denunciando la exposición que visibiliza el trabajo de grandes artistas… siendo 31 de ellos hombres y solo 2 mujeres. En esta exposición, conformada por obras que proceden de los cercanos Museos Reina Sofía, del Prado y Thyssen Bornemisza, no hay mujeres porque falten, sino porque no se valoran. Yolanda Domínguez y las participantes en esta performance las expusieron en las camisetas que llevaban y los usuarios del Metro de Madrid pudieron ver, en ellas, obras de más de treinta mujeres artistas de la talla de Remedios Varo, María Blanchard, Artemisa Gentileschi o Esther Boix.

Yolanda publicó el pasado mes de febrero el libro Maldito estereotipo, un análisis crítico, accesible e irónico sobre la cultura audiovisual en el que nos enseña el poder de las imágenes y el peso de los estereotipos, formados a raíz de la repetición de códigos visuales heredados y con los que, buena noticia, es posible acabar, con el fin de avanzar hacia una sociedad más igualitaria.

Hablamos con ella para conocer el por qué de su libro en una entrevista esperanzadora, donde charlamos sobre el fin de los estereotipos, la imagen que proyectamos y cómo cuidar los mensajes que lanzamos y su significado en estos tiempos en los que (casi) todos somos creadores de contenido.

¿Cuál es el germen de este libro y de tu activismo?

Mi trayectoria se ha centrado en analizar cómo nos afectan las imágenes y cuál es su papel en la sociedad. Estudié Bellas Artes y pronto me di cuenta de que los medios de comunicación siguen reproduciendo las mismas perspectivas que plasmaban los pintores hace cientos de años. Eso me llevó a realizar acciones y piezas audiovisuales que cuestionaran esta mirada y últimamente a impartir talleres y conferencias enseñando a la gente joven a detectarla. En Maldito estereotipo he plasmado todo lo que he aprendido en estos años y lo cuento para poder llegar a todo tipo de público, desde alguien que trabaja en una agencia de publicidad hasta un adolescente que consume y genera imágenes en Instagram.

¿Es posible acabar con los estereotipos?

Sí, por supuesto. El primer paso es detectarlos. Creamos imágenes de una manera intuitiva, copiando las imágenes que hemos visto antes. Si alguien te ayuda a ver todos esos prejuicios que estás repitiendo y te hace consciente de lo importante que es cambiarlos puedes decidir si seguir reforzándolos o prefieres integrar otras perspectivas. Es una elección personal, pero si no eres consciente de ellos no los puedes cambiar. Los estereotipos son eficaces a la hora de comunicar porque son el código visual que ya conocemos (mujeres frágiles, hombres fuertes, personas no caucásicas poco valiosas, parejas heterosexuales, personas gordas perezosas y graciosas…) Los medios nos dan más de lo que ya conocemos para no perder audiencia. Pero esa cultura tan sesgada tiene muchos peligros, además de la falta de libertad para elegir quiénes y cómo queremos ser, nos impide relacionarnos con las demás personas de otra forma. 

¿Cuáles son los estereotipos más peligrosos?

Todos los estereotipos son dañinos porque nos limitan pero los más peligrosos son los que normalizan la violencia hacia algún colectivo o grupo de personas. Consumir constantemente violencia nos vuelve más insensibles a ella, no reaccionamos cuando la vemos y lo que es peor, tampoco reaccionamos cuando le ejercen sobre nosotras porque creemos que es lo normal.

¿Basta con que algo sea visto para que sea verdad?

La imagen es un lenguaje muy inmediato (lo entendemos mucho más rápido que ningún otro) y solemos tomarlo como la verdad, pero no lo es. Todas las imágenes son subjetivas, están hechas desde una perspectiva, con una ideología y con muchos prejuicios. Crear imágenes subjetivas no tiene nada malo, pero los espectadores olvidamos este dato. También influye que es el lenguaje que más se recuerda, y con el tiempo solemos recordar la emoción, pero no la fuente y si es fiable o no. Así que tendemos a darle veracidad a casi todo lo que vemos.

¿Cómo podemos evitar el daño que nos provocan los mensajes que recibimos a través de las pantallas? ¿Hay alguna (valga la redundancia) pantalla protectora, como en las cremas con FPS, que nos proteja de los miles de impactos que recibimos a diario?

La mejor manera es desarrollar la capacidad crítica ante ellas. No podemos dejar de ver imágenes, pero sí podemos filtrarlas y clasificarlas. Es fundamental que en la escuela enseñen a los niños y las niñas a usar este lenguaje, analizando anuncios, películas, fotos… También que se les acompañe en el visionado de las mismas. Solemos abandonarles frente a las pantallas sin reflexionar sobre lo que ven y eso es muy peligroso porque la imagen una herramienta que requiere de un aprendizaje. En los primeros años de vida es fundamental porque todo les entra sin ningún tipo de filtro y abre caminos que van a estructurar su forma de pensar el resto de su vida. También sería útil disponer de una información sobre lo que estamos consumiendo, igual que hacemos con los alimentos. Saber si una cadena de televisión o un contenido es machista, racista u homófobo podría permitirnos decidir si consumirlo o no.

¿Cómo ejercer nuestra libertad visual con responsabilidad, ahora que todos somos creadores de contenido?

Lo más importante es adquirir conocimiento. Sin él por mucha buena voluntad que tengas no lo puedes hacer bien. El conocimiento te permite detectar lo que no funciona y saber qué puedes hacer para cambiarlo. También es importante el compromiso, porque ir contra corriente no es fácil y sin un compromiso fuerte al final tiendes a dejarte llevar. Todos queremos que nos acepten y crear por ejemplo una imagen tuya diferente es exponerte a la crítica y al rechazo y eso, sin un compromiso fuerte, es difícil de sostener. 

¿Podemos ser activistas a través de las imágenes que generamos?

 ¡Por supuesto! hoy tenemos esa posibilidad que antes no existía. Cada vez que subimos una foto nuestra podemos elegir entre reforzar el estereotipo o equilibrar el imaginario con nuevas perspectivas. El selfie puede ser una herramienta de cambio al igual que nuestros “likes”. ¿Qué tipo de imágenes apoyamos? Esto lo tienen muy en cuenta los algoritmos que nos dan más de lo que nos gusta. 

¿Cuál es tu opinión acerca de la exposición cotidiana tanto de adultos como de niños a través de las redes sociales? ¿Hay alguna ventaja en ello? ¿Y cuál crees que es su principal inconveniente?

La exposición de un adulto no es necesariamente negativa, es una forma de socializar. Cada vez nos relacionamos menos en persona y más a través de las pantallas, mucho más ahora con la pandemia. Lo que hay que analizar es qué tipo de exposición estamos haciendo de nosotros mismos. Si es una exposición únicamente sexualizada o muestro todas mis facetas: la profesional, la familiar, la deportista, la creativa… Con respecto a los niños y niñas no lo tengo tan claro puesto que no es una decisión suya, creo que en este aspecto hemos de tener mucho más cuidado y sobre todo respetar los límites de edad fijados por las aplicaciones. Es habitual ver niñas menores haciendo tik toks con letras y gestos sexuales que no entienden bien, hay que poner atención a lo que están consumiendo y generando. Esas imágenes pueden circular libremente y caer en manos de personas que no hagan precisamente un uso adecuado.

MALDITO ESTEREOTIPO, YOLANDA DOMÍNGUEZ

En Maldito estereotipo, Yolanda Domínguez analiza de manera crítica, irónica y reveladora distintos aspectos culturales y sociales relacionados con la influencia de las imágenes y nos explica cómo y por qué funcionan los estereotipos, qué se esconde tras la fotografía de moda, cuál es el papel que tienen las imágenes en la construcción de nuestra identidad y qué pautas podemos seguir para utilizarlas de una manera más comprometida, que contribuya a combatir la desigualdad. «No consideramos la imagen como un signo que hay que interpretar e incluso contrastar, sino que la consideramos directamente como la realidad y ese es uno de sus mayores peligros. Consumimos tal cantidad de imágenes que aplicamos un nivel de lectura muy superficial basado en lo emocional, lo que nos mantiene en un grado muy básico de entendimiento, más animal y menos racional […] La repetición de los códigos visuales heredados, sumada a la necesidad de simplificar, da lugar a los estereotipos que arrastran y refuerzan juicios morales, limitando nuestras posibilidades y la forma de relacionarnos e incluso llegando a provocar lo que representan.»

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.

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