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EL FUTURO SIEMPRE HA ESTADO EN MANOS DE LAS MADRES Y LOS PADRES

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Hay cosas que nunca cambian. Algunas son intuiciones que con el tiempo se van confirmando. Dato tras dato, estudio tras estudio, la acumulación termina por arrojarnos una evidencia incontestable. La idea de que el futuro de un bebé depende de su madre y de su padre es muy antigua. Sin embargo, hasta ahora creo que ha sido más bien una intuición, una impresión, una posibilidad. Hasta ahora. Hoy ya sabemos que el estado de la madre durante el embarazo afecta de forma muy importante al futuro del bebé y predispone para muchas cosas, entre ellas, problemas de salud mental muy serios. El embarazo es un momento delicado, vulnerable, frágil. Es el momento de mayor riesgo de aparición de psicopatología en toda la vida de una mujer. Aunque no se ven, hay altas tasas de depresión y ansiedad. Algunas mujeres sufren psicosis después de dar a luz. El estrés que las mujeres pasan durante el embarazo, el parto y las primeras semanas o meses de vida del bebé es un enorme factor de riesgo. Y cuando una madre recién parida tiene un trastorno mental, ¿qué pasa con el bebé? ¿Qué inicio de vida puede tener? 

El bebé viene al mundo esperando establecer un profundo contacto afectivo con su madre, con su padre y con todo aquel que esté dispuesto a mirarlo y cuidarlo. Pero es la madre la que con sus cambios hormonales tiene más fácil entrar en sintonía con él. Esta sintonía durante el primer y el segundo año de vida del bebé marca tantas cosas después… tantas… Para que esta sintonía se dé de la mejor manera posible la mujer embarazada necesita protección. Es lógico. Todo lo vulnerable necesita protección. Esta protección implica cosas muy concretas. Es sencillo, se trata de sentirse cuidada y acompañada. La pareja, la familia, los amigos y el personal sanitario tienen un papel fundamental. En el momento en el que aparece una mujer embarazada, los espectadores nos convertimos en piezas fundamentales de protección de la salud mental de la madre y del futuro del bebé. Dos ejemplos bien documentados: la soledad es un factor de riesgo que en muchos casos desencadena depresión; el parto traumático puede alterar el vínculo con el bebé y la lactancia. Algunos remedios bien documentados también: el apoyo de la pareja es fundamental; el intercambio con otras madres es la forma de terapia más eficaz; el personal sanitario respetuoso favorece el bienestar emocional de la madre. Todo esto tiene muchas consecuencias para el bebé.

La vida se ha vuelto más estresante. Muchísimas personas sufren condiciones difíciles que afectan sus trayectorias vitales. El estrés crónico, la violencia, la pobreza o la discriminación en los primeros años de vida están ligadas a enfermedades crónicas. El trauma intergeneracional nos complica la existencia. Los vínculos afectivos que interiorizamos en nuestra infancia nos moldean. La forma en la que cada uno regulamos el estrés nos afecta día a día. La lista de factores es muy larga, pero todos ellos tienen algo en común: dependen, en gran medida, de nuestras condiciones afectivas de vida iniciales. Por eso, el futuro de una persona está, en gran medida, en manos de su madre y de su padre. Y para que este futuro empiece de la mejor manera posible se necesita un requisito previo: las futuras madres necesitan ser especialmente cuidadas. Es el principio de toda la cadena. De este principio depende todo lo demás. Puede parecer una obviedad, pero no lo es. No lo es si observamos lo silenciadas que están las dificultades emocionales y psicológicas que rodean a la maternidad. 

Poder decidir cuándo queremos ser madres y padres ha sido toda una revolución. Ha convertido la maternidad y la paternidad en una decisión consciente, madurada y deseada, pero esta misma ventaja tiene un contrapeso: nos hace aún más responsables. Hace unos años, unas décadas, se asumía la decisión de una manera más natural o más frívola. ¿Hasta qué punto importa cómo te traten de bebé? ¿Hasta qué punto tu futuro depende de cómo estén tus padres? La respuesta a estas preguntas era intuitiva. Podíamos agarrarnos a que no sabíamos o a que hay muchas otras cosas en la vida que nos van afectando. Hoy sabemos que el impacto de los primeros años de vida es tan grande que, realmente, podemos decir sin miedo a equivocarnos que una gran parte del futuro de cada uno de nosotros está en las manos de nuestras madres y nuestros padres. Y para que esas manos funcionen es necesario cuidarlas. Me sigue resultando sorprendente que en una sociedad tan moderna y tecnológica los cuidados a la mujeres embarazadas no estén en el centro. Tiene delito, sabiendo lo que ya sabemos. Muchos estudiosos del desarrollo humano reclaman a los estados inversiones para favorecer el cuidado de los bebés. La salud mental está en juego. Sin embargo, los bebés, las mujeres embarazadas y sus cuidados, se siguen viendo como algo secundario, accesorio, sin valor. Hasta que lleguen tiempos mejores es necesario estar atentos. Si estás embarazada y te sientes sola, lloras, estás más nerviosa, más triste, no duermes bien o dudas de tu capacidad para cuidar y querer a tu bebé, busca ayuda. Si has tenido algún problema psiquiátrico previo, has estado en tratamiento farmacológico o has tenido alguna pérdida gestacional, busca ayuda. El futuro de tu bebé está en tus manos. 

 

MARTA GIMÉNEZ-DASÍ
Es madre de dos niños y profesora de Psicología del Desarrollo en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. La maternidad y la universidad conjugan su principal interés vital: entender y promover el desarrollo sano en los primeros años de vida. Desde 2009 dirige un equipo de investigación centrado en el estudio del desarrollo emocional infantil. Como resultado de sus trabajos ha publicado los programas Pensando las emociones con atención plena y varios libros sobre desarrollo infantil en la editorial Pirámide, el último de ellos, Desde el principio.

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VICTORIA GABALDÓN

Madre de Julieta y Darío, periodista y escritora. Creadora de MaMagazine, orgullosamente apoyada por una tribu de comadres poetas, escritoras, fotógrafas, creativas, ilustradoras, psicólogas, docentes y periodistas especializadas en maternidad.
Es madre de dos niños y profesora de Psicología del Desarrollo en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. La maternidad y la universidad conjugan su principal interés vital: entender y promover el desarrollo sano en los primeros años de vida. Desde 2009 dirige un equipo de investigación centrado en el estudio del desarrollo emocional infantil. Como resultado de sus trabajos ha publicado los programas Pensando las emociones con atención plena y varios libros sobre desarrollo infantil en la editorial Pirámide.

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