Antes de que todo cambiase, de que se cancelase la normalidad, tuve la oportunidad de asistir al sexto aniversario de Micromachismos en un acto celebrado por El Diario en el Café Berlín de Madrid. Un encuentro al que asistieron más de doscientas personas -no solo mujeres: llamaba la atención la fluida asistencia de hombres- para disfrutar de esta conversación sobre feminismo y placer en el mítico Café Berlín de Madrid.
Este acto, comisariado y conducido por Ana Requena Aguilar, redactora jefa de género en eldiario.es, inició un diálogo rico en vivencias personales propias y de las invitadas al coloquio, la ilustradora María Hesse y la terapeuta Marta García Peris sobre relaciones afectivo sexuales, masturbación femenina y la importancia de normalizar la educación sexual desde la infancia. El encuentro comenzó con la actuación de Clara Sanchís, interpretando un fragmento de Una habitación propia de Virginia Woolf y terminó con el directo de Las Odio, una banda madrileña de riot grrrls a la que es recomendable escuchar entre líneas, pues pone sobre la mesa reivindicaciones del feminismo con acidez e ironía.
Ana comenzó su intervención como comienza su libro Feminismo Vibrante: contando la anécdota de la llegada de su maleta violeta al aeropuerto de Madrid desde París. En la maleta violeta, su vibrador cobra vida. La maleta vibra con él. Mientras la maleta vibra, Ana y el resto de pasajeros esperan ver aparecer en la cinta transportadora sus respectivos equipajes. El retraso en la salida es una maleta “sospechosa”. Que es la de Ana. Que vibra y que no deja de hacerlo hasta que Ana llega a su casa.
Ana Requena Aguilar (Madrid, 1984), madre de un niño de casi cinco años y periodista, encontró en esta anécdota la semilla y el punto de partida para su libro Feminismo vibrante. Si no hay placer, no es nuestra revolución. Este libro habla de feminismo y, sobre todo, habla de derechos. Del derecho al placer, del derecho a renunciar a la culpa, del derecho a defender los cuidados, del derecho a vivir con libertad y alegría lo que tantas veces se nos ha negado a las mujeres por el mero hecho de tener lo que tenemos entre las piernas. Ojalá lo que tenemos sea el centro de nuestro placer y no el epicentro de nuestras culpas y la excusa para un sometimiento que ya no ha de tener lugar ni momento.
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