La maternidad es un campo tan contradictorio como la humanidad: bajo su paraguas, caben muchas opiniones, cambios de opiniones, interpretaciones, juicios y maneras de ser y de vivir. En una época de auge de las redes sociales, en la que si no estás en Instagram no existes, en la que si no das tu opinión en Twitter es que no la tienes, la no maternidad también es un tema, y se hace necesario hablar de él.
Frente a miles de mujeres que disfrazan su actuación diaria bajo el hashtag #maternidadreal, se esconden superproducciones caseras con más o menos clase: madres que retratan un día a día de muffins de espelta caseros, de clases de yoga (con o sin hijos), de recuperación del suelo pélvico, de vacaciones idílicas con criaturas sonrientes. De maquillajes que lo aguantan todo. De cuñas de esparto imposibles. De bailes de tiktok. Cuentas que a mí, personalmente, en un pasado no muy lejano me provocaron cierta ansiedad porque no me veía capaz de alcanzar con éxito ni una sola de esas tareas tan fotografiables. Un pasado en el que yo también creí que las cosas debían ser así. Pero no. Una carga menos.
Bajo el mismo hashtag luchan por ser más visibles las madres que no tienen tiempo para nada. Las que se sienten mal frecuentemente, como yo ahora mismo, escribiendo esta pieza en la mesa del salón del comedor en un día de julio, con mi hijo de seis años jugando con legos detrás de la pantalla. Como yo, otras muchas. Las que dan el pecho mientras trabajan, las que se esconden en los baños de las oficinas con el sacaleches en la mano y las lágrimas resbalándose por sus rostros. Las que no tienen tiempo de yoga, ni de repostería, ni apenas de ducharse a solas.
Pero hay otra maternidad real de la que no se habla, que se esconde. Y es la no maternidad. Que también tiene su hashtag. Que se ha sepultado tradicionalmente en forma de “trapos sucios que se lavan en casa”. Que comienza con una estadística: que casi uno de cada cuatro embarazos terminan en aborto espontáneo (el que sucede antes de las 20 semanas de gestación). Mi madre tuvo un aborto bastante avanzado antes de mi nacimiento, por ejemplo. Pero, como mi madre, muchas de las madres de mis amigas. Y más de la mitad de mis amigas. Lo que quiero decir es que la pérdida de una criatura durante su gestación es ciertamente frecuente. Pero que lo sea no significa que sea menos doloroso y que se tenga que esconder, todo lo contrario: visibilizar las pérdidas, poder hablar de ellas, no esconderlas y no negar el duelo se hace imperativo. Cada vez más.
Porque hay muchas madres que no tienen hijos a los que cuidar. Hay mujeres que han vivido un embarazo y han salido de un parto o de una interrupción legal/voluntaria de su embarazo con los brazos vacíos. Con los brazos vacíos, con el alma rota, con la subida de la leche, con el puerperio. Un principio de maternidad sin criatura. Y esto es una realidad con muchos prismas y causas. Y no, la culpa no es de la mujer, de lo bien que lo haya hecho, de si se ha cuidado, de si no… No hablo como madre, sino como ser humano, cuando afirmo que debería ser nuestra obligación aguzar el oído y escuchar las voces de las mujeres que desearon ser madres y que no lo consiguieron. Porque no es su culpa y bastante tienen con no encontrar apenas lugares en los que habitar su dolor con un abrazo sincero.
Igual que las redes nos ofrecen imágenes edulcoradas, recauchutadas y aspiracionales de las madres perfectas, han auspiciado el nacimiento de espacios donde hablar de la no maternidad, el surgimiento pequeñas tribus muy valiosas (como La vida sin hijos de Gloria Labay), como la de estas mujeres que no tuvieron hijos de forma involuntaria, que están habitualmente infrarrepresentadas en los medios de comunicación, en las políticas sanitarias, en la cultura y en la sociedad. Uno de los pocos programas que he encontrado sobre ellas en la televisión pública es Tabús, de TV3, que abordó con humor, crudeza y muchísimo respeto esta otra cara de la maternidad que es la infertilidad.
Hablamos con una de las participantes en el programa, Míriam Aguilar, una mujer valiente y generosa que diseña, confecciona, se forma en terapia Gestalt y que dedica muchos de sus esfuerzos a visibilizar lo que significa ser una mujer sin hijos por circunstancias. A través de la narración de su experiencia, Míriam nos explica cómo se ha sentido ante la imposibilidad de ser madre —“he sentido rabia, envidia, ira, tristeza… me he sentido fracasada, descolocada, con la sensación de no pertenecer a ningún sitio, de no encajar en ningún grupo social. He sentido que mi cuerpo no era capaz”—; nos cuenta qué necesita y qué no necesita de la sociedad —”nos molesta mucho que nos den consejos que no pedimos, que nos ofrezcan soluciones que no estamos buscando, que nos propongan cosas que a otras mujeres les ha funcionado sin darse cuenta de que cada mujer es diferente”—. Y nos pide algo muy sencillo: que escuchemos y acojamos los testimonios de las mujeres que no fueron madres por circunstancias.
Y por eso, aquí estamos. Hablando de lo que no se habla. Hablando de la no maternidad. Sin tapujos ni prejuicios. Con el convencimiento de que para esto estamos. Para qué, si no.
5 respuestas
Hermosa nota. Gracias por visibilizar está realidad de muchas mujeres y demás personas gestantes. Abrazo desde Argentina.
Que articulo mas maravilloso, es un tema del cual siempre he querido escribir y encontrar la manera de hacerlo más visible, para así poder sentirme más acompañada y hacer sentir acompañadas a todas esas mujeres que tienen que soportar las preguntas de “para cuando el bebé”, “los años siguen pasando y no te haces más joven”, etc. Será que en algún momento la gente se pone a pensar antes de hacer preguntas como esas? Sabe el dolor y el sufrimiento que puede haber detrás de alguien que intenta con todas su fuerzas ser madre y no lo logra?
Más allá de haber logrado embarazarme, y sentir ansiedad cada día que pasa de que mi embarazo no llegue a término, los años que pasé buscando embarazarme, y todo lo que senti, jamás lo olvidaré, y fue gracias a mujeres maravillosas a las cuales ni conozco en vivo y en directo, que me contactaron gracias a mis publicaciones en algunas redes sociales, que pude sentirme menos rota, más entendida y más acompañada.
Si escribes y quieres compartirlo con nosotras, te esperamos en hola@mamagazine.es
Un abrazo y gracias.