Que la maternidad no es un camino de rosas es algo que tenemos muy presente todas las mujeres.
Que las redes sociales nos muestran, muchas veces, los aspectos más dulces de la maternidad, con fotos y vídeos de madres con casas de revista, sonrisas, magdalenas recién horneadas y yoga con bebés es otra irrealidad que puede alimentar falsas expectativas y crearnos una frustración tremenda, unos “esto no me lo habían contado” de consecuencias trágicas, sin paños calientes.
Que las mujeres sufrimos abortos con mucha frecuencia, terminando entre un 10 y un 25% de los embarazos en abortos espontáneos (embarazos que terminan de forma natural antes de la semana 20 de gestación), es una realidad poco visible. Pero está ahí y solo basta con preguntar para darte cuenta de que conoces a más mujeres que han sufrido un aborto de las que te imaginas. Quizá entre ellas, como en mi caso, esté tu propia madre. O tú misma.
Laura Muñoz sufrió la pérdida de su hijo hace, ahora, un año y medio. No fue un aborto espontáneo, sino una decisión tomada cuando su embarazo ya estaba avanzado. Antes de esta pérdida, Laura ya era madre de un niño, Pau. A ella tampoco le valieron los “pero ya sabes que puedes quedarte embarazada” o “ya tienes un hijo, ya sabes lo que es” o tantas otras frases hechas que minan la ya precaria salud mental de una mujer que sufre la pérdida de su hijo, nacido o no. Como muchas de nosotras, Laura buscó en la literatura apoyos, soportes, otras experiencias que la arropasen o le permitiesen entender qué estaba pasando. Y fue un paso más allá: escribió su propia experiencia en un libro llamado Un nombre de guerrero, un libro autoeditado, con el objetivo de contribuir a visibilizar un tema tan incomprensiblemente silenciado.
Hemos entrevistado a Laura para hablar con ella de su experiencia y de su libro. No nos cansaremos nunca de compartir estas historias de vida, también de pérdida y dolor, pero nuestras experiencias al fin y al cabo. Porque somos lo que somos. Somos lo que damos. Y lo que vivimos.
¿Cuántos hijos tienes y de qué edades?
Tengo un hijo, Pau, que pronto cumplirá 5 años, y otro que desgraciadamente murió antes de nacer, hace ahora año y medio. Prefiero no desvelar su nombre porque descubrirlo forma parte de la lectura de Un nombre de guerrero, como se puede intuir por el título. Decidí abortar tras semanas de espera y angustia debido a un diagnóstico médico muy grave. Mi hijo tenía un líquido en la cavidad que rodea los pulmones que no permitía su desarrollo, y sin pulmones no se puede vivir. Fue la decisión más difícil de mi vida. Soy una mujer que nunca ha tenido un fuerte instinto maternal y, sin embargo, mis dos experiencias con la maternidad representan los dos acontecimientos más transcendentales que he vivido. Despedir a un hijo es algo inmensamente doloroso para lo que nadie está preparado.
¿Qué te llevó a escribir Un nombre de guerrero?
Desde el inicio, sentí una determinación muy poderosa para escribir mi historia, pero las motivaciones han ido cambiando. Empecé a escribir notas en un cuaderno sentada en la arena de la playa, apenas una semana después de la intervención. Al principio, estaba indignada ante la falta de información, sentía rabia por el silencio alrededor del aborto y su duelo. Si ya hay pocos recursos para apoyar la muerte gestacional, no te puedes imaginar el vacío que se abre ante la idea de una mujer que decide terminar su embarazo. Entonces pensé en escribir un blog para compartirlo con mujeres que hubieran sufrido un trauma similar. Pero según avanzaba la escritura empecé a sentir la necesidad de documentar todo lo que había vivido, de combatir la desmemoria. Yo era la principal destinataria de Un nombre de guerrero. A mitad del proceso descubrí con sorpresa que estaba escribiendo una novela, y fue una alegría inmensa, porque ello me permitiría transformar el dolor en algo bello y delicado. Tuve que volver a empezar y reescribirlo casi todo. Hoy, la motivación se ha ensanchado. Me he dado cuenta de que los sentimientos no tienen fronteras y pueden llegar a muchas personas ajenas a esta realidad. Ayer mismo leía una cita de un libro de Nuria Labari que decía: “Creo que la mejor forma que conozco de relacionarme con el dolor con empatía pasa por la ficción. Por eso este libro.”, y creo que esa puede ser también la contribución de Un nombre de guerrero, porque una historia narrada puede acercarte a quien de otra manera no te vería. Ojalá muchas personas la lean.
¿Es la literatura terapéutica para ti?
Absolutamente. Al menos así ha sido en mi caso. Soy una persona muy sociable que, sin embargo, se retrajo desde el instante en que la doctora me comunicó que mi hijo sufría una enfermedad grave. De repente, me costaba muchísimo expresar mis sentimientos, compartir con los demás cómo me encontraba, incluso hablar con mi marido o mi familia. Así que lo viví en soledad. Tardé unos siete meses en escribir Un nombre de guerrero, en los ratos libres que el trabajo y la maternidad me dejaban. Noche tras noche, hurgando en mis sentimientos, dejando escapar lágrimas, reconciliándome con emociones tan negativas como la culpa de haber sido yo la que tomó la decisión de terminar el embarazo. El duelo hay que trabajarlo para que no se enquiste, y escribir fue el camino que yo encontré. Incluso la promoción del libro me está sirviendo como una última etapa, una “salida del armario” que no esperaba fuera a tener el efecto de empoderamiento que estoy experimentando.
¿Habías leído o lees libros que hablen sobre el aborto?
Si te digo la verdad, soy una gran lectora, pero antes de esta travesía no había leído nada de nada sobre este tema, porque yo formaba parte de esta sociedad que sigue sin entender el duelo perinatal. Una de mis mejores amigas pasó por una circunstancia muy parecida antes que yo, y ahora me doy cuenta de lo que mal que supe acompañarla. Por ello, me parece que es vital dar visibilidad a este tema de manera masiva. Estoy empezando a encontrar testimonios autobiográficos muy valiosos, tanto del aborto como del duelo perinatal. Que existan libros como Sigo Aquí, de Maggie O’Farrell, Siberia, un año después de Daniela Alcívar, o El acontecimiento de Annie Ernaux es sencillamente maravilloso. Mas allá del aborto o el duelo, me interesa la literatura que nos permite comprender mejor la vida, y para ello hay que ser conscientes de que la vida está llena de drama, de situaciones durísimas que no deberíamos ignorar. Me interesa el poder transformador de la literatura para cambiar la conciencia colectiva sobre determinados temas espinosos, sobre los tabúes. Y creo que no soy la única, que existe un espacio donde más lectores se unen y se unirán, contribuyendo al cambio.
¿Qué echas de menos como mujer que ha sufrido pérdida gestacional?
Por un lado, me gustaría que fuera un duelo mejor entendido, que las personas no lo minimizaran con expresiones del tipo “no te preocupes, seguro que volverás a quedarte embarazada”, porque son devastadoras para la mujer que está sumergida en el duelo. Y para crear esa conciencia hay que hablar del tema, pues el cambio de percepción no va a llegar si lo mantenemos como algo secreto. Necesitamos encontrar maneras de hablar de la muerte desde la belleza, admitiendo que alrededor de la muerte hay mucha vida. Hablar, hablar, hablar. Encontrar el medio para hacer llegar el mensaje.
Sobre el aborto, creo que además existen aspectos institucionales inaceptables. Yo pude terminar mi embarazo en un hospital público de Palma, y esa normalización fue básica en mi construcción del duelo. Pero es que, en España, donde se supone que el aborto terapéutico es un derecho, la mayoría de las comunidades autónomas derivan más del 90% de las intervenciones a clínicas privadas. ¿Te imaginas el sentimiento de culpa y vergüenza que eso genera en la mujer, como si tuviéramos que escondernos de algo? Me cuesta creer que todos los profesionales sanitarios de un hospital sean objetores de conciencia, no encaja con la aceptación del aborto que existe en el conjunto de la sociedad. Creo que el sistema debería garantizar un cariño extremo a las mujeres que van a perder a su hijo/a.
¿Cómo te encuentras ahora?
Gracias por la pregunta. Ha pasado año y medio y me encuentro mucho mejor. Los primeros seis meses fueron de un vacío inconmensurable, el primer año fue muy triste, pero el tiempo ayuda y el proceso de duelo se acaba completando. Ahora me encuentro en paz conmigo misma, de nuevo soy capaz de disfrutar de la vida sin ansiedad y sin miedo. No quiere decir que haya olvidado, algo así te acompaña para siempre. Con la publicación de Un nombre de guerrero he tenido muchos ratos de lágrimas, de emoción, de recuerdos que vuelven. Es inevitable. Pero quiero que mi mensaje sea positivo. La vida puede ser muy dura, pero es vida. Siempre hay que aferrarse a las cosas buenas que tenemos a nuestro alrededor, las que signifiquen algo importante para cada uno: la familia, la bienvenida que te da tu perro cuando vuelves a casa, una puesta de sol, lo que sea. Si alguien que esté leyendo esta entrevista siente que todo es oscuridad, que tenga confianza: el camino se recorre andando, paso a paso.
Si quieres hablar de algo más, MaMagazine es tu espacio.
Me gustaría hablar de la identidad de autora novel frente a la de madre en duelo. Es muy curioso percibir cómo las personas colocan una identidad por encima de la otra. Cuando presentas tu historia como la de una madre en duelo la gente asume que tienes la mejor de las intenciones, pero que seguramente tu obra posee una pésima calidad literaria. Como si la maternidad borrara tus otras facetas y capacidades, tu identidad parece reducirse. Me han escrito muchas personas diciéndome que no esperaban que Un nombre de guerrero estuviera tan bien escrita. Es cierto que la maternidad y el duelo precedieron a la escritura cronológicamente, y que a nivel personal lo significan todo, pero la escritura ha dado un gran vuelco a la historia y ahora me veo como una autora que escribe desde su maternidad en duelo. Tengo una gran confianza en la calidad de Un nombre de guerrero y en su capacidad de conmover, pero para ello el lector ha de darle una oportunidad a una obra escrita por una autora novel, independiente, y madre en duelo. Son muchas barreras, pero el viaje no ha hecho más que comenzar. Mil gracias a Mamagazine por haber confiado en la historia, y por darle voz.
4 comentarios
Muy buena entrevista, muy buenos los mensajes que transmite, muy claro el relato de Laura, mucho sentimiento en todo. Enhorabuena y muchas gracias, Laura, por el libro. Su lectura me ha hecho comprender mejor, como hombre, el sentimiento de la maternidad
Gracias Laura por darnos voz a tantas madres que como tú hemos pasado por esto. Pertenezco a ese 90% que derivaron a una clínica privada y es muy doloroso añadir a la decisión tomada tener que “huir” a otro lugar. La falta de comprensión sumado al miedo y enfado en ese momento deberían de evitarse.
Grande Laura! Grande ese pequeño que escogió unos papas luchadores y decididos a darle «un nombre de guerrero».
Me encantó el libro y poder hablar con ella. Tuvimos mucha conexión des del principo y tenemos tantas similitudes en nuestras historias… Somos mamas de la tierra y del cielo y eso nos unirá siempre gracias a la mágia y el amor que nos han dado nuestros hij@s.
Muchas gracias por unirte a este camino tan duro. Somos muchas las que vivimos algo así y juntas somos más fuertes!
Os mando un abrazo muy fuerte y estoy orgullosa de poder hacer camino con vosotros.
Estrelleta_Tro’s
Muchas felicidades Laura, por esta gran novela! Has puesto voz a muchas mujeres que hemos pasado por situaciones similares. Yo con 22 semanas y en medio de una pandemia. Tuve 2 días para decidir interrumpir mi embarazo!!! Gracias de verdad, por hacernos partícipes, y hacernos sentir que estamos menos solas!!! Eres una guerrera!!!