Cuenta Marcela Serrano en su último libro El Manto (Alfaguara, 2020), que Clara Sandoval, la madre de Violeta y Nicanor Parra (“el vientre más fecundo de Chile”), tejió un manto hecho de retales y despojos de su labor como costurera. A su muerte, quiso Nicanor que se le enterrara sin ataúd, sin incinerar, con la manta que tejió su madre cubriéndole. También quiso ser enterrado en su casa, mirando al mar y con un cartel manuscrito por él que reza: “voy y vuelvo”. Había más últimas voluntades, pero desconozco si todas pudieron cumplirse.
Marcela Serrano (Santiago de Chile, 1951) recoge esta preciosa historia de amor materno-filial en su último libro, nacido después de dedicar un duelo de cien días a la mujer de su hermana Margarita, fallecida por cáncer en noviembre de 2017. Margarita era la hermana del medio:
“Se llamaba Margarita María Macarena. Muchas M a cuestas. Nació el 15 de junio de 1950, en la mitad del año que dividió en dos el siglo pasado. La tercera de cinco hermanas, otra vez al medio. Todo partido por la mitad. Era géminis”.
Tres días después del funeral de su hermana, Marcela cerró su apartamento en Santiago de Chile y se fue al campo a hacerle el luto. En esos cien días de duelo y reflexión, Marcela cultivó sus frutos literarios al abrigo de los frutos que otros autores antes dieron cuando se toparon con la muerte de frente, de lado o de perfil. Es por eso que abundan las referencias a autores como Miguel Hernández (“Cuando llega a doler hasta el aliento, calla. Calla, vete y escóndete”) o Rilke (dice Marcela: “Si, como sostiene Rilke, la patria es la infancia, mi compatriota fue ella”).
Las reflexiones, lecturas subrayadas y anécdotas se unen a la historia de una familia, en especial a la historia de dos hermanas, dos entre cinco. Como dice Marcela, ella también tiene vela en este entierro, pues una de sus dos hijas (de 38 y 32 años) se llama, como su hermana, Margarita. La Margarita (la hermana) fue la cómplice de Marcela y así lo cuenta en este compendio de pensamientos, a veces automáticos, sobre el duelo, la desesperación y la inconformidad ante la vida:
“Cuando se muere el marido, se es viuda. Cuando se muere el padre, se es huérfana. Líneas verticales, jerárquicas. No soy ni una ni la otra. Soy algo innombrable porque mi pérdida es horizontal. Menudo problema: parto sabiendo que las palabras no alcanzan. No existe una para mi estado. No se han inventado la palabra para la hermana que se quedó sin hermana”.
El manto no es un libro para hacer una sinopsis del mismo: como Marcela halló consuelo en la literatura de los otros, ahora este libro entra en el botiquín dedicado a aliviar los duelos, para ella misma y para los que la leemos. Y ahora, por desgracia, sí puedo dar fe de que yo he encontrado calor en las letras de Marcela, que he encontrado consuelo y que me siento arropada por el manto, como bien calentito se sentirá Nicanor Parra cubierto por la cobija de su madre.
2 respuestas