Vaya por delante que Maite R. Ochotorena (San Sebastián, 1970) ha sido una sorpresa para mí, un inesperado regalo de Año Nuevo. Un año que ha llegado con buenas sensaciones, no sé si por su propio mérito porque, desde luego, lo tiene muy fácil para ser mejor año que el anterior. Lo cierto es que siento que he recuperado el swing y que la magia me rodea. Que tengo la antena puesta y que hay menos interferencias y que por eso puedo captar los rayos de luz y los colores.
Llegó a mis oídos, como decía, hace pocas semanas, la publicación de un nuevo libro de Maite R. Ochotorena y comencé a investigar. Lo primero que encontré, simplificando mucho, fue un prolífico conjunto de libros con títulos que sugieren misterio, intriga y cierta oscuridad: pongamos que hablo de El secreto de la Belle Nuit, Donde habita el miedo o El sueño de Valentine, entre otros. Pero el libro con el que he sido consciente de la existencia de su literatura es verde, muy verde. Y se titula La mensajera del bosque. Se define como novela contemporánea, novela negra y thriller, entre otras acepciones. Y es todo eso y más: es un canto a la ecología y a la sostenibilidad, es una mano tendida a la escritura de las mujeres y es un compendio maravilloso de personajes femeninos que parecen lo que no son, porque son mucho más de lo que dejan ver.
Empezamos a hablar justo de esto, del color de sus novelas, de las inevitables categorizaciones. Y Maite nos cuenta que ella no elige etiqueta alguna para sus libros: “Nunca me ciño a las pautas de un género: echo mano de todo lo que me venga bien para contar lo que yo quiero transmitir a la gente. Muchas veces hay gente que piensa que una novela policiaca se queda en la superficie, que es solo una novela de entretenimiento, para pasar el rato. Desde luego, no es el caso de mis libros. Mis novelas tienen siempre una carga de profundidad que busca conmover, remover las emociones y hacer reflexionar al lector sobre cosas que, además, me parecen muy importantes, que lo han sido en mi vida o que me han impactado de alguna manera. Eso es lo que quiero transmitir y para eso utilizaré los recursos que necesite”.
Llegó a mis manos La mensajera del bosque en plena resaca de la borrasca Filomena, que casi dos semanas después sigue dejándose ver, sobre todo desde donde yo miro, en las calles de Madrid. Filomena, como la expansión del coronavirus y como tantas otras consecuencias de lo mucho que maltratamos los hábitats que nos rodean, es una cura de humildad y un golpe en la mesa de la naturaleza. Avisos cada vez más fuertes que seguimos sin escuchar, aunque los oigamos. La carga de la fuerza de la naturaleza que contiene esta novela, justo en este momento, es llamativa. Y eso que esta novela se escribió en 2018: “Cuando la escribí, en 2018, desde luego no hubiera imaginado todo lo que estaba por venir. El 2019 fue un año terrible: incendios en la Amazonia, en Australia, el fuego causó grandes dramas. “¿Cómo podemos permitir que esté pasando esto?”, me preguntaba. Cuando la escribí ya eran bastante alarmantes los efectos del cambio climático. Yo tengo un vínculo muy especial con la naturaleza porque me he criado muy cerca de ella y necesitaba darle voz de alguna manera y expresar esa frustración, esta lástima que yo sentía por lo que estamos haciendo. Pensé que debía escribir algo sobre este tema y quería darle un papel protagonista a la naturaleza. Y qué mejor manera de hacerlo que crear un personaje de carne y hueso al que la gente pueda mirar, con el que pueda sentirse identificado. Empatizamos más si hablamos de una persona que si hablamos de un bosque, de una montaña. Decidí hacerlo así y como es un personaje que encarna esa naturaleza y la vida, es un personaje muy especial y curioso, tiene ese punto mágico que empaña toda la novela y que le da esa fuerza. En un principio, me parecía arriesgado, porque no sabía cómo se iba a entender incluir esto en un thriller, pero la respuesta que ha tenido ha sido brutal: gusta mucho cómo está contada la historia y cómo se introduce ese punto mágico de tal manera que la gente hasta quiere creer que ojalá eso fuera de verdad”.
“Vivo en un pueblo muy pequeñito y soy una privilegiada porque en dos minutos estoy paseando por los bosques, estoy muy cerca de la naturaleza y me llamaba mucho la atención el entorno rural, que está completamente separado del entorno urbano y no entiendo por qué no puede haber un equilibrio, que se mezclen ambas cosas y llevar a la ciudad lo mejor del entorno rural. La pandemia nos ha situado en un lugar de confinamiento, encerrados en nuestro pequeño espacio sin poder disfrutar de la primavera. Los animales y la naturaleza ganaron nuestro terreno mientras estábamos encerrados. Ahora somos nosotros los que estamos metidos en un cuadradito, acosados por la naturaleza, cuando tradicionalmente somos nosotros los que la acosamos a ella“. Y es que la explosión salvaje de la naturaleza Maite la ha hecho letras y nos invita a reflexionar sobre esta realidad: que la naturaleza nos cubre cuando la dejamos libre o cuando la apresamos, indistintamente. Negamos el verde y, sin embargo, nuestras ciudades nunca estuvieron más bonitas: “Cuando dejamos a la naturaleza mostrarnos su belleza, en cualquier momento y en cualquier oportunidad brota por todas partes y nosotros empeñados en cubrirla con hormigón. Es incomprensible. Es un medio muy hostil en el que vivimos. Visité un pueblecito en Francia que es totalmente peatonal. Dejas tu coche en un parking a la entrada y no se admite tráfico en ninguna calle del pueblo. Entrabas al pueblo caminando. La sensación de paz, de libertad, de no oír ruido, no respirar aire de tubos de escape… las calles tenían árboles, flores. La gente vive en la calle, los niños juegan sin peligro, las tiendas sacan su género al exterior… ¡pura vida!. Si han podido hacerlo es porque es posible. ¿Por qué no recuperar estos espacios?”.
La acción de La mensajera del bosque discurre en Madrid, en lugares muy reconocibles que, sin embargo, se verán fuertemente trastocados. Y es que Maite pasó por aquí y por eso eligió este escenario: “Viví en Madrid dos años, por trabajo, cuando trabajaba como comercial. Recorrí mucho Madrid Sur y Madrid Centro y pude participar del caos de la ciudad, la abundancia de coches, los ruidos… La calidez de Madrid la da su gente. Me sentía como en casa, quizá porque hay mucha gente que viene de fuera y eso hace que haya más necesidad de relacionarse y eso lo viví muy de cerca. Pero me apenaba que la ciudad fuera un medio tan hostil”.
Otro escenario, desgraciadamente de rabiosa actualidad en estos días de frío extremo que acabamos de dejar atrás es la Cañada Real, otro lugar que Filomena y otras tantas desgracias, de cuando en cuando, van sacando a la luz. Parte de la acción transcurre allí: “Quiero hablar de los grandes espacios olvidados de las ciudades. Lo que no nos gusta lo metemos debajo de la alfombra y hacemos como que no existe. Pero es una realidad y está ahí. Un sitio tan deprimido como la Cañada Real me ha servido para reflejar cómo la vida, a pesar de todo, puede abrirse paso y crecer, como una manera de llamar la atención sobre este tipo de lugares. Es un lugar que había visto, a veces, en documentales y me llama mucho la atención que tengamos estos lugares así y no seamos capaces de mejorar su situación. El hecho de que Cris Stoian tenga esa amnesia y de que a pesar de esa vulnerabilidad que le provoca la amnesia sea capaz de hacerle frente y de buscar respuestas, a pesar de que intuye que ha sufrido algún trauma que le ha provocado las heridas que tiene por todo el cuerpo me sirve para trasladar una idea: solo es posible hacer frente a los fantasmas, los miedos, las culpas, los errores y los lastres que llevamos abriendo el armario y encendiendo la luz, mirándolos directamente a la cara, conociéndolos, aceptándolos y después superándolos. Esconderlos lo único que hace es atarte unas cadenas bien gordas en los tobillos y hacer de lastre toda tu vida. Esto es algo que he aprendido por las malas y quería reflejarlo a través de Cris también. Es una mujer muy fuerte que, a pesar del miedo que le da lo que pueda encontrar, tira hacia adelante. Es una voz muy feminista, son cosas que también he vivido y quería plasmar de alguna manera”.
La abundancia de personajes femeninos es otra de las constantes en la obra de Maite: “No lo hago de una forma consciente. Pero sí sé que durante mucho tiempo la mujer no ha tenido un papel importante: siempre se nos ha relegado a un segundo, tercer o cuarto plano. En todas mis novelas vamos a ser protagonistas y quiero hablar de muchas cosas que me parecen importantes relacionadas con nosotras, con nuestra fuerza, con nuestro coraje y con todo lo que tenemos para ofrecer. Lo hago a través de mis personajes femeninos. Es una pequeña rebelión”.
Los inicios no son fáciles y habrá quien piense que ha tenido mucha suerte. Pero el caso de Maite tiene que ver con el tesón, el trabajo duro y el amor propio: “Hay que creer en los sueños. Uno mismo debe creer que se puede, que puede conseguir lo que desea por muy mal que te vaya en la vida. He pasado etapas muy duras que me han hecho mucho daño y que durante mucho tiempo me han hecho no creer en mí misma. Siempre he sabido que quería escribir; siempre he escrito, desde pequeñita siempre estaba contando historias. Esas circunstancias adversas hicieron que tuviera relegada esta faceta durante mucho tiempo. Me dediqué a proyectos que no eran míos, gastando mis energías en cosas que no me pertenecían hasta que llegó el momento en el que escribí mi primera novela como válvula de escape. Necesitaba de alguna manera soltar lastre y empezar. El secreto de la Belle Nuit permaneció mucho tiempo en un cajón porque no conseguí reunir el valor o las fuerzas para sacarlo adelante: estaba tan denostada y apagada que no tenía el coraje suficiente para salir de ahí. Hubo un momento en el que ya no pude negarlo más tiempo: tuve que salir a flote. Fue entonces cuando decidí salir adelante, no quería tener 80 años, mirar atrás y arrepentirme de no haber hecho lo que debía. Cogí mi primera novela -había sido comercial los últimos cuatro años, algo que va en contra de mi forma de ser pero que me enseñó algo que me ha servido después-; llené mi carrito de comercial con unas diez novelas y empecé a visitar pueblos, ciudades, entraba en cualquier sitio y les presentaba mi novela. Iba a cualquier lugar, me presentaba, les contaba mi historia, de qué iba la novela y cuál fue mi sorpresa al ver que la gente debió aceptar mi ilusión: por primera vez defendía algo que me creía y era mío, la gente me escuchaba, empezaba a leerme. A partir de ahí, he recorrido País Vasco, Navarra, La Rioja, Burgos o Madrid con mi carrito lleno de novelas. Fui sembrando poco a poco. La gente me decía: “pero así no es la manera, ¿de uno en uno vas a conseguir algo?”. Yo iba haciendo mi camino y el boca a boca me ayudó mucho. Al cabo de un tiempo, descubrí que podía publicar en Amazon, que tiene sus puntos buenos y sus puntos malos. El bueno, para mí, fue que se convirtió en una ventana más para autores como yo. Comencé a publicar ahí y todas mis novelas han ido fluyendo a través de Amazon. Esa gente a la que yo visitaba fue la que me aupó y dio visibilidad a través de esta plataforma, hasta llegar aquí. Llamé la atención: La mensajera del bosque fue un “boom”, tuvo una gran aceptación. Me llamaron unos agentes literarios, Planeta se interesó por mi obra y aquí estamos”.
Nuestra pequeña charla terminó con sonrisas de oreja a oreja. Desde luego, ese día en el que nos conocimos, yo me fui más contenta a la cama porque esta dama de la intriga dio más alegría a mi día. Porque pude cruzar unas palabras con una persona luminosa, orgullosa de lo que ha conseguido y a la que la siembra le está procurando grandes frutos: “Apuesta por ti, las cosas se pueden conseguir. El ser honesto contigo mismo es lo que más libre te puede hacer. Hay mucha gente encadenada a un trabajo que no le gusta, a creencias que nos hacen esclavos y nos van minando poco a poco. Esa es mi reivindicación y creo que por eso estoy tan feliz: ¡porque por fin lo he hecho!”
Un comentario
Desde paqueñita nos has iluminado con tus historias…nos has echo reír, llorar y temblar de puro miedo a la luz de las velas durante una noche de tormenta….recuerdas??? Esto que te está pasando no es casual. Es el premio al tesón y, en cierto modo a la fidelidad( por momentos sepultada por las circnstancias) a una forma de vivir y de ver la vida. Esa forma de ser, honesta contigo misma y con los demás, te llevará a lo más alto, y tu te encargaras de mantenerte ahí por siempre….también en nuestros corazones