Quedé abierta, ofrecida a las visitaciones, al viento, a la presencia
“Se habla de Gabriel”, Rosario Castellanos
Bisexualidad y maternidad: estas dos palabras hablan de deseos
“Bisexualidades feministas”, VV. AA.
En mi segundo parto estaba infectada de covid. Las personas que me atendieron (“un matrona” incluido, así se nombró él, porque la realidad se impone a las normas de la RAE) llevaban EPI, me trasladaron a la habitación por el “circuito de sucios” y me dijeron, tras varios pinchazos, que desistían de ponerme la epidural por la infección de coronavirus. Por eso, por no tener epidural, fue un parto brutal. Fue doloroso y lo disfruté a tope y no encuentro contradicción en eso.
Fue brutal y quedé abierta.
Que hacerse madre es quedar abierta a la vulnerabilidad y al miedo es evidente. Se trata de supervivencia. Se trata de responsabilidad. Se trata de un reto sin precedentes, como es que una criatura humana siga viva. ¿Respira? ¿Son los trozos de comida lo suficientemente blandos y pequeños? ¿Voy a dejar que suba a ese tobogán oxidado? A todas esas preguntas ya había quedado expuesta con mi hija, seis años antes. Pero con la bimaternidad me pasó algo más. Tenía menos miedo, supongo, o el miedo ya no era una emoción dominante, supongo. Quedé abierta a otras cosas.
Buscar información es mi forma de asomarme a los abismos. Y de justificarme. Sé, he leído, que durante la experiencia materna el cerebro se vuelve plástico. Sé que se producen cambios —que pueden ocurrir durante el embarazo y unos años después— de tal magnitud que las científicas lo comparan con los que se producen durante la adolescencia y lo llaman matrescencia, una adolescencia materna. Lo explica mucho mejor la neurocientífica Susana Carmona. Y la adolescencia es, entre otras muchas cosas, un periodo de descubrimiento y experimentación sexual. De deseo y de enamoramiento y de explorar los límites.
Después de ser madre, mi amiga M tuvo un periodo de “deseo nulo”. Pero cambió. Luego, vino otra etapa con más deseo y más inhibición y, con ello, de más disfrute, dice. «Me he vuelto mucho más exigente en la búsqueda de sensaciones», me cuenta. Mi amiga T cree que la pérdida de deseo estuvo relacionada con la inhibición que supuso vincular el sexo a la búsqueda de un embarazado que tardó en llegar. El embarazo llegó, el hijo llegó. Después llegó un “redespertar” que ella fecha después de la lactancia. Eso y cumplir 40 han sido los facilitadores de un deseo hasta ahora desconocido que describe como liberador y “más disfrutón”. Cuando entrevisté a Silvia Allende, autora del fanzine Mamafolla, me habló de sus encuentros sexuales “cósmicos” que no tenían nada que ver con la sexualidad antes de ser madre. En el pódcast La vida secreta de las madres, la experta en tantra Elma Roura dice: «con la maternidad te conviertes en otra persona y tu sexualidad también se transforma». Y la activista y escritora María Llopis, en otra temporada de este mismo pódcast, habla de un “despertar” sexual tras la maternidad.
Pero perdón por la digresión y por mi costumbre de justificarme en lo que dicen otras. Lo que intento decir es: ¿Y si, al hacerse madre, se abriera un umbral hacia el deseo? ¿Y si, al traspasar ese umbral, una fuera otra y encontrara deseos nuevos? Lo que intento decir(me) es que tengo el convencimiento de que, por ser madre, quedé abierta al deseo bisexual —intuido tantas veces a lo largo de mi vida, llena casi en exclusiva de prácticas heteros— y dispuesta a explorarlo. Lo que intento decir es que, sin esa travesía llena de cambios y sin esa búsqueda de un deseo nuevo, nunca hubiera tenido acceso a este deseo de esta forma. Digo esto: si no fuera por mis criaturas, nunca se habría presentado ante mí ese umbral. Pero han pasado otras cosas que han sido necesarias para poder asomarme por esa ventana. En un reportaje de octubre de 2023, la periodista de eldiario.es Marta Borraz hablaba con varias late bloomers, personas que se han reconocido como bisexuales pasados los 40. Lo leí taaantas veces… Entre las causas de este “florecimiento tardío”, las personas entrevistadas citan la falta de referentes en su entorno, los estereotipos que recaen sobre las personas bisexuales —personas confusas y promiscuas, ¡quién se va a fiar de ellas!— o la bifobia. En un reportaje que publicamos en El Salto, mi casa, en diciembre de 2023, Deva Mar Escobedo da cuenta de la “efervescencia bi”, con la creación de un buen puñado de colectivos de activismo bisexual en ese año, incluidos algunos de personas “mayores”, entendiéndose por mayores gente de más de 35 años (LOL). Atesoro esos dos textos que dan fe de algo que está también en muchas de mis conversaciones del último año.
Junto al fenómeno late blooming y a la efervescencia de colectivos —y, con ellos, de discursos— sobre la bisexualidad, también han sido claves para mí algunas lecturas, con especial mención a Resistencia bisexual de Elisa Col, Bi: Apuntes para una revolución bisexual de Shiri Eisner y Bisexualidades feministas (VV. AA.). Ha sido clave Ella, una mujer bi y madre que ha explorado conmigo este camino y que se ha reído conmigo de las etiquetas paralizantes —la horrible “heterocuriosa”: ¡cuánto daño!— y de la inexperiencia. Y ha sido clave Él, que ha entendido que no hay contradicción en decir «te quiero en mi vida y te dejo». Eso también he podido enunciarlo y explicarlo a través del filtro bi. Porque nombrarme bisexual con 44 años supone no solo haber abierto la puerta a un deseo propio, sino que me ha dado también la oportunidad de abrazar la dualidad que tantas veces me han señalado como un rasgo de inmadurez o de inseguridad. Ha sido, está siendo, un camino precioso en el que también hay dolor. Porque, si me he transformado, ¿quién soy? Pero una puede dolerse y disfrutar al mismo tiempo: no hay contradicción en eso.
Nos dicen que sobran relatos de madres. Pero cuando gugleo “maternidad y bisexualidad” no encuentro relatos que me expliquen. Por eso escribo, porque me emocionó encontrar las palabras “madre” y “bi” juntas en un texto: “BI-MILF: Bisexual Mothers I’d Liker To Fuck”, de Malena Correa, Iris Ortellao y Ayelen Pandolfi Chediac: «Con la maternidad me pasó como con la bisexualidad: a mí nadie me avisó» (está en el libro Bisexualidades Feministas que citaba un poco antes). Porque atesoro la ilustración de Silvia Allende en su fanzine Mamafolla de dos madres follando rodeadas de juguetes. Porque estoy harta de leer todas las molestias que vienen con los hijos y quiero leer sobre todo el placer que posibilitan.
Escribo esto porque estoy abierta al viento. Y porque estoy segura de que en algún momento alguna madre gugleará “maternidad y bisexualidad”. Quiero que lo sepas: a mí también me ha pasado.
Este artículo apareció originalmente en Una habitación propia, décimo volumen de la revista MaMagazine en papel.
Un comentario
Bien interesante y necesario este artículo de Patricia, lleno de coraje, generosidad y cuestionamiento.
Mi más sincero agradecimiento y felicitación.