“Mentiría si dijera que nunca he sentido placer cuando a mi madre le ocurre una desgracia. Sufrí por su culpa siendo una niña, y todos los males que la asolaron después me parecieron una especie de rendención, un reequilibrio del universo destinado a restaurar el orden racional de causa y efecto”.
Este es el impactante inicio de Azúcar quemado, una novela cruda, conmovedora y explosiva escrita por Avni Doshi, autora estadounidense de origen indio, que versa sobre la tensa relación entre una madre y una hija que no se tienen demasiado aprecio, pero que dependen la una de la otra. Esta relación transcurre entre el resentimiento, los cuidados (o la falta de ellos) y la ambivalencia, rompiendo estereotipos y hablando de lo que nunca se habla: de que el amor, a veces, no es suficiente. O no nace donde debiera. Que el cordón umbilical se corta literal y metafóricamente. Que el mero hecho de parir no te hace madre, ni el mero hecho de nacer te hace hija. Y también de que las relaciones familiares son el continente de lo mejor y lo peor del ser humano. Las más de 300 páginas de este libro son una invitación continua a reflexionar sobre la maternidad y las relaciones entre madres e hijas. Porque damos por hecho que son fluidas, que están basadas en el amor, que el cariño y los cuidados nacen de forma natural… pero no siempre es así para todas.
No es una novela fácil de leer porque no estamos acostumbrados a historias materno-filiales en las que abunden odio, abusos, crueldades y heridas. No fue, tampoco, una historia fácil de escribir. Cuando comenzó a escribir esta novela, Avni Doshi no tenía hijos ni estaba segura de querer tenerlos. 8 años y 8 borradores más tarde, Avni dio a luz a su primer hijo en 2018 (ahora es madre de dos criaturas) y construyó esta compleja y nefasta relación materno-filial que le valió ser finalista del premio Booker en el año 2020. Publicada por primera vez en India en 2019, ha llegado a nuestro país de la mano de Temas de Hoy. Según María Sobrino, su editora en España: “Quisimos editarlo porque la voz de Avni Doshi nos sorprendió a todos. Cuando lees tantos libros, que uno consiga llamarte la atención desde la primera frase es toda una señal. El estilo de Doshi es exuberante en sus descripciones y mordaz en sus reflexiones; crea un personaje profundamente peculiar cuyas reflexiones son más universales de lo que parecen. Creo que esas contradicciones nos encantaron porque desmitifican las relaciones idealizadas entre madres e hijas, pero también porque están en una primera novela. Muchos autores necesitan varias obras para desembarazarse de miedos e impurezas de su estilo y encontrar sus puntos fuertes. Doshi ha necesitado ocho años, pero solo un libro”.
Esta es una novela sobre muchas cosas, pero sobre todas, sobre el hecho de ser madre, de ser mujer y de la memoria. Antara, la protagonista, es una artista que debe hacerse cargo de su madre, Tara, enferma de Alzheimer. Además de la complicada relación con una madre nada canónica que le ha procurado una infancia desprovista de todo lo que debe acompañar a una infancia —cuidados, cercanía, higiene, incluso una vivienda digna…—, Antara se convierte en madre y debe serlo tanto para su propia madre como para su hija. Creo que ese es uno de los puntos que más llamó mi atención: Ese momento en el que te conviertes en cuidador y responsable de quien antes lo hizo por ti. “Creo que, inevitablemente, este es el punto de inflexión para la mayoría de los hijos —explica la autora en una entrevista promocional—. En algún momento, el declive de tus padres hace que dependan de ti, los convierte en tus hijos. Igual que tú una vez estuviste a su merced, ahora ellos lo están a la tuya. Ahí hay una especie de simetría, pero creo que no se habla de ello lo suficiente. Me interesaba escribir sobre en momento en que comienza a producirse el cambio, cuando el pasado de la relación madre-hija y su futuro empiezan a dialogar de un modo sorprendente. Pensaba en cómo el hecho de que una madre cuide de ti y de que tú cuides como una madre es un continuo“.
Avni Doshi fue madre por primera durante la escritura de su libro: “Es difícil saber cómo habría sido esta novela si hubiera tenido a mis hijos antes de terminarla. Puede que fuera exactamente igual y que aun así la hubiera escrito desde la perspectiva dela hija herida. Puede que hubiera tratado el personaje de la madre desde un punto de vista totalmente distinto. O puede que hubiera abandonado el libro y me hubiera dedicado a otra cosa: ahora que soy madre, determinadas escenas se me hacen un poco más difíciles de leer, en particular aquellas que hablan de falta de cuidado o de atención hacia un niño. Estoy segura de que también serían más difíciles de escribir. Tener hijos definitivamente ha cambiado mi forma de escribir; desde que soy madre, los ratos que tengo libres son mucho más cortos, lo que en mi caso a menudo se traduce en una escritura más fragmentaria. Tengo curiosidad por ver qué pasa con este material”.
¿Por qué te recomendamos leer Azúcar quemado?
Por la honestidad de la voz de su narradora. Imagina lo que esconde dentro un libro que empieza con una frase tan impactante como “Mentiría si dijera que nunca he sentido placer cuando a mi madre le ocurre una desgracia”. ¡Boom!
Porque cualquier historia que desmitifique la relación materno-filial y permita un espacio a otras formas de concebir la maternidad, sin juicios, lejos de los cánones establecidos, ayuda a evitarnos futuras frustraciones. Este libro es una certera patada a los estereotipos que abundan en las relaciones entre madres e hijas. Otras realidades existen, aunque no miremos hacia ellas.
Por la abundancia de paisajes, detalles y lugares. Por la calidad de las conversaciones. Por lo bien construidos que están sus personajes. En este libro, que es una bajada a los infiernos, a lo más oscuro y profundo de las relaciones familiares, todas las palabras importan.