Isabel Minhós (Lisboa, 1974) es madre de dos hijos (un niño de 16 y una niña de 13), es escritora y también confundadora de la editorial portuguesa Planeta Tangerina. Autora prolífica, cuenta en su haber con más de 30 libros ilustrados dirigidos a niños y jóvenes. Isabel es una de esas personas que ha encontrado la fórmula de la buena comunicación intergeneracional, la ha compartido en sus libros y ha triunfado con ella: así lo atestiguan los numerosos premios que ha conquistado con sus obras, entre ellos, el Catálogo White Ravens, Prémio Andersen, Banco del Libro, Sociedade Portuguesa de Autores (2015), Gustav-Heinemann Friedenspreis (2017) y Deutscher Jugendliteraturpreis (2017).
En nuestro país, la preciosa editorial Fulgencio Pimentel ha publicado dos de los libros que Isabel ha escrito en la buena compañía de la ilustradora Madalena Matoso. Dos libros que van directos al alma: Comerse el tarro (2018, un libro que explica cómo funciona nuestro cerebro) y ¿A dónde vamos cuando desaparecemos? (2020). Ambos álbumes hablan de temas que no son, precisamente, sencillos de abordar. Pero la magia del Planeta Tangerina, la creatividad y el uso del lenguaje de sus autoras han dado forma a una manera de dialogar clara, concisa y apropiada para llegar, sin deambular, a los más pequeños. Una gran ayuda cuando los padres no sabemos, a veces, explicar ciertas cuestiones a nuestros hijos.
Entrevistamos a Isabel Minhós para saber cómo afectó su experiencia maternal a su trabajo, cómo ambas facetas de su vida se retroalimentan, cómo surgió Planeta Tangerina y la anécdota familiar que provocó que Isabel quisiese dar respuesta a esta pregunta: ¿A dónde vamos cuando desaparecemos?
Permitidnos la licencia de afirmar que las palabras de Isabel en esta entrevista son deliciosas. Y también la de abriros el apetito por esta maravillosa obra, de la que incluimos algunas páginas al final de esta conversación.
¿Cómo era tu trabajo antes de ser madre? ¿Cómo es ahora? ¿Ha afectado la maternidad a tu trabajo?
A finales de los 90, cuando empecé a trabajar y todavía no tenía hijos, persistía la idea de que teníamos que “trabajar duro” y como locos para conseguir algo. Las vacaciones estaban mal vistas, salir temprano del trabajo estaba mal visto, hacer una buena gestión del tiempo/trabajo/familia no se valoraba y solo servía para tener aún más trabajo. Tener hijos en ese ambiente podía ser una tortura: se nos pedía compartir lo que era indivisible (el tiempo para los niños). Cuando tuve hijos, el panorama ya empezaba a cambiar (un poco) y como yo ya estaba trabajando en el proyecto de la editorial Planeta Tangerina, no era tan difícil (¡pero tampoco tan fácil!).
En esa etapa ya tenía más independencia en la gestión de mi tiempo de trabajo, pero hasta que nuestro proyecto se hizo más sólido, todavía tenía que desenvolverme en muchas tareas diferentes y con niños pequeños a menudo sentía que mi vida era como nadar en una piscina: hacia adelante, hacia atrás, salir a la superficie a respirar, a bucear de nuevo… Poco a poco fui desacelerando, aprendiendo a decir “no”, intentando delegar, esas cosas que vienen en los libros…
La maternidad influyó positivamente en mi trabajo: desde que escribo libros para niños, las observaciones y vivencias como madre me dieron la materia prima para muchas reflexiones. Pero claro, también estaban las dificultades de las que todo el mundo habla: interrupciones constantes, incapacidad para leer (por agotamiento), dificultad para estar 100% inmerso en un tema o proyecto…
Pero creo que esto es normal. Es una fase que se atraviesa como tantas otras. Los niños nos desvían la cabeza de nosotros mismos y eso también puede ser positivo.
¿Cuál es la huella de tus hijos en tu trabajo?
Incluso si no escribiese libros sobre mis hijos (ni siquiera para mis hijos, sino para cualquier lector que quiera leerme), está claro que mis hijos también me influyeron (y aunque ya son adolescentes siguen influyendo). Son personas a las que escucho, observo, que veo crecer, cambiar, cuestionarse, maravillarse. Algunos de mis primeros álbumes ilustrados reflejan gran parte de esta relación y algunos incluso han surgido de pequeños episodios que vivimos juntos y que luego me persiguieron hasta que se transformaron en libros. Los proyectos que he escrito en el área de la no ficción también tienen, en cierto modo, alguna influencia de mis hijos. Porque los temas que elijo abordar (en redacción o edición) son los que considero más importantes hoy en día, aquellos a los que debemos dirigir nuestro enfoque porque están relacionados con los problemas que atraviesa el mundo o con temas que están en la agenda, ya sean ambientales, políticos, científicos. Hablo de proyectos como “Cá dentro”, “Plasticus maritimus” o “Um ano inteiro”.
¿Qué es, para ti, lo mejor y lo peor de la experiencia materna?
Lo mejor: la fuerza de la relación que creamos. ¡Una muy poderosa!
Lo peor: el agotamiento (que nos impide, por ejemplo, poder leer).
¿Cómo nació Planeta Tangerina?
Somos un grupo de amigos que nos conocemos desde la secundaria. ¡Esto es increíble porque hoy tenemos más de 40 años! Después de pasar por la Facultad de Bellas Artes de Lisboa y de haber tenido experiencias laborales autónomas, surgió una propuesta de hacer una revista semanal para niños. Fueron 32 páginas hechas íntegramente por un grupo de cuatro amigos veinteañeros: escribimos, ilustramos, paginamos, hicimos todo con solo un ordenador… Fue increíble porque nos dio un ritmo y una gran experiencia de trabajo. Posteriormente, tras otros proyectos pedagógicos que hicimos atendiendo a encargos (de servicios educativos de museos, ayuntamientos, etc.), decidimos crear un proyecto de edición más personal. Así nació la editorial Planeta Tangerina, al principio más enfocada a la creación de álbumes ilustrados. En Planeta Tangerina comenzamos a editar libros con más tiempo, tratando de no caer en fórmulas y siempre desafiando a nuestros lectores.
¿Qué motivos os llevaron a escribir “¿Adónde vamos cuando desaparecemos?”? ¿Nace de una experiencia personal o de una necesidad externa, quizá la de tratar este tema que no es muy habitual en la literatura para niños?
Puede parecer un poco extraño, pero las ideas, no obstante, lo son. La idea de este libro se me ocurrió mientras iba en bicicleta con mis hijos. Esa mañana había llovido y había muchos charcos en el suelo. Fue muy divertido ir en bicicleta porque teníamos que sortear los charcos para no terminar empapados (cosa que no puedo garantizar que no hayan sucedido…). Al día siguiente, por casualidad, volvimos al mismo lugar con nuestras bicicletas y los charcos habían desaparecido por completo. Mi hija, que era muy pequeña, quedó realmente asombrada por el fenómeno y preguntó dónde se habían ido los charcos. Seguí pensando en esa pregunta, que obviamente podría tener una rápida explicación científica, pero que también podría transportarnos a un espacio más poético: ¿a dónde van las cosas cuando desaparecen? De repente, el tema no me dejaba escapar: comencé con los calcetines que desaparecen en las esquinas del sofá y fui yendo más allá. Por lo tanto, el libro no parte de una pérdida concreta, pero de alguna manera puede prepararnos para esa pérdida. Porque no solo desaparecen las personas que nos importan, sino todas las cosas del mundo.
¿Podrías darnos algún consejo sobre cómo afrontar la pérdida y hacerla más llevadera de cara a nuestros hijos?
Mis hijos ya perdieron a un abuelo muy querido. Y lo que nos dio buen resultado fue no esconder nada de lo que estaba pasando y, por otro lado, no caer en sentimentalismos innecesarios. La tristeza puede ser tan grande que tenemos que tratarla con mucho cuidado. Como cuando hay un incendio forestal: a veces es mejor dejar arder una parte de la tierra para controlar mejor el fuego que se avecina.
También siento que el mejor antídoto contra la pérdida es crear una fortaleza de amor a nuestro alrededor: una persona importante desaparece, pero permanecemos juntos y juntos nos mantenemos firmes. Esta fortaleza también puede jugar un papel importante en la siguiente fase, que es la de preservar la memoria, para que la persona permanezca con nosotros de la mejor manera.
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